Capítulo 6

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Camino siguiendo las zancadas de Chase, quien está a solo dos pasos de mí. Por algún motivo, que aún mi cerebro no logra procesar, ha esperado a que compre la bebida para irnos juntos —bueno, no tan «juntos»— al edificio. Podría haberme dejado sola, pero no lo ha hecho. Sinceramente, esto me asusta; en realidad, me asusta ¡todo! Digo, hace unos minutos estaba siendo acorralada por Mika en el callejón de la tienda, sintiendo ese olor putrefacto de la basura; yo misma olía a muerte... Y ahora, miro la espalda bien formada de Chase y cómo su cabello castaño se mueve con la brisa mientras camina unos pasos por delante de mí.

Se ve y se siente tan extraño que al entrar al edificio él abra la puerta por mí y la sostenga para que entre, como todo un caballero, que hasta el Sr. George se nos ha quedado viendo con perplejidad.

Vaya, ¿quién lo diría? Chase tiene modales, eso es nuevo en él. Los dos nos detenemos frente al ascensor, esperando que baje hasta la planta y abra sus puertas. Todo esto ha sucedido en silencio, sin hablar nada, por lo que admito que me siento algo incómoda con todo. Antes de subir, nos miramos de reojo, la última vez que subimos juntos al ascensor quedamos atrapados y no fue agradable. Un recuerdo bochornoso hace su aparición cuando entramos. No debería estar recordando cómo terminamos juntitos los dos después de mi intento fallido por abrir la escotilla del ascensor, pero lo hago.

—¿Sabes quién del edificio tiene un gato? —pregunta apretando los botones.

Frunzo el ceño temiendo decir que yo tengo uno negro llamado Pato al que le gusta pasearse por el edificio como si fuese el dueño. Pero que saque el tema de pronto es bueno. La tensión que surgió y mantuvimos durante todo el camino ha desaparecido, no puedo creer que hagamos como que nada ha sucedido.

—¿Por qué?

—A mi habitación siempre entra uno y me araña la mano —informa alzando su diestra y mostrándome un largo rasguño—. Juro que si vuelvo a ver ese gato lo lanzaré desde el balcón.

—¡Oh, la perfecta piel de Chase está dañada! —digo sin pensar. Bueno, eso debería haberlo dicho en mi cabeza, pero no, ese comentario sarcástico ha salido disparado de mis labios.

El ascensor se detiene en el séptimo piso.

—Para ser una nerd invisible eres muy cruel... —limpia una lágrima invisible del rabillo de su ojo y luego sonríe. Las puertas se abren y nuestros caminos se separan.

Bueno, Michi. Algo bueno has sacado de este extraño día: tu gato también odia a Chase.

Los gritos de mamá desde el otro lado de la puerta me indican que ya es hora de levantarme. La chatarra que tengo de celular con suerte sirve para recibir llamadas, pues es tan viejo que ni siquiera tiene teclado táctil y su alarma no funciona como yo quisiera. No lo he cambiado porque la tecnología y yo no vamos de la mano, así que soy una fuente factible para todos los que dicen que estamos en una generación tecnológica. Pues no señores, aquí su narradora les informa que apenas sabe cambiar el fondo de pantalla a su computador. Anne dice que debí nacer en el siglo pasado y, seriamente, comienzo a pensar lo mismo.

Mi cabello enredado está en sincronía con mis pensamientos, porque apenas me levanto tropiezo con la ropa tirada en el suelo y mis zapatillas regadas por la alfombra. Soy un desastre, mis pensamientos y mi motricidad también lo son.

Mamá golpea una vez más la puerta de mi cuarto.

—¡Ya desperté! ¡Por un demonio, ya desperté! —le grito a todo pulmón.

Soy alguien normal que, como todas las mañanas, despierta de mal humor.

—¡No vuelvas a decir eso o tendrás que reencontrarte con Betty, Michelle!

Rompiendo tus reglas ⚡️Versión antigua ⚡️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora