-Desesperación-

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5.

—Desesperación—

El trayecto en coche apenas duró unos quince minutos; fue tan breve que, en su ofuscación, Ranma no se dio cuenta de que aquel era el mismo coche que un día le recogió de la estación de tren de Nerima para conducirle hasta el que sería su destino.

Por supuesto tampoco notó las diferencias que habían aparecido en aquellos diez años. Desde que tomara asiento y el motor se puso en marcha, prácticamente no fue consciente de nada. Su mente había caído en un estado casi catatónico en el que le era imposible registrar nada de lo que ocurría a su alrededor. No notaba la mirada de preocupación de su madre, sentada a su lado o el terrible silencio que se había instalado en el interior del vehículo. No percibió la ausencia de Kasumi que, aún muy alterada, había preferido quedarse en casa; o la irritación que su padre no se molestaba demasiado en ocultar a raíz de lo que había ocurrido.

Ranma no notaba nada porque las escasas fuerzas de su mente que le quedaban estaban, todas ellas, concentradas en rechazar con inquebrantable contundencia la terrible idea que todos los demás habían aceptado sin más.

Idea no, mentira.

Una y otra vez se repetía que era mentira, que por algún motivo que no podía adivinar su tío había intentado engañarle y todos le habían seguido el juego.

Miraba por la ventanilla sin ver nada en realidad, invocando el infantil rostro de Akane y repitiéndose que ella estaba bien, que estaba viva. Que le estaba esperando en algún lugar.

¡Estaba convencido de ello!

Pero... a pesar de ello el pecho le ardía y era incapaz de relajar sus manos o sus brazos que se habían convertido en bloques de piedra pesados y duros. Le costaba tragar, incluso parpadear y oía su furiosa respiración silbándole en los oídos como un zumbido infernal.

Por fin el coche se detuvo y Ranma casi saltó al exterior. Abrió bien los ojos y miró a todos lados, buscándola, pero la chica no estaba allí. Se volvió hacia su tío que, si era posible, parecía aún más bajito y endeble en aquel lugar. Se encorvaba profundamente como si cargara con un bloque de hormigón en su espalda y juntaba las manos a su espalda.

El hombre resopló y sin mediar palabra, echó a andar.

Ranma le vigiló con los puños ligeramente en alto, pero su madre apareció para tomarle del brazo y tiró de él con una expresión temible.

El chico se dejó arrastrar sin apartar los ojos de la espalda de su tío, no pudo mirar a nada más hasta que el hombre se detuvo y fue solo entonces que el joven parpadeó y se fijó en el lugar dónde estaban. Sintió un escalofrío y que las rodillas le temblaban.

Estaban en mitad de un cementerio.

Para Ranma fue como si hubiera aparecido de golpe en medio de todas esas tumbas de piedra. El repentino malestar que le sobrevino fue demoledor para él.

—Aquí está, Ranma-kun —indicó Soun. Su callosa mano señaló en una dirección pero, por supuesto, Akane no estaba allí. Solo un trozo de piedra con su nombre que apuntaba hacia el cielo.

Ranma se volvió y clavó la vista en los caracteres que dibujaban la palabra. Dejó de sentir el temblor de sus piernas y también las manos de su madre sosteniendo su brazo.

La piedra era de un tono grisáceo claro, los caracteres se veían claramente y las flores que reposaban en los diminutos jarrones frente a la piedra estaban abiertas, rebosantes de vida en medio de tanta muerte y ausencia. En el suelo no había ni rastro de arena o polvo, el orifico para el incienso resplandecía... de algún modo, y aunque era terrible, había una energía muy peculiar rodeando ese lugar. Algo agradable y que hizo que el malestar de Ranma aumentara.

Vivir Sin TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora