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𝟎𝟎𝟐. la brújula de la suerte ─────────────
Leah
Después de ver aquella brújula en las manos de John B el estaba más convencido de que nuestro padre seguía vivo y como lo conocía bastante bien sabía que se le había surgido la idea de encontrarlo. Por mucho que me parezca genial sé que se está precipitando.
—Protección de menores, ¡Sé que están aquí!— escuché a las siete de la mañana gritar desde el otro lado de la puerta. La ventana dio un golpe y detrás de esta estaba JJ.
—Deberías haberte visto la cara— dijo este riendo. Y la verdad John B si se había asustado. —Buenos días Leah— dijo mirándome en el otro lado del sofá.
—Buenos días JJ— correspondí con una sonrisa. Habíamos agarrado la caravana y JJ iba todo el camino preguntándole a Jonh B porque no lo intentaba con Kiara.
—¡Te besó tío!— exclamó el rubio.
—En la mejilla— replicó mi hermano. Yo apenas me había enterado de la conversación.
—Te lo noto, se ve que te mola, te pones colorado cuando estás con ella— comentó y yo solté una risita. JJ iba a coger la brújula de nuestro padre en cuanto se la quité de las manos.
—No toques eso— dije agarrándola como si fuera lo único que me quedara en esta vida.
—Solo la iba a ver, castaña— comentó JJ subiendo los pies al mando de la caravana.
—No me llames así— aclaré, definitiva.
—Tengo que admitirlo, que la brújula estuviera en el barco de Scooter da mal rollo— habló JJ mirando cómo la sostenía en mis manos.
Llegamos a la casa de Lana dispuestos a hablar con ella hasta que vimos como tiraban todas las cosas de su casa. La señora Lana estaba gritando, se podía notar que le estaban haciendo daño.
JJ se puso delante mía y seguimos caminando hacia la casa. John B quería entrar pero el rubio y yo se lo impedimos hasta que aquellos chicos se hubieran ido. Una vez lo hicieron, entramos a la casa y la vimos llorando en el suelo.
—¿Qué querían esos chicos?— preguntó mi hermano.
—Estaban buscando algo— comenté, saqué la brújula de mi bolsillo y se la mostré. —¿Tiene algo que ver con esto?— le pregunté, ella me observó detenidamente y dejó de llorar.
—Que nadie sepa que la tienes— respondió, repitiéndolo una y otra vez. —Tenéis que iros— dijo elevando su tono de voz. JJ nos tomó a los dos y nos marchamos de allí.
Llegamos a casa, Kie y Pope ya estaban allí, JJ empezó a hacerles una demostración de todo lo que pasó en la casa de Lana. Hacía ruidos con la boca imitando explosiones.
