El profe - Cap # 4 "Estuvo rico profe"

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Así que sin previo aviso la agarré por las nalgas, que se me antojaron duras, y la levanté en el aire hasta ponerla por encima de mi falo, la hice descender encajándola y penetrándola de un solo tirón. Ella soltó un grito, por la sorpresa y por el dolor en igual medida. Había enterrado mi masculinidad en aquella pequeña criatura y ella por muy húmeda que hubiese estado había recibido más de lo que solía acoger. Nos quedamos quietos un instante, su carita era de sorpresa total, me reproché por apurarme y haber sido tan tosco; de pronto se colgó de mi cuello con sus manos y empezó a mover muy ligeramente su cadera hacia adelante y hacia atrás. Tomé eso como la aceptación de que deseaba más, así que aun cogiéndola de las nalgas la volví a levantar y la hice descender, lo hice de nuevo y de nuevo. Ella puso una mueca de gozo que me incentivó a aumentar el ritmo, sus piernitas rebotaban cada vez que su cuerpo caía y era nuevamente levantado, ella me acompañaba sujetándose de mi cuello y moviendo su culito de adelante hacia a atrás, era toda una jinete cabalgando. Habíamos acelerado el ritmo, de repente ella hundió sus uñas en mi cuello, rodeó mi cadera con sus piernas y echo la cabeza hacia atrás con un gemido largo de placer, sentí que le estaba dando calambres y se humedeció aún más, me detuve un momento mientras ella paraba sus espasmos, yo estaba a punto de venirme también, pero lo no haría dentro de ella, se la saque y senté a la nena en el sillón acercándole mi verga a la cara, justo como habíamos empezado. Ella entendió lo que quería y se puso a mamar, como una loca aceleró el ritmo y levantó la vista, cruzamos las miradas y ese fue el detonante. Una abundante cantidad de leche le llenó la boca, ella aguantó cuanto pudo y luego se la sacó, dejó que otros chorros le cayeron en la cara. Para mi sorpresa recibió todo con gusto, besó la cabeza, la siguió lamiendo, dando pequeños besitos en el tronco. Se la quité un instante y le di pequeños golpes cariñosos en la cara usando mi verga, era mi ritual de marcado de territorio. Ella se dejó hacer, luego se puso a mamar de nuevo.

En mi poca lucidez pensé que era hora de irnos a dormir, no quería hablar ni preguntarle nada que pudiera romper el hechizo, la nena estaba notoriamente somnolienta, eso aparte de ebria y con la barriguita llena. La tomé de la mano y la llevé a mi dormitorio, ella se dejó conducir, la dejé un instante en la cama y fui a recoger un edredón más grande para dormir cómodos, fue cosa de segundos. Cuando regresé la encontré en posición de perrito, con la cola apuntando hacia la puerta, tenía la cintura bien quebrada por lo que las nalgas se separaban y daban un espectáculo difícil de explicar. Con esa magnífica vista mi nabo estaba nuevamente duro, nadie podría negarse a darle verga a ese trasero, así que me acerque por atrás y la monté, esa se dejó hacer, la penetré duro, le di nalgadas mientras la bombeaba con mi pedazo, ella aguantaba como una reina. El panorama no tenía precio, sus glúteos se bamboleaban cuando chocaban conmigo, la tenía cogida de su pequeña cintura y ella con cada acometida soltaba gemidos apenas audibles, pero que a uno lo incentivaban a seguir. poco a poco la fui echando y mientras se estiraba en la cama seguía recibiéndome. Quería verle la cara, así que la hice girar y quedamos en misionero, se la metí de lleno y sin sacarla hice círculos con la cadera, ella no aguantó más y volvió a tener un orgasmo, nuevamente la dejé calmarse, salí de ella y la hice ordeñarme con su boca. Esos labios me encantaban, esta vez solo dejó que le caiga la leche en la cara. Le volví a dar sus golpecitos según mi ritual y cuando terminé ella cerró los ojos y me susurró:

— Estuvo rico profe.

Yo me quedé mirándola, quise responderle, pero ella se había quedado dormida con una ligera sonrisa en la cara.

Continuará...

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