Capítulo 2.

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Me senté en una de las mesas de una pequeña terraza de un restaurante cercano a mí hotel.
Había escasas mesas y muy separadas, dando una privacidad a cada una.
Era algo que me gustó.

Al acomodarme en el asiento un camarero no tardó en acercarse a pedir nota.
Lo que me pilló por sorpresa fue ver al chico de esta tarde atendiendome.
Él pareció acordarse de mí al levantar la vista de la pequeña libreta y dedicarme una sonrisa abierta.
- Ey, pero si eres la de esta tarde, eres, Kate, ¿no? -- Dijo con toda la amabilidad del mundo.
No podía evitar que se me hiciera raro.
Me había criado entre gente de negocios que el único tono que usaban, era ese tono prepotente y frío.
- Si, esa soy yo. -- Contesté algo sonrojada por su mirada clavada sobre la mía.

Antes no había podido ver bien esos ojos grises tan bonitos que tenía.

- ¿Sabes lo que vas a pedir o te recomiendo algo? -- Cuestionó apoyando ambos antebrazos sobre mí mesa mientras seguía manteniendo el contacto visual.
- Pues la verdad, no sé qué pedir.
- Pues te pido koala a la plancha. -- Informó apuntando algo en su libreta, yo abrí los ojos alarmada.
- ¿No ahí otra cosa? -- Pregunté con la mayor tranquilidad que pude, aunque claro, la voz se me entrecorto.
Esperaba de todo menos esa respuesta.
Entonces escuché como empezó a reírse.
Era imposible no hacerlo por como se reía ya que parecío estallar en carcajadas, como si se lo hubiera estado aguantando todo este rato.
- Es broma Kate, ¿Comes de todo?
No sabía cómo tomarme esa pregunta, al parecer mi silencio se le hacía cómico por esa sonrisita que mantenía en los labios.
- No eres vegetariana ni nada de eso. -- Cuestionó más abiertamente.
- No, en ese sentido si como de todo.
- Yo te recomiendo el pastel de carne, es lo único que le gusta cocinar a Ron así que te libras de escupitajo. -- Me comunicó mientras seguía apuntando cosas en la libreta.
No sé qué clase de cara de espanto es la que llevaba pero él me miró comprensivo aún con una sonrisa.
Parecía que la sonrisa formase parte de él.
- Es broma Kate.
Dijo con un tono despreocupado antes de guiñarme un ojo.
¿Acaba de guiñarme un ojo?
Talvez se le había metido algo en el ojo. Pero no lo vi como para sacarse ese algo. Así que sí, Reo, el mismo Reo guapísimo que había visto en la playa y que ahora me estaba atendiendo como camarero, me había guiñado un ojo.

A lo que acabó de pedirme nota ya estaba totalmente oscurecido el cielo.
Y di por echo que cenaria a la hora de desayunar a ese paso.

- Su pedido señorita. -- Canturreo cuando salió con mi cena.
Antes de dejarlo sobre la mesa me dedicó una pequeña reverencia que me sacó una pequeña sonrisa.
- Gracias.
- Gracias a tí por aparecer y alegrarle la vista a este pobre camarero. -- Dijo con un tono dramático mientras se colocaba la bandeja en el pecho y la abrazaba con ambas manos.

Notaba mis mejillas empezar a calentarse con cada sonrisa y palabra que soltaba el loco.

En cuanto terminé de cenar él se llevó mis platos a dentro y se sentó en la mesa conmigo, al verlo sentado no me levanté por pura curiosidad.
- ¿Te digo un secreto? -- Murmuró mirándome divertido.
Yo lo miré algo perdida.
- No trabajo aquí. -- Me dijo antes de que pequeñas risas se escaparan de su boca.
- ¿Eh?
- Solo eh pedido a dentro lo que me has dicho y te lo e sacado, aquí no hay servicio en las terrazas guapa.
Mi cabeza hizo un colapso mientras él explicaba que en resumen, era un buen actor.
¿Me ha llamado guapa?
Cera en los oídos seguro.
- ¿Y la libreta?
- Te he apuntado mi número de teléfono. -- Dijo cómico arrancando la hoja y dejándome al lado.
En verdad me había quedado flipando.
¿Quién era este chico tan raro?
- Y si me permites, ahora es cuando te llevo a dar una vuelta porque la playa ahora es preciosa. -- Prosiguió hablando, yo sin saber cómo reaccionar simplemente me dediqué a asentir.
Estaba fuera de mí.
Como se me ocurría irme con un extraño, que no sabía ni de qué trabajaba, ni nada de él.
Mis padres me matarían.

Pero claro, mientras yo pensaba en todo eso, él hablaba y hablaba mientras nos dirijamos a la playa.
La verdad es que si era una bonita noche.
La luna no era llena, pero se veía grande y bonita iluminando el mar.
Las estrellas parecían infinitas alumbrando el cielo.
Y la playa estaba tranquila.
Solo se escuchaban las olas chocando contra la orilla.

Nos sentamos en unas rocas que había junto a la orilla, contemplando el mar.
En silencio, escuchando las olas y la brisa marina.
El olor a sal parecía ser más fuerte por la noche.
O era algo en lo que yo no me había fijado esta tarde.

- Oye. -- Interrumpió ese silencio mirándome.
- Dime.
- No sé si me e presentado.
- E escuchado como te llamaba uno de tus amigos.
- ¿Eres una pequeña cotilla? -- Cuestionó haciendo que frunciera el ceño y me sonrojase, me alegro de que sea de noche y no pueda verse.
- Soy Reo Hanman. -- Dijo igualmente volviendo a mirar al mar.
- Yo soy Kate Anderson. -- Conteste imitando la acción del chico.

Estábamos totalmente en silencio.
Pero no era un silencio incómodo, al contrario.
No sabía porqué en esos momentos sentía paz en mí.
Algo que en 26 años no había conseguido sentir en mi vida.

La paz se cambió por un brinco al corazón a punto del infarto cuando Reo decidió acariciar mi mano con sus dedos de tacto cálido.
Él en sí era de una manera que me hacía sentir cercana.
Como si lo conociera de toda la vida.
Como si ese calor ya lo hubiese notado antes.
Era un chico que desprendía familiaridad.
¿Así eran todos los chicos de Australia?
Porque entonces no pensaba volver nunca a casa.
- Kate. -- Habló llamando mi atención, sacándome de mis pensamientos.
- Dime.
- ¿Crees que volveremos a vernos?
- En un día te e visto dos veces, no sé que se me hace que sí Reo.
Otra vez esa risa.
Creo que podría acostumbrarme a ella

Recuerdos en la arena Donde viven las historias. Descúbrelo ahora