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La risa estruendosa de Margo y mamá me arrebatan de un tirón del mundo de Morfeo, trayéndome de vuelta al mundo terrenal.

Aunque hoy debería estar de buen humor, puesto que recibiré mi primera paga, no me gusta para nada el tener que despertar cada mañana de mis vacaciones con las risas de esas dos. ¿Es que ya no existe consideración por las personas que trabajamos arduamente día a día?

Al parecer no.

Houston, siempre quise decir eso.

Me levanto del sofá tirando el cubrecama, que me sirve para no morir de hipotermia por la noche, al piso. Ni siquiera estiro mis huesos al levantarme; ya me estoy acostumbrando a dormir en el estrecho sofá —o mejor dicho, en mi nueva cama—. No se sorprendan si en un tiempo más me describo caminando como Gollum, prácticamente ya estoy encorvada, tengo una pequeña obsesión con los estudios (que vendría siendo «mi tesoro») y mi voz parece más chillona con el frío invierno. Pero como dije antes, intentaré hacer el esfuerzo de verle el lado positivo a mi día.

¡Hoy recibo mi primer pago!

Ya me hago una idea de todo lo que me podría comprar, pero debo priorizar mi nueva laptop. Luego viene lo demás.

—Buenos días —saludo.

Mamá me hace un gesto al ver que me estoy rascando el trasero frente a Margo y su esposo. Blanqueo los ojos para dejar mi deliberado movimiento para otra ocasión. Vamos, todos tienen la necesidad de rascarse alguna zona del cuerpo cuando despiertan ¿por qué no rascarme el trasero? Estamos en familia. La familia es confianza.

Claro, pero lo estás haciendo cuando ellos están desayunando.

Bueno, quizás sea desagradable hacerlo cuando los cuatro están desayunando.

Me siento junto a mamá y papá, frente a un tazón vacío. Sobre la mesa, alrededor de la panera, hay una variedad de cosas para echarle al pan. Parece que todos se levantaron temprano hoy y salieron a comprar al minimarket. Junto a Margo, el pequeño John continúa durmiendo dentro de su coche.

Ese pequeño tiene la culpa de que aún esté oliendo a leche avinagrada y de que tenga que usar una escuálida blusa como pijama.

—Mi yerno querido te estaba buscando en la mañana —comenta mamá, causando que mis mejillas se ruborizaran cuando hago recuento de sus palabras dentro de mi cabeza. ¿De verdad le ha dicho «yerno querido»? Eso es tan vergonzoso.

—¿Qué quería? —interrogo, poniendo en el tazón una cucharadita de café.

—Despedirse, dijo que tendrá que hacer un viaje.

Después de tomar desayuno, salgo al pasillo del edificio para golpear su puerta. La sensación es extremadamente rara. Digo, hace mucho tiempo que no golpeaba la puerta de su departamento para verlo, pues cuando dormía en mi habitación solo saltaba a su balcón y ya. Ahora las cosas han cambiado, por lo que esa sensación furtiva de saltar de un balcón al otro es un recuerdo casi melancólico. Agradezco a Chase por su astucia y cautela al no saltar a mi balcón ahora que Margo y John ocupan mi habitación. ¿Se imaginan si descubren que Chase saltaba a diestra y siniestra a mi cuarto por las noches? De seguro papá agarraría a Betty para darle una lección de vida que no olvidaría jamás.

Golpeo la puerta blanca provocando un eco por todo el pasillo.

En segundos, la puerta se abre enseñando el rostro de Chase. Puedo notar que tiene el cabello más alborotado que de costumbre, el cual combina a la perfección con la mirada perspicaz que me da.

—Lo siento, yo no encargué a un zombi. —Se hace ánimos de cerrar la puerta, pero coloco mi pie impidiendo que lo haga.

—¡Chase! —exclamo, frunciendo las cejas.

Rompiendo tus reglas ⚡️Versión antigua ⚡️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora