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Lea Williams/Ocho Hargreeves

Five se fue a su habitación, murmurando algo inaudible para el resto. Yo me quedé un momento en la sala antes de decidir que era hora de buscar a Vanya. Había prometido enseñarle lo que aprendí en el entrenamiento, y no iba a romper esa promesa.

—¡Vanya! —golpeé su puerta con suavidad al principio, pero luego aumenté la fuerza—. Soy Lea.

—¡Voy! —escuché su voz al otro lado, ligeramente sorprendida—. ¿Qué sucede?

—¡Ya tengo cosas que enseñarte! —respondí, tratando de contener mi entusiasmo, pero fallando miserablemente.

—¿En serio? ¡Genial! —Vanya abrió la puerta de golpe, con una sonrisa mezcla de sorpresa y emoción—. Estoy lista.

—Genial, porque será un arduo trabajo —advertí, imitando el tono severo de Reginald—. Perderás el aliento, el optimismo, las ganas de seguir adelante...

—Ok, ya entendí —Vanya me interrumpió con una risa nerviosa, pero me tocó el hombro con un gesto tranquilizador—. Estoy lista, en serio.

Nos dirigimos al pequeño espacio en el que sabía que podríamos entrenar sin interrupciones. Mientras caminábamos, repasaba mentalmente cada movimiento que Five me había enseñado, tratando de recordarlo con la mayor precisión posible.

—Empecemos con lo básico —dije finalmente, tomando una posición defensiva como me había mostrado Five—. Trata de imitar mis movimientos.

Concentrada, Vanya replicó cada golpe, cada patada, cada giro. Sorprendentemente, se le daba bien. A pesar de que al principio sus movimientos eran un poco torpes, pronto empezó a coger el ritmo, replicando mis acciones casi a la perfección.

—Creo que soy una buena maestra... —murmuré para mí misma, un poco impresionada por nuestros progresos—. Eso es todo lo que aprendí hoy.

Vanya se detuvo, inclinando la cabeza ligeramente como si estuviera considerando mis palabras.

—Es raro. Five suele ser mucho más exigente... Al parecer hoy estaba cansado.

—Tal vez —contesté con una vaga duda, recordando lo extraño que había actuado—. Bueno, me voy para que puedas seguir tocando el violín otro rato.

—Gracias, Lea —respondió Vanya con una sonrisa sincera—. Nos vemos luego.

Le devolví la sonrisa y me dirigí hacia la puerta. No tenía un plan concreto sobre qué hacer después, así que comencé a vagar por los pasillos. El silencio de la mansión era casi ensordecedor. Al pasar por la habitación de Five, escuché un gruñido que me hizo detenerme en seco.

—¡Rayos! —murmuró alguien desde el interior.

No pude resistir la curiosidad. Sin pensarlo dos veces, toqué la puerta.

—¡Pasa! —dijo la voz de Five.

Abrí la puerta lentamente, sintiendo una mezcla de curiosidad y precaución. Five estaba de pie frente a una pared cubierta de cálculos y ecuaciones. El aire estaba impregnado de tensión, como si la habitación misma compartiera la frustración de su ocupante.

Llenando Los Vacíos [Five Hargreeves]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora