CAPÍTULO 13

398 56 8
                                    

La barbacoa terminó tarde y no pude volver a hablar con JiMin. Jennie apenas lo soltaba de la mano, temerosa de que se le perdiera otra vez. Había demasiada gente con la que cumplir, y él parecía desenvolverse bien en aquel ambiente tan refinado.
Estaba anocheciendo cuando Ji-Eun me dijo que debíamos volver al hotel para cambiarnos.
―¿Ellos no vienen con nosotros? ―le pregunté por Jennie y su marido.
―Vendrán más tarde, pero nosotros tenemos que regresar enseguida porque me toca a mí el discurso de clausura.

Había mucho tráfico, por lo que tardamos en llegar al hotel.
Insistí en darme una ducha, aunque Ji-Eun decía que no nos daría tiempo. Lo hice de todas formas porque necesitaba despejarme y sacar el rostro de JiMin de mi cabeza.
Ella se había encargado de comprar mi ropa para aquel evento porque no se fiaba de mi gusto: un traje azul oscuro, camisa blanca y corbata roja. Reconozco que cuando me miré en el espejo me gustó. Parecía otro. Uno de esos tipos refinados que abundaban en la barbacoa.

Me dio un beso en los labios, me dijo que estaba tan guapo que me prohibía dejar que ninguna chica se me acercara esa noche, y tomamos otro taxi para volver a la fiesta. Ji-Eun estaba preciosa, con un largo vestido negro que se ajustaba a su cuerpo deslumbrante como un guante. Mientras recorríamos las calles de Miami yo me preguntaba cómo podía estar yo tan enganchado con un hombre, teniendo a mi lado una mujer como aquella. Y la única respuesta que lograba alcanzar decía que el sexo con JiMin era, simplemente, increíble.
Nuestra entrada causó sensación, el albañil y la prometedora doctora, y Ji-Eun estuvo soberbia con un discurso sobre avances médicos y responsabilidad civil.
JiMin y Jennie llegaron cuando Ji-Eun estaba en la parte final de su exposición. Él también iba trajeado. De color negro, corbata negra y camisa tan blanca como la mía. Pero en vez de llevar unos clásicos zapatos oscuros, como yo, se había puesto deportivas blancas. Se ubicaron a mi lado, entre el público. La mejor amiga de mi novia estaba nerviosa por no haber podido estar allí desde el principio.
―¿Qué tal ha estado? ―me preguntó.
―Fantástica.

JiMin se inclinó para hablarme al oído en voz muy baja.
―Tú sí que estás fantástico. De hecho, estás para comerte.
Noté cómo me ruborizaba. Como una adolescente a la que suelta un piropo el capitán del equipo de rugby. No me atreví a girarme para mirarlo a los ojos, porque sabía que si alguien nos veía podría leer lo que había entre ese hombre y yo.
El discurso de Ji-Eun aún duró un cuarto de hora más, y no tardé en perder otra vez de vista a JiMin y Jennie. Rodeado de gente amable a la que no conocía, y que intentaban entablar conmigo conversaciones que no me interesaban, me sentía cansado y un poco desesperado. Ji-Eun era ahora el centro de atención, y apenas podía acercarme a ella sin que alguien me la quitara para tratar «un asunto que no admitía demora».
Tampoco encontraba a JiMin, a pesar de buscarlo por todas partes. Por mi cabeza pasó la idea de si no se habría largado a algún lugar discreto con alguno de aquellos tipos que tanto lo miraban. Pero me acordé de que él no era así. A lo largo de su vida solo habían existido unos pocos hombres en su vida, y las reglas decían que tenía que actuar de forma discreta, en una relación corta y sin enamorarse. Eso me tranquilizaba, porque en sus veintisiete años de edad su amante número cinco era yo.
Hacía calor. Había demasiada gente. Y yo empezaba a desesperar.
En un momento dado alguien tiró del faldón de mi chaqueta para obligarme a volverme.
―Vámonos ―me dijo JiMin, dirigiéndose ya a la salida.
―No podemos irnos ―no me moví de donde estaba―. Ji-Eun no me lo perdonaría.
―He hablado con ella. He hablado con las dos.
Un zarpazo de pánico me cruzó la espalda.
―¿Qué diablos les has dicho?
―Que nos tenemos que ir porque si no dejo que me folles esta noche no podré aguantar cinco meses sin verte.
―¡Joder! ―exclamé aterrado.

―¿Pero cómo voy a decirles eso? ―se rió de mí―. Te dije que se me ocurría algo para poder estar juntos. Si te lo hubiera contado seguro que hubieras metido la pata. Le he dicho a Jennie que me encuentro mal. Que tengo algo de fiebre y que he vomitado. Mi mujer me ha obligado a que vuelva al hotel, y Ji-Eun me ha suplicado que te busque y que te pida que me acompañes. ¿Supondrá mucho sacrificio para ti estar conmigo a solas durante las próximas horas?
―Eres un maldito genio ―sonreí, notando cómo la lascivia me invadía.
―Pues vamos, deprisa, aprovechemos las pocas horas que tenemos para nosotros.
Lo seguí sin dudarlo. Por el camino JiMin se deshizo de la corbata y se desabotonó el cuello de la camisa. Yo lo imité. Aquella ropa me hacía sentir incómodo.
Lo hubiera besado. Atrapado entre mis brazos para apartarlo a un recodo del frondoso jardín, y besarlo hasta hacerle perder el aliento. Pero fue rápido y paró un taxi a las puertas del complejo. Yo no conocía Miami, por lo tanto ignoraba qué dirección le había dado. Solo sabía que no nos dirigíamos a nuestro hotel. Durante el trayecto no hablamos. Yo solo pensaba en que en unos minutos sería mío, solo mío, y tenía que aprovecharlo.
Cuando dejamos atrás la ciudad me asaltó la curiosidad.
―¿Adónde diablos vamos?
―Es una sorpresa. Creo que te va a gustar.
Nos detuvimos en un motel de carretera. Un complejo de bungalós que anunciaba con un gran luminoso que tenía el mejor servicio de habitaciones del estado. No dije nada, pero sé que sonreí.
Tampoco pasamos por recepción, sino que nos dirigimos directamente a una de las cabañas, la más alejada, la más distante de la carretera.
Había luz dentro, que se filtraba por la ventana hacia el exterior.
Lo miré extrañado. A JiMin no le podía haber dado tiempo de llegar hasta allí durante la barbacoa, tampoco durante la recepción. ¿Cómo podía, entonces, haber hecho..?
JiMin llamó a la puerta. Oí pasos y el cerrojo que se desplazaba.
Mire perplejo mientras la puerta se abría.

Al otro lado apareció un hombre. Debía rondar los cuarenta pero era muy guapo. Tan viril como JiMin o como yo. Era bastante delgado, aunque alto. Tenía el cabello peinado hacia detrás, oscuro, y con algunas canas en las patillas. Nariz prominente y ojos profundos y atractivos. Era de esos que hacen volverse a una mujer y que generan la necesidad de hacerse su amigo en un hombre. Llevaba unos tejanos muy desgastados, botas de campo y una camisa a cuadros. Parecía un vaquero al que le faltaba el lazo y el pañuelo en el cuello. De hecho, si no estuviera tan aturdido por la sorpresa, habría mirado detrás de él, buscando el sombrero.
―Habéis tardado ―dijo sin apartar sus ojos entonados de mí. Tenía la voz profunda, varonil, y me evaluaba con descaro.
―Tenemos cinco horas ―contestó JiMin, y pasó por su lado―. Será mejor que empecemos.
Yo me quede en la puerta, aturdido, sin saber qué hacer. ¿Quién diablos era aquel tipo? ¿Qué sabía de nosotros? ¿Qué se suponía que iba a hacer? Yo solo deseaba estar a solas con mi chico. Odiaba que aquel tipo estuviera allí.

―¿Qué te parece? ―le preguntó JiMin a aquel vaquero, refiriéndose a mí.
El tipo inclinó la cabeza y detuvo su análisis justo a la altura se mi paquete. Era realmente sexi, aunque no tan atractivo como JiMin.
―Las fotos que me mandaste no le hacían justicia ―contestó mientras se relamía los labios.
«¿Fotos? ¿Qué fotos?» Pensé.  Aquello era demasiado. No conocía a aquel individuo ni sabía por qué me habían llevado hasta allí. Noté cómo empezaba a perder los nervios. Retrocedí.
―¡¿Qué carajo es esto?! ―exclamé más que pregunté, pues todo de aquello empezaba a sacarme de mis casillas.
JiMin vino hacia mí y me tomó de la mano para hacerme entrar. Me resistí, pero él aumentó la presión hasta dejarme dentro de la habitación. Era espaciosa y estaba ocupada en el centro por una gran cama de sábanas muy blancas.
―Ya te dije que había pensado en ti para cuando yo me marchara ―me aclaró―. YoonGi, te presento a HoSeok.

«Está vez he publicado tres capítulos porque ya falta poco para el final y porque he querido ser un poquito malvada y dejarlas un poco en vilo con este capítulo, aunque creo que ya se imaginarán lo que pasa en el siguiente😌😏

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«Está vez he publicado tres capítulos porque ya falta poco para el final y porque he querido ser un poquito malvada y dejarlas un poco en vilo con este capítulo, aunque creo que ya se imaginarán lo que pasa en el siguiente😌😏.»

Min Brooks

ADICTO | SAGA HOMBRES CASADOS #1 | ADAPTACIÓN Y.M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora