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𝟎𝟎𝟓. fiesta estival ─────────────
Leah
—Esto es repugnante— dijo Kiara mirándose en el espejo, aunque a mi me parecía bonito el vestido que llevaba.
—Ya lo sé, es terrible relajarse e ir a una fiesta divertida— indicó su madre entrando en el cuarto.
—Parezco una cerda burguesa— comentó y se me escapó una sonrisa. Su madre me miró.
—Hola Leah, estás guapísima— me complementó, yo le sonreí, educada, mientras me levantaba de la cama de Kie.
Kiara estaba invitada a una de las fiestas de los Kooks y como no quería ir sola accedió a invitarme. Su madre nos compró un vestido. El mío era uno largo del mismo estilo que el de Kie, solo que el de ella era violeta pastel y el mío era un blanco pared.
Kiara empezó a discutir con su madre así que la esperé fuera de la habitación. Una vez que salió nos dirigimos hacia el sitio donde se celebraría la fiesta. Nos encontramos con Pope, quien estaba sirviendo comida.
—Disculpa— dijo Kie.
—¿Tenemos que abrir las ostras nosotros?— pregunté bromeando y Pope se dió la vuelta.
—Podríamos mancharos el vestido— continuó Kie y los tres reímos.
—No queremos que eso ocurra— siguió el rollo Pope y acto seguido nos chocamos las palmas. —¿Sabéis algo de JJ?— preguntó y las dos negamos.
—No— contesté mirando al suelo. —Pero le irá bien, sobrevive como una cucaracha— traté de animarme.
—Lord Capital y los Exploradores— insinuó Kie en cuanto la familia Cameron salió de la casa.
—Rose va a sacarle un ojo a alguien con ese disfraz— comentó Pope, mirándola y los tres volvimos a reír.
JJ
Me coloqué un traje de camarero exactamente como me dijo John B y tomé una bandeja, me adentré entre todos aquellos Kooks.
Definitivamente esta era la boca del lobo. Aparté la bandeja de mis manos en cuanto alguien me agarró por detrás. Era Pope.
—Tío, no me des estos sustos— espeté y él se abalanzó sobre mí, abrazándome. —Qué muestra de afecto tan inesperada doctor Spock, pero yo también te quiero tío— admití.
—Está mierda me pone malo— dijo Pope.
—No lo pareces— aclaré tocándole la frente.
—Malo por dentro— replicó.
—Si, claro, ya lo sabía— me corregí.
—¿Eso te lo hizo Shoupe?— me preguntó señalando mi cara llena de golpes. Ojalá hubiese sido él.
