El profe - Cap # 3 Lo inevitable

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Caminando me percaté que cada dos por tres ella perdía el equilibrio, ingresamos al condominio y empezamos a subir las escaleras, sus zapatos de tacón dificultaban el ascenso, en un escalón casi caemos así que la abracé aún más. Y de pronto, así sin más, levantó los brazos colgándose de mi cuello y me besó. Yo correspondí, con mi lengua separé sus labios y le comí la boca, sus labios carnosos se movían sorbiendo mi lengua, yo jugaba con la suya.

Grada a grada subimos besándonos, mis manos inquietas le acariciaban la espalda, me decidí a bajar un poco más y le toqué el inicio de las nalgas, esas redondas nalgas se me antojaron perfectas, la sensación de la tela subiendo y bajando mientras mis manos masajeaban su culo me incendió por dentro. Llegamos a mi piso y no sabía si detenerla para ingresar o buscar mi llave a ciegas, no quería separarme de ella, no quería que esa magia se esfumara. Para mi sorpresa sus pequeñas manos soltaron mi cuello y empezaron a tocar mi entrepierna, ella algo quería y yo desde luego que se lo daría. Dejé de besarla en la boca y pasé a morderle el cuello, eso siempre me ha funcionado, con mi mano izquierda le agarré una nalga para que no se liberará de mi cuerpo y con mi otra mano me bajé el cierre del pantalón, hice a un lado mi ropa interior y saqué mi pene, ella lo tomó de inmediato con su manita y soltó un gemino. Mi pene es bastante grueso, cuando yo lo tomo con mi mano la palma no alcanza a rodearlo del todo, así que su pequeña manito quedaba muy corta, llevó la otra mano para sujetarlo bien y empezó a pajearme. Yo ya estaba durísimo, por fin saqué mi llavero y abrí la puerta, ahora sí que no respondía por lo que haría.

La hice retroceder al interior del umbral mientras continuaba manoseándola y comiéndole el cuello, retrocedió hasta que la senté en el sillón de mi sala, ella no me había soltado el pedazo así que levanté una pierna poniéndola sobre el asiento del mueble y le acerqué mi polla frente a su cara. Sus ojos se abrieron muchísimo, mientras seguía pajeándome acercó su boca, sacó su lengua y le dio una probaba lamiendo la cabeza, luego abrió bien grande la boca y se la metió como pudo, era fantástica, el morbo era aún mayor debido a lo bajita que era ella, mamaba como si de un becerrito se tratase, succionaba la cabeza hasta donde podía mientras me pajeaba deseosa de tomar un buen bocado de leche caliente. La dejé chupármela con gusto, mientras tanto le masajeaba la cabeza, como ambos seguíamos con ropa aproveché para irle abriendo el cierre posterior del vestido, a su vez me quité el saco y la camisa, desabroché mi pantalón y me lo bajé, durante todo ello mi pequeña no paraba de ensalivarme la poronga, lo sacaba, lamía su extensión, volvía a chuparla.

Empecé a sentir ese tirón en la columna que todo hombre conoce como el preludio de que se está cerca a venirse, así que con delicadeza le tomé las manos y le quité su juguete de la boca, hizo un puchero con su carita que me causó algo de gracia, la hice pararse para terminar de quitarle el vestido, se lo deslicé y fui descubriendo esa tersa piel morena, sus pechos eran pequeños, como dos pelotas de tenis bien formadas, la cinturita de avispa con un abdomen marcado y trabajado, en la cadera me demoré un poco, el vestido había sido encajado a presión así que necesité hacer algo de fuerza para podérselo sacar. Ahora sí que quedé sorprendido pues ella tenía unas caderas anchas, con nalgas prominentes y redondas, sin caer en la exageración, su bello estaba cortado casi al ras con forma rectangular, tenía una separación entre los muslos muy característica de las modelos de lencería, y sus piernas eras anchas, con músculos marcados y unas pantorrillas cinceladas.

Aún no le había quitado los zapatos de tacón, decidí dejárselos pues me generó morbo poseerla así, empecé a acariciarla desde la carita, con una mano le agarré la oreja para que no se moviera y con la otra exploré poco a poco, sus pechos eran firmes con aureolas pequeñas, muy agradables a la vista y al tacto, mi palma era más que suficiente para rodearlos, me acerque y le empecé a lamer uno de los pezones, ella gimió, pero se dejó hacer mientras seguía parada obediente y agarrada de la orejita. Seguí acariciándola, ese vientre estaba duro, hasta logré sentir algunas separaciones de los músculos del abdomen, pronto llegué al lugar que deseaba curiosear, su vagina estaba más que humedecida, los labios pequeños estaban separados por la misma disposición que tenía su cuerpo, la froté por encima y ella volvió a gemir, separó un poco sus piernitas con lo que me facilitó tocarla aún más.

Debería haberme comportado mejor, pero me corrompía el deseo....

Continuará...

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