CAPÍTULO 10

467 65 4
                                    

La mañana pasó. Dejamos atrás el mediodía sesteando al sol, y acogimos la fresca caída de la tarde con la misma ilusión que desgana, porque pronto tendríamos que regresar a puerto.
Habíamos hecho el amor tres veces más. Despacio. Disfrutando de nuestros cuerpos. La primera vez fue dentro del mar mientras nos bañábamos desnudos y dejábamos secar nuestra ropa al sol. La segunda tras el almuerzo, en el camarote, en las horas de más calor, mientras nos refrescábamos con el aire acondicionado. La tercera había sido en el puente, usando el timón como asidero para soportar los envistes del placer. Pero en ninguna de estas tres ocasiones JiMin me había dejado que lo follara.
Le supliqué.
Medio en broma, intenté cogerlo desprevenido.
Incluso le ofrecí lo que quisiera a cambio de que me entregara su culo una vez más, pero fue tajante: solo me lo daría al final del día, y esa hora había llegado.

Yo estaba en la tumbona de popa. Tendido a todo lo largo. Desnudo. Observando cómo el viento arrastraba las nubes. JiMin se había acercado a la proa para comprobar si nuestra ropa estaba ya seca. A pesar de que la sombra de la culpa seguía sin aparecer, me preguntaba qué sentimientos estaban naciendo en mi pecho por el marido de Jennie, el esposo de la mejor amiga de mi chica, y qué sucedería cuando pasado mañana él volviera a Londres. ¿Fingiría que no había pasado nada? ¿Lo olvidaría hasta que regresara, si le era posible y fugazmente, dentro cuatro o cinco meses? ¿Viviría con anhelo, esperando únicamente su vuelta para desfrutar de aquel maravilloso sexo un par de días, y de nuevo sumergirme en la sequía? O quizás... ¿o quizás me dedicaría a buscar otros culos, otros hombres con los que poder experimentar todo aquello?
Oí un ligero clic que me hizo volver la cabeza. JiMin estaba allí, en cuclillas, y me acababa de tomar una foto con el móvil.
―¿Y eso? ―le pregunté, porque podía ser peligroso almacenar en el dispositivo una imagen mía desnudo.
―No te preocupes. Sé cómo encriptarla para que solo yo pueda verla. Pero quiero recordarte exactamente así.
Sonreí. Me hubiera gustado tener una foto suya tal y como estaba, pero temía que Ji-Eun diera con ella. O que un compañero de trabajo la viera y tuviera que dar explicaciones de por qué llevaba la foto de un tío en bolas en el móvil
―¿Ya tenemos que volver?
―¿Quieres?
―Por nada del mundo.
Se acercó hacia mí y enfocó el objetivo de la cámara muy cerca, usando el macro.
―¿Me estás sacando una foto de la polla?
Esbozó una sonrisa pero siguió con su cometido.
―Esa ya la tengo. Te la tomé mientras estabas dormido. Quiero llevarme un detalle de ese tatuaje. Quizá me haga uno igual para pensar en ti.
Se refería al que llevaba en la ingle derecha. El único que mancillaba mi cuerpo. Era pequeño, apenas una pulgada, y representaba el emblema de Superman. JiMin lo había lamido varias veces aquellos días, por lo que ya sabía que le gustaba, también que le excitaba.
  ―Ven aquí ―le dije, abriendo ligeramente las piernas para que él se sentara―. Me debes algo.
Dejó el móvil a un lado y vino hacia mí a gatas.
―Déjame hacer ―me indicó―. Tú simplemente disfruta.

Asentí, a la vez que tragaba saliva.
Pasó una mano por mi piel. Desde la pantorrilla hasta el hombro. Despacio. Con la presión justa para erizarme el vello. A pesar del cansancio mi polla reaccionó, cambiando de postura. JiMin sonrió, satisfecho de lo fácilmente que podía controlar mi cuerpo, y se sentó sobre mis muslos. Sentí sus huevos rozando, compactos, mis piernas, y la ligera humedad de su glande apoyado muy cerca de los míos. Se inclinó y me besó en medio del pecho. Jadeé y alargué una mano para traer su boca hacia mis labios.
―Pshhh... no debes moverte, ¿recuerdas?
Le hice caso a regañadientes.
Se dedicó a mordisquearme uno de los pezones. Después el otro. Aquella boca me volvía loco. Hacía maravillas con labios, lengua y saliva. Mientras continuaba alargó una mano y me acarició la polla. Estaba bastante dura, pero muy seca. Sin dejar de besarme se pasó la lengua por la palma de la mano y volvió a su sitio. Ahora sí. La piel de mi nabo reaccionó, flexible, y dejó el glande al descubierto. Empezó a masturbarme. A los pocos segundos ya estaba completamente duro y dispuesto. Yo esperaba que su boca bajara por mi vientre, que recorriera el cordón de vello oscuro que descendía por mi ombligo hasta mi sexo, y después avanzaba hasta acabar en mis grandes testículos, pero no fue así.
Se incorporó, mirándome a los ojos. Los suyos estaban febriles. Tan llenos de deseo como los míos. Tan hambrientos como los míos. Esa miraba devoradora no la había visto antes en ninguna mujer, y era parte de la atracción que sentía por aquel tipo.
JiMin volvió a humedecerse la palma de la mano. Lentamente. Observando cómo mis pupilas se dilataban a la espera de lo que se avecinaba. Humedeció a fondo mi polla y llevó una vez más los dedos a su boca. Pero esta vez el destino no fue mi miembro duro e inhiesto, sino la oquedad de su culo.
Gemí sin darme cuenta, porque sabía que había llegado el momento que llevaba esperando todo el día.
JiMin avanzó de rodillas, hasta encontrar la posición que buscaba. Su polla estaba tan dura como la mía. Gruesa y jugosa. Se sentó a horcajadas sobre mi ingle, y con una mano, me asió el carajo, buscando el orificio entre sus nalgas. Yo le ayudé con un movimiento de caderas, pero cuando iba a asirlo una vez más por las caderas volvió a ordenarme que estuviera quieto.
Consiguió encajarla a la primera. Yo sabía que su culo glotón ya estaba adaptado a mi tamaño, pero aun así no apreté, lo dejé hacer. Poco a poco se fue deslizando por el tronco palpitante de mi verga, empalándose, metiéndosela tan a fondo que solo se detuvo cuando llegó a mis testículos. Aun así presionó más hacia abajo, para que no se le escapara nada. Ni un centímetro de polla. Y se quedó allí sentado, conmigo dentro.
Me di cuenta en ese momento de que yo había estado conteniendo la respiración mientras lo empalaba. Solté el aire de mis pulmones con un gemido, y moví ligeramente las caderas arriba y abajo, para darle a entender que necesitaba follarlo ya.
Él sonrió. Estaba sudoroso. Se echó un poco hacia atrás para apoyas ambas manos en la tumbona. Y entonces empezó a moverse.

Ji-Eun me había follado así algunas veces. Muchas otras chicas con las que me había acostado también. Pero con JiMin... ¡Dios!.. con JiMin era completamente diferente. Aquella presión deliciosa que se ajustaba a mi polla y la comprimía. Aquel esfínter que se apretaba convulsionando sobre la superficie de mi polla para después relajarse. La velocidad justa de entrada y salida para volverme loco de placer.
Me cabalgó como un machote. Aceleraba y se detenía. Giraba en redondo. Hacia delante y hacia atrás.
Me corrí lanzando un grito ronco, agónico, mientras una oleada de placer se alojaba en cada fibra de mi cuerpo, como una tormenta que me dejó sonriente y desmadejado.
Esta vez JiMin no me pidió que se la dejara dentro. Él estaba completamente excitado. Tanto que un ligero hilo de semen descendía de su polla hasta los testículos.
Se sacó mi nabo con cuidado y avanzó de rodilla hasta sentarse sobre mi bajo pecho. Allí se masturbó. Mientras yo intentaba recuperar la respiración, disfrute de una excelente visión de su sexo, a solo unos palmos de mis ojos. Sus rotundos huevos cubiertos de una fina vellosidad rubia, subían y bajaban con cada movimiento de su mano, uno más arriba que el otro, hasta golpearme el pecho. La extensión de su polla aparecía y desaparecía entre sus dedos mientras se daba placer. Pero sobre todo me resultaba deliciosa la humedad caliente y muy jugosa de su culo, firmemente apoyado sobre mi pecho, que chorreaba los restos de mi semen.
Se corrió de inmediato. Apuntó la polla contra mi cara y se dejó ir. Noté el impacto del chorro blanco sobre mi boca, sobre mis pómulos, sobre mis ojos. Enredándose en mi corto cabello. Tres oleadas que fueron acompañadas de un largo gemido y de un movimiento compulsivo de sus caderas.
Cayó desvanecido sobre mí, abrazándome muy fuerte, aún tembloroso del esfuerzo que acababa de hacer.
Aparté el líquido seminal que me impedía verle y lo hice desaparecer con la lengua. JiMin aún jadeaba, aunque sus labios esbozaban una sonrisa feliz.
―¿Te ha gustado? ―me preguntó.
―Eres increíble ―le respondí―. Creo que me he vuelto adicto a ti.
Su sonrisa se amplió y me besó en los labios. Fue algo tierno. Delicado. Sin prisas. Después se apartó. Sus brazos temblaron cuando alzaron su cuerpo. Estaba tan exhausto de sexo como yo.

―Ahora sí debemos marcharnos ―me dijo―. Un baño rápido para limpiar todo esto y volvemos a puerto.
Asentí. Era inevitable. Al día siguiente no podríamos vernos a solas. Las chicas estarían con nosotros todo el tiempo y tendríamos que ir a la barbacoa y a la recepción de la noche. ¿Había sido esa nuestra última vez hasta que JiMin lograba volver de Europa muchos meses más tarde, si es que lo hacía? Decidí no pensar en ello, porque acababa de comprender que me había metido en una dirección que no tenía vuelta atrás.

ADICTO | SAGA HOMBRES CASADOS #1 | ADAPTACIÓN Y.M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora