Alguien como tú

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-Te voy a esperar el tiempo que sea necesario, no quiero asustarte pero tampoco quiero alejarme.
-Ni yo a ti, no quiero alejarte.







Nueve y cuarenta y tres de la noche, se encontraba en el taller del abuelo de Deidara, Onoki; era una sorpresa su reciente llegada pero, sabía los horarios del rubio. Su hora de trabajo culminaba a las ocho y cincuenta, no entendía porqué no llegaba. ¿Hacía horas extra?

No lo sabía; seguía lijando la madera, procuraba no producir tanta bulla, pero no podía evitar que el polvo se levantase. Usaba una mascarilla para no enfermarse.

-Sasori -le llamó a espalda suya, volteó aún con la mascarilla puesta, era Onoki. Usaba una camisa azul y su pantalón combinaba con este, se notaba ligero, era su pijama, ¿acaso era tan tarde?-. Oye, ¿aún no llega Deidara? -negó con la cabeza.

El mayor parecía enfadado, escuchó un "ese mocoso", se dio la vuelta y le dejó otra vez solo a Sasori. ¿Debería seguir esperándole? Mejora era dormir, no, Deidara debía regresar a casa.

Diez y cincuenta de la noche, se encontraba lavando con tiner la madera, se olvidó del tiempo, en su subconsciente recién serían las diez de la noche, no casi las once. Ignoró su móvil y sus audífonos era lo único que tenía.

Recuenrda con cariña la cochera del abuelo de Deidara, el lugar donde aprendió todo, ese era, su razón y motivo; cada vez que regresaba del instituto era esto, su veraddero hogar, el taller. Ahora mismo tenía uno en Tokio, pero no se comparaba a este.

Marcas en la madera, acrílico y espacios cerrados para remojar la cerámica, este lugar era un tesoro y cuantos más años pasase, lo seguiría siendo.

Recuerda que Deidara y él desde las cuatro de la tarde empezaban. Ambos eran guiados por Onoki y potencialmente influenciados en el arte coreano. Deidara, a diferencia de él y sus primeras creaciones de cerámica coreana, fueron con una influencia altamente japonesa, que a diferencia de la coreana, usaba tonos calidos. No cabe mencionar que esto enfadó a Onoki.

Discueron, porque Deidara no represantaba a la cultura coreana, aún recuerda lo que le dijo del arte. Deidara era un mocoso y nun Camejo de serlo, creía; pero ese día cambió, probablemente solo en ese corto instante.

Viejo, el arte es arte, sea en Corea o en Japón, si el arte fuera limitado, dejaría de ser arte.

La discusión siguió y siguió, pero Sasori ya decidió mentalmente quién tenía la razón. Onoki estaba cegado y por eso no aprendió otras maravillosas técnicas artísticas de otros paises. Cuando ingreso el a la Universidad lo supo. Ese paraíso que roaba por ser descubierto.

-¡¿Sasori?! -estaba detrás suyo, se le escuchaba sorprendido. El pelirrojo volteó aún con la mascarilla, sonrió al verle, el escuchar su voz era gracioso. Pero su rostro no decía lo mismo, tenía ojeras el pobre rubio, junto su entrecejo; estaba preocupado.

-¿Dónde estuviste? -preguntó sin dudar.

-Trabajando... -no se preocupaba por su apariencia, pero Sasori ya sospechaba que hablaba así porque aún no se veía a un espejo; se le notaba cansado.

-¿No te das cuenta que pareces un muerto viviente? -Deidara dio un respingo, ¿tan mal se ve?

Recuerda que esa mañana decidió usar bufanda, que al final se la terminó sacando. Que Kurotsuchi le decía si se encontraba bien. Que se levantó en la mañana con dolor de cabeza y muscular también... que idiota, estaba enfermo.

-¿De verdad me veo tan mal?

-Lo único que te salva es el cabello, ¿qué demonios te pasó, mocoso?

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⏰ Última actualización: May 09, 2023 ⏰

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