CAPÍTULO 2

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―Háblame de ti. Porque según Jennie eres el hombre perfecto ―me interrogó JiMin tras darle un nuevo trago a su copa.
¿Cuántas nos habíamos tomado? Era incapaz de recordarlo, pero debían de ser muchas. La cena había sido fantástica. Era mi primera vez en un restaurante francés pero creo que di el tipo. Situaciones como aquella me generaban bastante inseguridad: no sabía leer la carta, no sabía qué pedir, y era incapaz de detectar si lo que estaba comiendo era pollo o lagarto. Todo mi universo se reducía a la Hamburguesería de Joe y a la Casa de las Empanadas Crujientes de Northwoods. Yo era un simple trabajador de la construcción, mientras que Ji-Eun y sus amigos... bueno, ellos eran chicos de ciudad, bien acomodados, que tenían el lenguaje común de la gente de mundo. Mientras ellos hablaban de su última vez en Sídney o en Qatar, mi experiencia viajera se circunscribía a un pequeño pueblo de Texas y a un pueblo apenas un poco mayor del estado de Washington, donde Ji-Eun trabajaba de doctora.
Sin embargo, con JiMin parecía que aquello no importaba y que en verdad sentía curiosidad por saber algo de mí.
―Creo que Jennie se equivoca ―sonreí y me volví a ruborizar―. Hay poco que contar. Soy el menor de cuatro hermanos y mi madre aún me llama todos los días para preguntarme si he comido. Apenas he viajado, vivimos de alquiler aunque la mayor parte la paga Ji-Eun, he tenido que ahorrar cinco meses para poder permitirme estas vacaciones, y tuve una corta experiencia como vaquero, que se frustró cuando me enamoré de la chica que has conocido hoy. Por lo demás... ella se mudó al norte, la seguí, tuve suerte, y encontré trabajo en algo que me gusta.
―Eso suena jodidamente romántico, tío.
―Mi novia dice que soy tan romántico como una alcachofa.
JiMin soltó una carcajada.
―Has atravesado el país detrás de una chica. Te doy un nueve. Yo apenas alcanzo el tres, te lo aseguro.
―No te creo.
―Te lo juro. Jennie dice que se debe a que cuando quiero algo voy a por ello, y para ser romántico hay que darle muchas vueltas a una misma cosa.
Ahora fui yo quien soltó la carcajada.
―Sigo sin creerte.
Él se había quedado mirándome fijamente. Hasta entonces no me había dado cuenta de que sus labios eran tremendamente jugosos. Como si supiera que mis ojos estaban clavados en ellos, se los lamió, y yo noté cómo mi rostro se encendía de nuevo.
―Seguro que escondes algún secreto interesante, amigo YoonGi.
Alzó la copa, medio vacía y yo brindé con los resto de la mía.
―No hay nada de eso en mi vida. A veces me gustaría que fuera más excitante, más intensa, pero te aseguro que soy un tipo bastante normal ―lo miré otra vez a los ojos―. ¿Y tú?
JiMin sonrió de forma misteriosa.
―Me gusta la vida que llevo. Cuando quiero algo voy a por ello, sin importarme las consecuencias.
―Supongo que eso está bien ―contesté sin saber muy bien de qué hablaba.
Sin habernos puesto de acuerdo, los dos dimos el último trago a nuestros vasos y los soltamos sonoramente sobre la barra de madera pulida.
―Oye, si seguimos pidiendo copas aquí tendremos que pedir un crédito al banco ―advirtió JiMin―. En mi habitación tengo un bourbon de Kentucky que te juro te va a gustar. ¿Por qué no subimos, vemos una peli y nos tomamos unos tragos más? Las chicas tardaran en regresar y fuera hace un calor de mil demonios.
Me pareció una buena propuesta. Habíamos pagado a medias, y la cena se había llevado un buen pellizco de mi presupuesto. Si seguíamos así, con el precio de las copas en el bar del hotel, me quedaría sin un dólar antes de que acabara aquel largo fin de semana.
Un tanto tambaleantes tomamos el ascensor cantando el himno de los Longhorns, y en un momento estábamos en su suite. Era más grande que la habitación que Ji-Eun y yo compartíamos. Estábamos en un salón bien equipado y muy elegante, al que se habrían dos puertas.
―La botella está allí ―JiMin señaló el bar―. ¿Por qué no pones un par de copas mientras yo busco algo que ver? Hay hielo en la cubitera.
Era un bourbon de doce años. No reconocí la marca, pero por el aroma que desprendía mientras lo vertía en los vasos deduje que era excelente. Cuando me giré para tenderle la copa a JiMin no lo encontré. Una de las puertas estaba abierta, así que me dirigí hacia allí. Era un dormitorio, y mi nuevo amigo estaba sentado en la cama, con la espalda apoyada en el respaldo.

ADICTO | SAGA HOMBRES CASADOS #1 | ADAPTACIÓN Y.M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora