Have A Nice Day.

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Pasado.

9° año.

Nadie odiaba tanto Glasgow como Harry. Y no el Glasgow de Escocia, Dios bendito que lo fuera. Odiaba el maldito Glasgow de Montana.

Una ciudad con tres mil habitantes, tres escuelas y un frío de mierda en invierno. No apoyo en artes, música o una educación arriba de la básica. Terminando la preparatoria, todos se iban de Glasgow o se quedaban en los negocios de generaciones de sus familias. La familia de Harry era de la última categoría.

Tres generaciones siendo criadores de bovinos y pollos. Y como pasa en ciudades pequeñas, todos se conocían entre todos. Todos los que fueran mayores de veinticinco y siguieran en Glasgow conocían a la familia de Harry. Encantador, pensarían unos; pero no para Harry.

Llámalo insoportable o caprichoso. Le importaba una mierda como lo viera la gente. Estaba harto de las mismas calles aburridas, de los edificios viejos y de los grandes espacios a falta de construcciones. ¿Alguien podría culparlo de estar amargado en ese lugar? No, nadie podía.

Pero cada día que sus huesudos dedos sentían la fría madera del piso de su habitación, el único motivo de no suicidarse ante tal patética vida era el gran sueño. El premio gordo. El sueño de largarse de aquí apenas cumpliera los dieciocho. Sólo él, su guitarra y su cuaderno de canciones junto con unos cuantos dólares en los bolsillos. Oh, y si su madre pudiera prepararle un sándwich de huevo con queso para el camino tampoco estaría mal.

Tomaría el primer autobús que viera, lo dejaría en algún otro lugar y ahí empezaría su origen. Desde ahí quería que empezara su biografía que estaba seguro algún día escribirían. No con el aburrido Glasgow, sino con el gran Harry Styles que un día de escuela observó un autobús a la distancia y simplemente decidió irse de su hogar sin importarle terminar la escuela o avisar a sus padres. Como con una guitarra empezó a tocar en esquinas de Los Ángeles hasta que un productor lo descubrió y sería la mayor estrella de la generación.

La visión de él sobre un escenario, con las luces sobre su rostro y miles de personas gritando su nombre... Eso era suficiente para despertar cada mañana e ir a darle de comer a las vacas.

Hoy era uno de esos días donde el clima fuera de su ventana no tenía buena pinta como los últimos tres días. Nublado y ventoso. Gruñó en su almohada cuando su reloj despertador sonó sobre su mesa de noche.

Una vez que estuvo de pie, tronó su espalda desnuda, estiró sus brazos y piernas sintiendo aquel dolor placentero. Sus paredes llenas de posters de sus bandas favoritas haciendo menos triste su habitación.

Se apresuró a vestirse y abrigarse para alimentar a las vacas lo más rápido posible para que no llegara tarde a la escuela. Una vez completamente abrigado, bajó las escaleras de su casa y sin inmutarse del ambiente movido para ser las seis de la mañana, salió por la puerta trasera de la cocina. El viento helado agitando su cabello y partiéndole las mejillas.

—Maldita sea. —Gruñó Harry con molestia, tomando las esquinas de su chaqueta y cerrándola con fuerza sobre su pecho.

El vaho salía de sus labios rojos y partidos. Sus dientes habían empezado a castañear y por quinceava vez esa mañana volvió a maldecir. Entró al granero para recoger las pacas de heno que le daría a los animales. Tomó seis, las subió a la carretilla y nuevamente salió.

Harry era el único nieto varón de la casa Styles. Y el único hombre de la familia con el mismo apellido. Su abuelo sólo había tenido dos hijos: su madre y su tío. Pero nadie hablaba de su tío. Hasta donde la memoria de Harry llegaba, en la casa la mayoría de sus fotos habían sido quitadas de las paredes. Sabía a lenguas que la habitación que ocupaba había sido de aquel tío. Y en realidad sabía que tenía uno por su madre, que le llamaba a escondidas cuando podía.

Love Too Much. [l.s]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora