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Gracias a mi estupidez tendré que comprar, por mis propios medios, una laptop para así poder hablar por vídeo llamada con Houston... ¡Ah!, y para hacer los trabajos que me demanda el colegio. Cuando estropeé mi antiguo computador pensé que mis padres dirían que me comprarían otro, pero no, una vez más mis suposiciones son incorrectas. Por lo que he decidido buscar un trabajo que no sea tan complejo para una adolescente hormonal y complicada como yo. Le he pedido prestado el periódico a papá y busqué la lapicera azul que guardo en mi estuche.

Ya preparada, entro en mi habitación para hacer un espacio sobre el escritorio donde hago los trabajos escolares. No es el mejor escritorio de la vida, ni parece uno sacado de alguna oficina; más bien es un cubo pintado de blanco donde apenas cabe un atlas abierto. Hojeo las páginas del periódico hasta dar con la sección donde se publican los anuncios laborales. Hay muchas solicitudes que buscan profesionales: contadores, secretarias, auxiliares; pero nada que una simple estudiante, como yo, pueda hacer. Podría falsificar un diploma universitario, papeles y hacerme pasar por una profesional, aunque todos sabemos que es una idea de lo más absurda; pues, mi cara parece la de una niña de doce años y, además, no tengo a nadie que falsifique un diploma.

Mejor continúa buscando, ¿quieres? No es tiempo de pensar en cosas absurdas.

Repaso la siguiente página, al igual que la anterior no parece haber un anuncio que facilite mi búsqueda. De hecho, los avisos ya casi van dedicados a mujeres mayores, por parte de hombres desesperados que buscan satisfacer sus apetitos sexuales.

«Hombre soltero busca mujer casada; mayor de 40 años que busque unas horas de pura diversión. Llamar al...»

¡Cielos!... ¿En serio alguien está así de necesitado? Había escuchado decir a no sé quién, que las personas, que son adictas al sexo, llegan a un punto de desesperación donde más que tener relaciones se vuelve una necesidad. Que sea adictivo y sumamente complaciente no justifica que las personas busquen a otros por un periódico que parece serio. Por Dios, yo buscaba un trabajo no perder la fe en la humanidad. ¿Y qué es eso de «casada»? ¿Qué clase de fetiche es ese? No, no. Si quieren satisfacer sus tontos fetiches pueden ver porno por internet, no malograr un periódico serio.

Ya, me concentraré en los trabajos.

«Miau...»

Aquel maullido era de Pato, mi querido gato, se escucha desde el ventanal. Allí estaba sentado, con una patita arañando el vidrio, me está mirando a la espera de que, al escuchar sus suplicantes maullidos, le pueda abrir la ventana. Generalmente, no sé dónde suele meterse, ni tampoco cómo es que está cada día más obeso, parece una pelota negra. Dicen que los gatos suelen tener más de una familia, pero dudo mucho que él tenga otra y menos la familia Frederick. Pato odia a Chase y yo disfruto ver a Chase escribir por las mañanas con sus manos arañadas.

Mi gato y yo somos tal para cual.

Me levanto de la silla y camino hacia el ventanal. Mi gato sigue cada uno de mis movimientos sin dejar de maullar hasta que abro la ventana.

—Hola, Pato —lo saludo. Él se pasea por mis piernas para luego subirse sobre mi desordenada cama.

Con el ventanal abierto, observando los edificios del frente, me quedo inmóvil unos segundos con la intención de escuchar el ruido del ambiente. Mas no quiero escuchar los motores de los autos andando en la calle, ni los gritos molestos de los vecinos del piso de arriba, ni cómo el vecino del piso de abajo toca violín. Quiero escucharlo a él. Quizás sea para no perder la costumbre de hablarle cada vez que me asomo por el balcón. Quizás, es que quiero matar el tiempo un rato con nuestras discusiones absurdas. Quizás, inconscientemente, quiero ver su horrible cara. Use las razones que desee para explicar el que me quede quieta, intentando descifrar si está en su cuarto, con su pijama ya puesto. Tal vez, es mi subconsciente que se esmera en hacer el ridículo frente a Chase.

Rompiendo tus reglas ⚡️Versión antigua ⚡️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora