-Nancy, hija, debes levantarte. Es tarde.Se escucho una voz femenina adentrándose en la habitación a oscuras. Seguidamente abrió las cortinas y un poco las ventanas.
La chica se removió en su cama quejumbrosa, cubriéndose con las mantas por encima de su cabeza.
-Nancy, por favor.
La chica se chica hizo caso omiso, su madre suspiró, se acercó hasta ella y depositó un suave beso en su cabeza por encima de las frazadas.
Eran mediados de los noventa. Las calles de Hawkins estaban cubiertas por una vasta niebla aquel otoño.
Karen se encontraba en la cocina preparando el desayuno para su hija. Nancy era una chica especial. Había sido diagnósticada desde pequeña con un trastorno generalizado del desarrollo no especificado. Es una especie de enfermedad que afecta el poder socializar correctamente con las personas. Ya sea dificultando el desenvolvimiento verbal con otros o carecer de habilidad de hacer interactuar fácilmente con la gente. Todo en su cabeza se encuentraba bien. No tenía ningún problema cognitivo. No era ni un genio ni un estúpido. Su cerebro era el de una chica normal. La persona más allegada a ella, su madre, era con quien más palabras intercambiaba. Cualquier tipo de contacto humano que no fuera ella la ponía nerviosa. Había sufrido un ataque de pánico en la escuela cuando era pequeña, los maestros y los compañeros se asustaron mucho y no tenian ni idea de como contenerlo, no fue hasta que su madre llegó al establecimiento cuando finalmente logró calmarla. Desde aquel día sus padres decidieron que estudiaría en casa con una persona de confianza, sin exponerse a tanta gente a su alrededor que pudiera sofocarla. Ningun especialista había sido capaz de decirle con precisión si Nancy dejaría de ser así en algún momento de la vida. Pero ella no perdía la esperanza.
Oyó los pasos de la chica bajando las escaleras y se volteo ocultando algo tras su espalda. La adolescente de 16 años entró a la cocina lentamente vistiendo su pijama de rayas, con su cabello alborotado y frotando uno de sus ojos con su puño.
-hola corazón. ¿que tal dormiste? - preguntó en un tono dulce mientras servía las cosas en la mesa.
La chica solo se encogió de hombros, sin ser grosera y tomó asiento.
-come antes de que se enfríe.
Era jueves. Nancy tenía clases particulares en el living de su casa de lunes a jueves con una mujer muy amable llamada Joyce. Ella era la instructora de Nancy desde hacía años, estaba acostumbrada a su comportamiento y podía confiar en ella. Los viernes tenía cita con su psicóloga. No pasaba tanto tiempo con esa mujer como lo hacía con Joyce. No habían formado ese vínculo afectuoso entre ellas, entonces su concentración era más reducida. Los sábados eran sus días libres. Su madre no le exigía absolutamente nada los sábados. Podía dormir hasta la hora que quisiera e intervenir su tiempo en lo que le diera la gana. Los domingos eran los días menos favoritos de Nancy. Su familia se reunía en casa de sus abuelos a almorzar juntos. Iban sus tíos y primos y ella tenía que soportar ese contacto humano durante un par de interminables horas.
Los jueves tenía clases de matemáticas. Odiaba las clases de matemáticas. No era mala en ellas, simplemente no eran de su agrado y Karen lo sabía perfectamente. Entonces siempre buscaba la forma de recompensarla, ya sea con su comida favorita o con algún presente.
-Nancy - llamó suavemente haciendo que la aludida dejara de comer y se fijará en ella - tengo algo para ti. - pero la chica, como la mayor parte del tiempo, tenía la mirada inexpresiva.
La mujer sacó sus brazos de atrás de su espalda y le mostró que en sus manos sostenía CD de música que Nancy quería. Se lo tendió y ella lo tomó observandolo detenidamente, admirando cada detalle, como con cada regalo que su madre le obsequiaba.
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La chica de los cds; roancy
Fanfic~ Es una adaptación, todos los créditos a la autor/a original.