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𝟎𝟎𝟕. calma chicha ─────────────
Leah
—Buen trabajo doctora Frankenstein— me dijo JJ mientras bajaba de la pequeña caravana con el oro fundido en las manos.
—¿Lo habrías hecho mejor tú?— le pregunté en lo que bajaba detrás de él.
—Mucho, fui a clase de soldadura— se defendió.
—¿Cuándo?— repliqué y mi hermano vino a separarnos.
—Tranquilos— dijo.
—Es fácil decirlo, no eres tú quien tiene que empeñarlo— se quejó JJ. —¿Por qué tengo que ser yo?— cuestionó.
—Porque eres el que mejor miente— contestó Pope y entramos los seis dentro de la tienda.
Yo estaba con Pope mirando desde lejos como la dependienta decía que el oro era falso, probó con luz, a partirlo, comprobar si era suave o no y hasta que no probó la prueba del ácido no se dio por vencida.
—Vale, no está chapado ni pintado— dijo la chica.
—Señora ya le he dicho que es auténtico— contestó JJ.
—Parece que alguien intentó derretirlo— volvió a hablar la chica y JJ me miró a mi. Yo le sonreí.
—Mi madre— contestó rápido. —Tenía un montón de joyas y pensó que lo mejor era fundir el oro, para consolidarlo— dijo mientras hacía comillas con las manos.
—¿Tres kilos?— dijo mientras lo pesaba. —Esos son muchos pendientes.
La chica nos dijo que nos lo vendía por 70.000 pero que tendríamos que ir a un almacén a por el dinero. A Pope y a mi nos sonaba a trampa pero los demás no nos hicieron caso así que acabamos yendo allí.
—Aquí solo hay maleza— dijo Kie.
—Bueno, que haya maleza no quiere decir...— JJ paró de hablar en cuanto sonaron las sirenas de policía. —¡Venga ya! Estás de coña.
—¿Qué hemos hecho?— se quejó Sarah.
—Guarda eso— le dijo mi hermano a JJ.
—¿Trajiste la pistola?— le pregunté yo ahora.
—Me dijisteis que la dejara así que no la traje— respondió. Todos dejamos de hablar cuando le apuntaron a mi hermano con una escopeta en la cabeza.
