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Me contemplo una vez más en el espejo, mientras, intento calmarme lanzando un suspiro entrecortado. Estoy nerviosa, aunque creo que está demás decírselos.

—Michi... —Mamá llama. La miro desde el reflejo del espejo asomarse por la puerta. Ella ya está maquillada para la grandiosa ocasión por la cual muero de nerviosismo y ansiedad. Me recorre con su mirada, de pies a cabeza, deteniéndose en mi rostro. Una sonrisa cariñosa se clava en su rostro—. Oh, Michi, estás hermosa.

Entra a la habitación permitiendo que vea su vestido rojo.

—Tú no estás nada mal, mamá —le digo, meneando las cejas de arriba abajo—. ¿Y papá?

—Te está esperando en la sala, creo que ya es hora.

Acomoda mi cabello y toma mi cintura, en medio de un suspiro que provoca un cosquilleo en mi cuello. Me abraza atesorando el momento madre e hija. Ella también está nerviosa. Ambas miramos hacia el espejo sin decir nada más. Apoya su barbilla en mi hombro sin despegar sus ojos marrones —los cuales heredé— de mí.

—Estás tan grande —pronuncia con melancólica. Sus ojos brillan a través del espejo y hace un gesto como deseando llorar, pero se aguanta—. Aún recuerdo cuando corrías por el patio de mamá desnuda... y ahora...

Comienza a sollozar.

—Mamá, no te pongas así —me giro hacia ella para consolarla—. Sólo es una graduación, lo dices como si fuese a casarme o algo por el estilo.

—Sí, pero luego de todo esto te marcharás a la universidad estatal y... y... —agita sus manos para secar las lágrimas de sus ojos sin estropear su maquillaje—. ¿Qué haré yo sin alguien para los mandados? ¿Quién cargará las bolsas del supermercado? ¿Quién limpiará las asquerosidades del gato?

Blanqueo los ojos en otra dirección, mientras niego con la cabeza. Algo me decía que ese gesto de acercarse a mí tenía algo oculto. Pues bien, allí lo tienen. Mi querida madre no soporta la idea de tener que avanzar a una etapa más difícil en mi vida, después de todo, soy su única hija. Aunque diga todas esas cosas absurdas, sé que en el fondo —quizás muy, pero muy en el fondo— le importa que su hija se ausente y teme por su vida, y no llorisquee por cosas como las pachotadas que dijo.

—Bueno, vámonos ya —le apresuro—. Chase y Margareth debe estar esperándonos.

Me doy un último vistazo en el espejo.

Salimos de mi cuarto encontrando a papá dormitando en el sofá. Sus ronquidos se pueden escuchar por toda la sala. Para su buena fortuna, él ya está arreglado vistiendo un traje negro, y como nosotras tardamos más en arreglarnos, seguro tuvo la brillante idea de dormir unos minutos para liberar a su bestia interior. Mamá lo despierta dándole palmadas en el hombro; yo me mentalizo una vez más.

Después de todo este tiempo, el momento más esperado de mi trascurso por los largos pasillos de Jackson cediendo por cuatro años a las tres reglas, matándome lentamente con los estudios y soportando por un año a mi vecino. Hoy me gradúo para así entrar al tan temido mundo universitario. Pero eso no es lo que me tiene ansiosa, sino la entrega de mi esperado diploma de honor a Mejor Estudiante. Tan especial es la ocasión que hasta un lindo peinado me hice y me maquillé —con muchísimo esfuerzo— para la fotografía. Ah... ya me puedo imaginar junto al director posando para la foto con el diploma.

Papá despierta algo asustado, mirando a su alrededor. Una vez en sus cinco sentidos, se levanta del sillón, se acomoda la corbata y nos hace un ademán para que salgamos.

Rompiendo tus reglas ⚡️Versión antigua ⚡️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora