Making a lover

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Las ganas de volver a verlo en la cafetería eran constantes, al igual que las ganas de jorobarle tanto para que pierda la cordura.



-¡Dei! -gritó Kurotsuchi cuando vió a su hermano correr hacia ella antes de que llegara, ella estaba temblando y nerviosa por el accidente antes mencionado, sus manos temblaban y un frío corría por toda su espalda, se sentía como si estuviera en los peores invierno de Shinsekai y sin alguna prenda abrigadora.

La pequeña adolescente se lanzó a los brazos de su hermano mayor, con el gran susto que recibió el rubio la abrazaba como si hubiera sobrevivido a la muerte, no la iba a reprender por impertinente, él entendía perfectamente que su motivación era ayudar con dinero en la casa, pero se sentía culpable de que él mostrara una imagen que en la casa falta dinero o le haga sentir eso para que ella haga lo que hizo hoy, por esta y más razones se siente culpable de no haber entrado a la universidad porque él mismo no quiso. Fue muy egoísta de su parte, sólo pensó en él y no en las personas que ama.

-Tranquila Kurot, ya estás a salvo, todo estará bien -la abrazó con recelo, miró frente a él y se encontraba un chico, llevaba el mismo uniforme que su hermana, debe ser el compañero que le ayudó.

-Perdón, Dei... -se limpiaba las lágrimas en el cuello de su hermano-. No debí.

-Oye, oye, ¿qué pasa? No te sientas así, estás sana y salva, esas cosas se pueden volver a hacer, tranquila.- sonrió un poco, era mejor aliviar los nervios de su hermana.

-Igual, perdón, el abuelo se va a molestar

-¡¿De qué hablas?! ¡Obviamente no! El viejo no dirá nada, porque le vamos a contar, va a entender todo, tranquila Kurot.

-Ay Dei...- sólo se sintió peor con esa respuesta.

-Pero, Kurot, no te pongas a llorar, chica -hizo que se separara un poco para poder levantarle el mentón y hacer que le mire a sus ojos, trató de dar la mirada más amorosa y comprensible que pudiera.

-Dei... yo sé que les cuesta mucho la arcilla y que...

-No, Kurot, ya, tranquila pequeña, Deidara se encargará de todo, no te sientas mal -sonrió tratando de limpiar las lágrimas de la azabache-. Ahora... vamos a casa, ¿te apetece?

La azabache de cabellos cortos asintió, Deidara se despidió del chico que ayudó a su hermana y le regresó el teléfono, claro, también un agradecimiento por haberle dado una mano. Pasó su brazo por el hombro de su pequeña hermana, la consolaría en todo el camino.

Se concentró en su pequeña hermana, olvidándose de que dejó su turno en el trabajo. Cuando estaban a mitad de camino, pensó, <<Ahora ese viejo si que me va a matar>>, ignoró aquel pensamiento, primero era su hermana.

<<Pero ese chico>>, se acordó de que atendió a aquel azabache demasiado atractivo, ya no podía arrepentirse, primero era su hermana y ese chico recién me conocía, pero internamente se culpaba por incluso haber considerado quedarse con ese desconocido antes de estar con su hermana, la soltería le estaba afectado demasiado.

"La que tendremos los dos en algún futuro si logras expresar bien lo que sientes rubio", esas palabras resonaban en su cabeza, le dijo... "rubio", ¡ya basta, Deidara! No tienes dieciséis años como para estar pensando en esas tonterías, debería golpearse para eliminar por completo de sus pensamientos la sonrisa del azabache, era atractivo, pero nunca más le volvería a ver, lo sabía.

Llegaron a casa y Onoki se sorprendió al ver a sus nietos entrando, Deidara debía estar trabajando y Kurotsuchi en el instituto, se alarmó y se acercó a sus nietos preguntando qué sucedió.

Antes de que la menor hablara, Deidara le explicó a su abuelo, sabía que si hablaba Kurotsuchi probablemente lloraría en mitad de su explicación.

-Abuelo, Kurot quiso ayudarnos con la venta de garaje, donde ponemos nuestras esculturas, quiso llevar unas a su instituto -Onoki levantó su ceja mirando a Kurotsuchi, Deidara se dió cuenta y sabía que por la cabeza de su abuelo pasaba la idea de que "rompió todo"-. Espera, no hagas conclusiones, aún no termino de explicar, quiso venderlas, pero cuando estaba yendo caminando al instituto le robaron todo, hasta las esculturas, por eso Kurotsuchi me llamó a través del teléfono de su amigo, para que vaya a recogerla. Abuelo, no quiero que...

Interrumpió las palabras de Deidara, ya que Onoki se acercó a su nieta, como Onoki no era alto, era de la estatura de la adolescente, la abrazó y esta echó a llorar.

Deidara bufó, para después sacar una sonrisa de calma al ver como su abuelo se lo tomó a bien, habrán perdido los materiales y el dinero, pero por lo menos Kurotsuchi estaba a salvo. A veces su abuelo era realmente amable, no le culpaba por su frialdad, ya que él también era a así... después de todo, sólo eran ellos tres.

Se separaron y el mayor le limpió las lágrimas a su nieta, esta tenía los ojos hinchados por haber llorado, pero su abuelo le brindó una sonrisa de cariño, repitiéndole que no era su culpa, que eran culpa de...

-¡Esos japoneses que se creen la gran cosa, van a ver que yo mismo me encargaré de decirle lo hijos de...!

Bueno, era un coreano, qué iba a hacer, su abuelo estaba furioso y era normal, cada día que venía molesto daba un discurso de odio hacia los japoneses, era muy necio, pero qué se le iba a poder hacer.

Una idea cruzó su mente, a él le gustó un japonés... si un día vuelve a ver a ese chico, seguro que su abuelo lo mataría.

Suspiró, se quedó parado en el umbral de la cocina, mientras Onoki miraba a su nieta contando otra historia sobre Corea, diciendo que ellos eran grandes propietarios de... ya ni le presta atención, su abuelo vive mucho en el pasado, pero aún así prefiere hacer el que escucha, antes que regresar a la cafetería a trabajar, mientras su jefe de mierda le grita con su aliento de café con leche. Detestaba la leche, le producía arcadas sólo tomarla.

Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora