Algo mejor que hacer

39 6 0
                                    


Todos me dicen que cargare con la cruz de lo que pude haber sido, con el remordimiento de que no he logrado nada.



Ese día el sol decidió no salir, pero había una esperanza de que saliese por la tarde; estaba todo gris pero eran recién las siete de la mañana, su turno iniciaba a las nueve aunque a veces tenía que llegar temprano por si tuviera que limpiar o arreglar las mesas. 

Ahora si que tendría problemas con su jefe, bueno, ¿lo peor es el despido, no? Sabe que es autista su jefe y le interesa muy poco su vida, es normal, pero su hermana ayer casi fue agredida físicamente y no podía quedarse con los brazos cruzados. No podía ser despedido... estaba siendo muy inconsciente estos días, una opción no era quedarse desempleado. Era un trabajo de ocho horas y con salario mínimo, podía vivir con eso y mantener a su familia, sin ese trabajo su familia se iría al caño.

Medito, miraba todo a su alrededor, ahora ya no podía arrepentirse de su decisión, debía seguir... alzó la mirada y se continuó arreglando el cabello.

No entendía porqué pasaba tanto tiempo en el espejo, siempre uno delante suyo cuando tenía que salir, fuese trabajo o no. Se estaba haciendo la coleta lo más alto posible, estorbaba cuando tenía que recoger cosas y el cabello se le caía encima. ¿Cómo el resto de mujeres trabajaba con el cabello suelto? Que cansado y que valor.

Abrió su delineador negro, esperaba que por lo menos esta mañana saliese normal, no tan grueso y que tenga que demorarse veinte minutos más por no saber arreglarse. Salió bien esa mañana, así que no se tuvo que desmaquillar siete veces, unas dos estuvo bien.

Sonrió, se veía bien; como si de un pensamiento intrusivo se tratase, pasó por su cabeza la imagen del azabache triste y coqueto de el día anterior. Sonrió al recordar su risa, estaba solo y  no se avergonzaba de recordarle, pero también de que ese azabache era de otro lugar. 

Deidara conoce Shinsekai como la palma de su mano, siempre en su juventud le gustaba viajar por el metro junto a sus amigos, pero a ese chico nunca lo había visto. Sin contar su ropa, debía ser de Tokyo, probablemente sólo vino de viaje y se iría. 

Una idea más cruzó su mente, y era la que probablemente esté alejando más de él, formar una familia. Él tenía a su abuelo y hermana, pero ¿formar él una? ¿Con qué tiempo? Su hermana necesitaba educarse, su abuelo vive con la poca pensión que tiene, no puede irse de su casa. El día que Kurotsuchi esté titulada y trabaje, ese día pensará en el "con quién formare familia", pero ya estará viejo.

Ahora mismo no es un buen partido para cualquier hombre japonés, es un rubio ojo azul, bueno; sin estudios superiores y con un salario mínimo, una familia la cual mantener, sin tiempo disponible, ¿sigo? Era una ilusión suya creer que podría conseguirse un hombre, ese chico era lindo, pero no era para él. Lo que debía hacer es conseguirse un hombre que trabajase y estuviera en su misma clase social, ese sería su destino, tal vez en un futuro tener un hijo y... bueno.

Se lamentaba de no haberse ido a estudiar en la Universidad de Bellas Artes.


Con suerte, con tiempo, logró llegar primero a la cafetería y empezaría a limpiar todo. Si no se encontraba nada, lo mejoraría, debía hablar con su jefe y hacerle considerar si quiera el hecho de que no le despida. Se acercó a los mandiles que estaban colgados en el perchero, cada uno tenía en la parte del pecho el nombre del portador. 

Sacó el mandil y cuando puso su mano en el bolsillo de este, notó algo raro, ¿qué era? Arrugó su entrecejo, recuerda que no dejó nada, pero duda que alguien se haya confundido. 

Era una servilleta, tal vez cuando quiso secarse las manos la usó, pensaba en desecharla, pero vio un color azul en esta y se sorprendió, la abrió porque estaba escrita con un bolígrafo.


Hola! 
Soy el chico del café de ayer, mi nombre es Itachi, me gustaría saber el tuyo y si un día puedo salir contigo. ¿Creo que el que lo pidió primero fui yo, no? Si no te sientes cómodo no me respondas.
Si quieres salir conmigo aquí está mi número ----> (03) XXXX XXXX


Se sorprendió, ¡él estaba a punto de tirarlo a la basura! ¡Pero que tarado! Ahora tenía otra sorpresa, ese chico era de Tokyo, lo que pensó en la mañana fue cierto y ahora mismo estaba sorprendido, ¿era brujo? O ese chico estaba loco como para viajar de Tokyo a Shinsekai. Sí que lo estaba, ese viaje debe ser más de cuatro horas... 

¿Por qué se preocupaba? Algo malo estaba pasando y debía dejar de lado su instinto de ayudar a la gente.

-¿Por fin decidió llegar, Kamiruzu? -ese era su jefe, es que, era un madrugador, por primera vez en su vida le había ganado y perdió su tiempo leyendo aquella servilleta, parecía un mocoso del instituto.

-Lo siento mucho, jefe, de verdad -se volteó, su jefe se encontraba detrás de este con un rostro de enojo y le entendía, se había pasado de irresponsable toda esa semana, y sus disculpas no eran de ayuda. Probablemente tenga un día entero de descuento, pero eran las consecuencias...

-¿Cree que con un "lo siento" va a tapar su irresponsabilidad y su inconsciencia? 

Estaba enfadado, lo sabía, su voz se notaba que si decía algo que no debía, no dudaría en gritarle y reprenderle. Solo agachaba la mirada, mostraba arrepentimiento pero no sumisión, eso era muy distinto. 

-¿Lo tengo aquí para que lea servilletitas que le dejan los clientes? 

Ahora si que tenía excusa para despedirlo, "incopetente idiota que se liga a los clientes", mierda...

-No, no tenía ni la menor idea de esat servilleta, no quiero que esto involucre mi campo laboral.

-No he dicho que me responda, cállese. Usted me está buscando problemas, Kamiruzu. Faltó un día de labor y llegó tarde con la excusa de una obra, ¿me cree idiota, Kamiruzu? -Deidara le miró y negó, preferiría callar todo, no daría excusas y que su jefe juzgue todo. Si se detiene a hablar seguro le iría peor-. Pues parece que si me ve como un imbecil que puede meter comentarios de que sufre, de que no tiene ayuda, ¿cree que me importa? Son sus problemas -¿ahora entienden el porqué le llama autista a su jefe?-. Si no es competente para ayudar en su casa, ¡es que es mi culpa! ¿Por qué contraté a alguien tan inútil? 

Ahora iba con su largo diálogo de que se apiado de Deidara, porque era joven y sin experiencia laboral, un doncel con un cargo muy excepcional. Ese sería su reproche, nacer mitad coreano mitad japonés, ser doncel, que sus padres se hayan muerto. ¡Todo era su culpa! Según el pensamiento estupido de su jefe era así.

Ignoró el resto de sus palabras, era infantil hacerlo; sabía que estaba siendo irresponsable, no lo haría más. Pero no planeaba escuchar a una persona que se desquita con jóvenes con más posible potencial que él.

No se sentiría mal por las palabras de un idiota. 

 









Una nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora