No podía creermelo, en verdad lo había echo.
Me había ido.
¿De verdad? Osea no sé porque me lo preguntó si está claro que tan solo las mil llamadas pérdidas de mi madre me daban una pista de que no era un sueño.
¿Moriré al volver?
Seguramente.
¿Soy idiota y solo me e llevado una mochila con apenas cosas?
Sip.- Vale, estoy en el culo del mundo, con una tarjeta de crédito y cuatro prendas de ropa interior en una mochila. -- Recapacite en alto mientras me observaba a mí misma en el espejo de uno de los baños del aeropuerto.
Puede que talvez irme sin planear nada de casa no fuera tan buena idea.
Pero, ¿Iba a lloriquear y volver?
Por supuesto que no.Después de lavarme la cara intentando buscar el despeje y la concentración, simplemente salí del aeropuerto mirando a mi alrededor por las calles de Byron Bay uno de los puntos más orientales de Australia.
En verdad era todo precioso.
No sabría describir la cara que puse al presenciar tales maravillas, pero lo mejor de todo fue la playa, esa preciosa playa con grandes olas.Acabé alojandome en el Aloha Byron Bay un hotel con buena hospitalidad aparte de barato.
Que estuviera enfadada no significa que pensara gastarme todo el dinero de mi padre.Mi habitación era pequeña pero completa, con una gran cama de matrimonio y paredes blancas sencillas por todo el dormitorio, una pequeña cocina que se separaba del dormitorio por una pequeña barra que tenía dos taburetes echos con bambú y un baño en otra habitación. En verdad lo que me había enamorado de la habitación, habían sido las vistas a la playa que tenía y podía ver desde la cama por una gran ventana.
- Le traemos unas toallas, cortesía de la casa. -- Me informó una mujer baja de rasgos asiáticos con una sonrisa radiante mientras me tendía dos toallas blancas.
- Muchas gracias. -- Contesté dedicándole otra sonrisa.
- Si necesitas algo más, solo pídelo bonita. -- Hablo la mujer antes de retirarse después de ver que le asentía.Muy buena hospitalidad y un trato muy familiar, me encanta.
Me cambié de ropa colocándome tanto unas gafas de sol como un bikini rojo que me encajaba a la perfección, me sorprendió dado que llevaba más de 1 año sin usarlo.
Al abrirse las puertas del pequeño ascensor del hotel, salí encontrándome a la simpática mujer en el recibidor.
Al pasar por al lado me dedicó una sonrisa mientras me deseaba que pasase una buena tarde.
¿Era posible amar a una mujer tanto con tan solo unos minutos de conocerla?
Si, me lo acaba de demostrar.La playa era preciosa, y que no estuviera llena de gente era un puntazo que no se me pasó por alto.
Me senté cerca de la orilla sobre la toalla que había cogido del hotel y me puse a echarme crema solar.
No pensaba quemarme.
Ya me queme una vez y al ser rubia parecía un tomate medio calvo y mal peinado.
No podía arriesgarme.Mientras yo me recostaba en la toalla, divisé un grupo de gente en el agua haciendo surf.
Serian de mi edad o incluso más jóvenes.
Lo que tenía claro, es que estaban más locos.
En mi vida me pondría yo a gritar en medio de un lugar público.
Pero ahí estaban dos chavalas gritando mientras tres hombres hacían surf.No pude evitar el no mirarlos.
El surf me parecía algo emocionante a la vez que precioso, podías disfrutar del mar al máximo.
Pero esta claro que sí mis padres sabían sobre que me interesaba lo más mínimo ese deporte, yo moriría a manos de mil actividades "femeninas".Uno de los hombres se salió del agua más próximo de mi que los demás.
Y, no voy a mentir, me pareció bastante atractivo.Así que me quedé observando como salía con ese pelo de color azabache revuelto a la vez que mojado, con su brazo haciendo algo de fuerza por sujetar la tabla de surf en él, en esa sonrisa radiante que formaban sus labios y en aquel tatuaje que llevaba a un lado de la cadera de un tigre, mientras el seguía caminando hacia la orilla algo alejado de su grupo y demasiado próximo a mí.
- ¡Ey Reo!, despistado ven aquí. -- Dijo entre risas otro de los chicos llamando la atención del que yo tenía más próximo.
Al parecer se llamaba Reo.
Me quedé mirando por unos momentos a sus amigos esperando a verlo pasar junto a ellos, pero entonces unas gotas de agua cayeron sobre mí abdomen.
- ¡Hola! -- Me dijo el chico sonriente, tendría mi edad aproximadamente o incluso un año menos y creo que mi cara de confusión lo hizo entender que uno, estaba muy cerca y dos, no me gustaban los extraños.
- Te e visto mirando aquí sola y e pensado en invitarte a venir.
- Estoy bien sola.
- Pero podrías estar mejor acompañada. -- Recalcó como un niño, yo lo miré extraña alzando una de mis cejas, él se rasco la nuca y siguió dedicándome esa sonrisa que aunque me costará admitir, era simplemente perfecta, al igual que esos dientes blancos.
- Bueno, pues ya sabes, si te quieres apuntar, tu no tengas vergüenza. -- Se me quedó mirando esperando a que le dijera mi nombre, en verdad dudé en decírselo o no, pero debo admitir que el chico me había sacado una sonrisa.
- Kate. -- Le informé con una disimulada sonrisa mientras subía las gafas de sol que llevaba puestas a la cabeza.
- Kate, eres muy guapa.
Lo dijo tan de sopetón que creo que ni siquiera él supo lo que había dicho momentos después de haberlo soltado.
La risa se me escapó ante su expresión de ojos abiertos como platos.
- ¡Reo deja de ligar y ven aquí! -- Bramó de nuevo su amigo.
Reo se dedicó a señalarse a si mismo y luego a señalar hacia sus amigos antes de irse torpemente.<<Que chico más raro. >>
Pensé en mis adentros con una sonrisa mientras seguía observando como se alejaba junto a sus amigos.Ahí me pegué toda la tarde, contemplando las maravillosas vistas hasta que se fue el sol y tuve que volver al hotel porque hacia algo de fresco y ya era algo tarde.
Aparte que debía pensar donde iba a cenar.
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Recuerdos en la arena
RomansaCansada de sufrir el constante estrés por las obligaciones que conlleva el crecer, Kate decide darse a la fuga unos meses a la playa. Nunca esperaba cruzarse con aquel chaval de aspecto despreocupado y mucho menos volver a verlo y que se convirtier...