Capítulo 3.

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- ¡Tu sabes dónde me has abandonado! -- Me recriminaba mi pobre hermana pequeña mientras me explotaba un tímpano por el teléfono.
- Ellie, no te podía llevar conmigo, eres menor de edad.
- Ya claro, será eso y no que querías ligar.
- No e ligado.
- Y ese Reo el Feo del que me has hablado.
- No lo llames Reo el Feo, y es solo un amigo.
- Ya, un amigo que seguro te hace temblar las piernas.
La forma tan basta de hablar de mi hermana aveces llegaba a sorprenderme, no entendía después de tantas horas que la habían expuesto a clases de modales como podía seguir hablando así importandole poco la opinión de los padres, era de admirar estaba claro.
- No me hace ni a hecho temblar nada.
- De momento.
Vale, puede que estuviera algo sonrojada.
Y que incluso alguna imagen que otra había corrido por mi cabeza.
- Bueno, tengo que ir a desayunar con la bruja, así que ya hablaremos, chau. -- Se despidió mi hermana pequeña antes de colgar.
Bruja era como se refería a mamá, en verdad no lo decía a escondidas, ella la llamaba así, de echo ese apodo le a costado alguna que otra bofetada o regañina.

Me coloqué el bañador y envadurne de crema solar antes de bajarme a la playa.
Al mismo sitio donde llevaba ya bajando cinco días, siempre el mismo lugar.
¿Lo hacía por algo en concreto?
No, por supuesto que no.
Solo porque ahí es donde quedaba con Reo.
Pero nada importante.

Al bajar, como de costumbre se encontraba él ahí, con una sonrisa radiante y completamente empapado haciendo que su piel al reflejo del sol brillará como diamante.
Tal era el empanamiento que me había causado Reo caminando hacia mí que ni siquiera me había fijado en su amigo.
Era un chico alto, más que Reo, tenía cabello negro como la mismísima noche y los ojos verdes esmeralda.
Era al contrario que Reo.
- Hola Kat. -- Dijo Reo colocándose a mi lado antes de darme un abrazo, creo que no seré capaz nunca de acostumbrarme a eso, aunque me gustaría.
- Te e dicho que no me llames Kat. -- Le respondí sin poder esconder una ligera sonrisa mientras lo miraba.
Ese apodo me lo puso al descubrir que una de las gatas de su vecino se llamaba Kate al igual que yo.
Así que ahora me había cambiado el nombre a gato en inglés.
- Bueno bueno, no te enfades. -- Habló mirándome con esa sonrisa suya y esos ojos grises que me miraban con ternura.
- Él es Oliver. -- Me presentó a su amigo volviendo a colocarse al lado del pelinegro.
- Encantada. -- Dije mirándolo con toda la educación para después darle dos besos, uno en cada mejilla, como bien me habían enseñado en casa.
Pero sin darme tiempo a reaccionar ese chico tiro de mi brazo y me estrecho entre los suyos dándome un abrazo.
- Madre mia, cuando Reo me habló de ti nunca me creí que de verdad fueras tan educada, conmigo no hace falta que seas así Kate. -- Dijo Oliver al separarse y me sonrió dándome un ligero golpe en el hombro.
¿Reo le había hablado de mí?
Miré de forma instantánea al chico de cabello marrón azabache que miraba hacia su amigo con una ceja alzada.
- Siempre tan educado Oli.
- Ni que tú fueras don educado aquí Hanman.
Reo rodó los ojos sin quitar esa sonrisa que tenía en los labios y luego me miró directamente. Y empezó a subir y bajar las cejas mientras se inclinaba hacia mí poniéndome algo nerviosa.
- ¿Porqué me miras así?
- Por nada por nada.
Ese tono empezaba a conocermelo y aveces podía llegarme a asustar, porque eso significaba que algo se traía entre manos y de normal, era alguna cosa rara.

- Reo, no, a donde me estas llevando. -- Me quejé mientras el australiano me arrastraba junto a su amigo con los ojos tapados.
- Vale ahora quieta y confía.
- Te vamos a echar a los tiburones. -- Hablo Oliver burlándose llevándose un golpe sonoro de Reo.
Noté el agua en mis pies y un escalofrío recorrió toda mi espina dorsal.
Pero no fue nada comparado a cuando mi respiración se cortó de raíz al Reo cargarme en sus brazos.
- Confía en mí. -- Murmuro Reo, supongo que había notado mi acelerado pulso.
Yo no dije nada pero sus palabras llegaron a calmarme, aún que claro, lo que él no sabía era que no estaba nerviosa por la situación, si no por su tacto constante al tenerme cogida como una princesa.
Me dejó sobre una superficie plana algo mojada y tambaleante.
Al notar que me soltaba y esa superficie se tambaleaba con más fuerza me asusté.
- ¿Reo? -- Pregunté algo nerviosa aferrándome a los cantos de la superficie que empezaba a moverse.
- ¡Reo! -- Brame dejando de hacerme gracia la situación.
En el momento me destapó los ojos y me dejó ver qué estaba con él, en una tabla de surf, debajo de una gigante ola.
No sabía cómo reaccionar.
Simplemente estaba asombrada, viendo la ola por dentro, los peces que se podían presenciar, las pequeñas gotas que caían sobre mí y a Reo detrás de pie manejando como un experto.
En mi vida había podido saber la sensación que se siente al estar tan feliz que sintieras que tus ojos brillan.

- ¿Te ha gustado el suicidio? -- Me preguntó Reo sentado en la tabla de frente, mirándome con cierta diversión al verme despeinada y con una pequeña sonrisa.
- Gracias. -- Fue lo único que pronunció mi boca antes de tirarlo de la tabla.
En verdad a mí también me había sorprendido el acto que acababa de hacer, incluso a él al salir a la superficie me miró con sorpresa en la cara.
Pero no tardó en reírse provocando la mía, bueno, hasta que decidió volcar la tabla tirándome al agua.
- ¡Reo!
- La gatita se mojó. -- Dijo entre risas, yo me acerqué nadando y le hice una aguadilla que me salió cara porque después me vino a mi otra y otra y otra, todas seguidas.
- ¡Reo que me matas!
- Exagerada.
Dijo con una sonrisa, antes de ayudarme a agarrarme a la tabla y agarrarse conmigo.
- Idiota.
Me miró con una ceja alzada y me sonrió.
- Sabes decir palabrotas, cada día me sorprendes más Kat.

Recuerdos en la arena Donde viven las historias. Descúbrelo ahora