16. Invitados◉

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Por la mañana, se despertó, todavía metida en sus brazos, con la espalda pegada a él. Él dormía, respirando suavemente en su pelo, y al principio, ella sintió como si hubiera un cálido y suave resplandor dentro de ella, haciéndola sentir extrañamente feliz. Él la amaba. Realmente lo hacía, habiendo pedido al fantasma que la dejara en paz. Sintió como si una cálida miel corriera lentamente por sus venas, como si algo la calentara por dentro, como un río lento pero inevitable que se abriera paso por todo su ser.

Entonces sus mejillas se calentaron. ¿La amaba? ¿De verdad? Después de todas las cosas que había hecho, de ser totalmente desagradable y aterrador, de agredirla, de su flagrante desconfianza hacia ella y... ¿Se suponía que debía perdonar todo esto, sólo porque él le había dicho que la amaba?

Sacudiendo la cabeza, sabía que no sería tan indulgente. No todavía, no a menos que él se explicara, no a menos que se disculpara. Pero tal vez, algún día...

La puerta crujió, y por un momento, Hermione se puso rígida, preguntándose si el fantasma de Lily iba a hacer acto de presencia de nuevo. Pero sólo era Hannah, su criada emocionada: "¡Buenos días, mi Lady!"

Hannah se detuvo en seco al ver al duque en la cama, porque normalmente se levantaba antes de que su criada la despertara. La muchacha enrojeció, retrocedió, murmurando "Lo siento, mi Lady", pero Hermione sacudió la cabeza, deslizándose fuera de la cama, caminando de puntillas por el suelo, haciendo un gesto a Hannah para que la siguiera fuera del dormitorio. Su criada recogió los cepillos y peines del tocador de Hermione y la siguió hasta la cámara privada exterior.

"¿Está bien, milady? No está enfermo, ¿verdad?" preguntó Hannah después de cerrar la puerta. "Su Excelencia siempre se levanta tan temprano, así que pensé..."

"Oh, está bien, supongo", dijo Hermione, recordando la angustia en su voz mientras suplicaba al fantasma, "Me vestiré aquí. Déjalo dormir".

Hannah se encogió de hombros, dejando los pinceles en una mesita, mientras Hermione se sentaba en una silla.

"Mire, milady", dijo Hannah con una pequeña sonrisa, conjurando un espejo frente a Hermione. El espejo colgaba en el aire, sólido y con un reflejo nítido que los espejos normales difícilmente podían igualar, y Hermione se dio la vuelta, sonriendo a su doncella.

"¡Vaya, Hannah! Esto es maravilloso. ¿Cómo has...?"

Un rubor subió a la mejilla de su bonita doncella, y ésta murmuró: "Me lo enseñó Ronald. Solía hacer este truco para su hermana pequeña".

"¿Ah, sí?" dijo Hermione, mirando a Hannah con interés.

"Sí, Ronald me ha estado enseñando algunas cosas", Hannah, el brillo rosado de sus mejillas se profundizó al mostrar sus hoyuelos. "Un hechizo de Hexágono de murciélago que, según él, es una especie de especialidad en su familia. Es bastante horrible", se rió.

"¿Hexágonode murciélago? Me imagino que sí", dijo Hermione, arrugando la nariz, pero aun así no pudo evitar sonreír. "Yo... odiaría... ver eso".

"Créeme, no le gustaría nada verlo", sonrió Hannah. "Me dejó practicarlo con él, y..." su criada se agarró el estómago, desplomándose en carcajadas, sus manos moviendo alas: "Debería... ver... el tamaño de los murciélagos... y... el aleteo..."

Hermione tampoco pudo resistirse y las dos chicas rieron sin poder evitarlo, aferrándose la una a la otra.

"Oh, Doncella Misericordiosa", graznó Hannah, limpiándose los ojos al fin. "Sin embargo, Ronald es muy agradable. Ha estado muy pendiente de mí".

"Bien", sonrió Hermione, con la sensación de que sus mejillas se iban a partir todavía. "Ronald, ¿verdad? Le gustas mucho, ¿verdad? ¿A ti también te gusta?"

𝕿𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖉𝖊 𝖈𝖆𝖇𝖆𝖑𝖑𝖊𝖗𝖔 [𝕾𝖊𝖛𝖒𝖎𝖔𝖓𝖊]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora