Primer Arco
"Es más fácil soportar la muerte sin pensar en ella, que soportar el pensamiento de la muerte."
Blaise Pascal
El sol estaba queriendo dar señales de vida ya a estas horas de la madrugada, cuando el ambiente comienza a ponerse pesado y tenue los enfermos iban durmiéndose o en otros casos, iban despertándose. Como por ejemplo Abalam Knight, quién abrió sus ojos, pero al momento los cerró, ya que, la poca luz no natural que se escapaba por la orilla de la puerta y los espacios entre las ventanas le había molestado.
Se giró lentamente en dirección a la ventana en donde la luz que venía de allí era más soportable, que la que le quedaba en frente, estiró sus piernas para tratar de absorber frío, cosa que le fue imposible ya que la camisa de fuerza lo rodeaba de forma tan ajustada que su capacidad de movimiento era casi nula y para hacer las cosas mejor, de manera sarcástica, tenía unas correas envolviendo sus pies.
Luego de varias respiraciones exageradas llenas de frustración, se dedicó a ver por una brecha cómo lentamente el sol se ponía en lo más alto del cielo y se fue tranquilizando. Comenzaba otro nuevo día, otro día de mierda en el cual iba a sufrir la misma agonía del presente que ni para gracia ni desgracia, se le escapaba.
El estruendo que se escuchó en la habitación hizo que los demás pacientes que dormían profundamente se exaltaran, aun así no despertaban. Tenían medicación bajo medicación para poder dormir. Otros que no necesitaban melatonina, su sueño se les esfumó.
Los tres que estaban en esos entonces despiertos por completo, voltearon para ver a dos mujeres hablando y riendo entre ellas, Abalam no entendía cómo podían existir personas con tanta energía a estas horas de la mañana.
Ellas vestían pantalones blancos pegados a sus cuerpos, blusas azules les hacían juego, en sus cabezas posaban pequeñas gorras blancas con una cruz roja en el medio. Andaban cama por cama, desatando camisas de fuerza, quitando sueros de los brazos de algunos y poniendo una que otra medicina a demás presentes.
Al llegar a su cama, la enfermera joven con cabello tan rubio y brillante como el oro comenzó a desatarle la camisa despacio haciéndole miradas provocativas y, al terminar, se fue a correr las cortinas y abrir las ventanas.
─ ¿No crees que es increíble? ─ Habló con entusiasmo.
—¿Qué es increíble Lana? ─ Le preguntó la otra enfermera mayor de edad, poniendo una inyección en el cuello de uno de un señor mayor el cual babeaba tal pasivo.
─Ya van tres meses que trabajo aquí y aun no quiero irme. ─ Dijo la rubia con cierto tono de emoción.
Su sonrisa, no podía negar le ponía algo diferente al ambiente y su aura parecía contagiar el lugar con alegría y se le puede sumar que era preciosa. Lamentablemente, en un lugar con tanta decadencia de emociones y cordura, el encanto siempre será insuficiente o en otra instancia, pasará de largo.
Lo decía porque él no estaba tan enfermo, había aprendido ya a controlar su condición. O por lo menos, de eso quería convencerse cada vez que un nuevo día le daba la bienvenida al mundo.
Se levantó y ahora sí, con completa libertad estiró sus brazos. Esto hizo que las cuerdas que le ataban cayeran al suelo. Ignorando las miradas y el silencio a su alrededor se despojó del chaleco para dirigirse al baño.
Como si de un niño se tratase, asomó su cabeza por la puerta que da a los pasillos, los cuales estaban comenzando a llenarse de gente y formas extrañas. Las imágenes tan desastrosas y complicadas de ver, no le causaban el más mínimo rastro de compasión, sino asco.
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Opresión
RandomCloe era lo que en la actualidad le llaman una mujer completa, pero tenía una peculiaridad y es que tenía un alma vagamente vacía. Víctima de su mente decidió entregarse a la muerte y así pudo nacer como alguien completamente nueva, aunque justo cua...