┊Capítulo diecisiete

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Voces. Murmullos. Palabras.

Todo aquello, era lo que Hinata podía oír. Más, no había nadie ahí, además de ella.

Cada paso que daba parecía interminable, el tono blanco a su alrededor se expande a sus costados, sobre su cabeza, bajo sus pies.

¿Dónde se encuentra? No lo sabe, pero, curiosamente, no siente miedo al verse sola.

¿Hola? —pregunta en voz alta. Siente el eco de su propia voz.

Sus ojos recorren la zona intentando encontrar algo más, tal vez un poco más de color en medio de esa nuble blanca que la rodea.

—¿Hay alguien ahí? —vuelve a decir. Nada. Solo es su voz quien le acompaña.

Hinata suspira y se abraza a sí misma. No sabe cómo ha llegado hasta ahí, tampoco tiene recuerdos certeros de lo que ocurrió hasta antes de eso, pero su cuerpo está tan a gusto y su alma tan tranquila que no puede quejarse.

Avanza, avanza y sigue avanzando por el lugar. Blanco. No hay un fondo exacto, ni una dirección de la cual guiarse, pero si hay ruido. Uno pequeño, casi inexistente.

Agudiza su audición, probablemente solo sea su impresión. Tal vez está tratando de hacerse de respuestas para saber dónde se encuentra. Sin embargo, aún si se trata de su intuición, la sigue sin chistar.

Con forme avanza, la visión ante sus ojos va cambiando. El blanco poco a poco comienza a desaparecer, tornándose de un tono diferente. Ahora hay un cielo sobre su cabeza, un lindo e iluminado cielo de primavera. A su alrededor hay un montón de árboles que crecen y crecen. Pasto, flores, arbustos. El canto de suaves pajaritos.

—¿Qué es esto? ¿Estoy soñando?

La respuesta, finalmente, llega a ella más pronto de lo esperado. Una voz masculina y gruesa llega a sus oídos. Una voz a la que su subconsciente parece reaccionar, pero no sabe por qué.

—No. No es un sueño —dice la voz. Hinata gira sobre su propio eje. —. Aunque si así lo quisieras, entonces podría ser uno.

Hinata finalmente lo osberva de frente.

A pocos metros de ella, a una distancia que era fácil de romper se hayaba un hombre alto de cabello largo y castaño, el cual llevaba atado en una coleta baja. Sus ojos, idénticos a los suyos, fueron los que terminaron de parecerle conocidos, y no porque Hinata también los tuviera, sino que, verlo a él, era como ver a su hermana menor, o a su padre. Él...

—¿Quién eres? —Hinata ladea su cabeza. Sus pies avanzan sobre el césped. El hombre frente a ella la observa con una minúscula sonrisa, más no mueve un solo músculo de su cuerpo. —. ¿Te conozco?

—Por supuesto —el asiente. —. Nos conocimos durante toda una vida... O bueno, al menos hasta antes de que yo dejara de tener una.

—Oh... Eso quiere decir que tú estás...

—¿Muerto? Sí —asiente nuevamente.

—Pero... ¿De dónde nos conocemos? —él guarda silencio, y entonces Hinata recuerda la condición en la que vive actualmente. —. Uhm... Yo en realidad no puedo recordarte... Tuve un accidente y...

—Perdiste la memoria. Lo sé.

Hinata abre su boca sorprendida.

—¿Cómo lo sabes?

—Desde aquí puedo verlo todo.

—¿Desde... aquí? —Hinata observa a su alrededor, sin entender.

Not remember you ┊NaruHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora