Capítulo cinco: "El Otro Lado"

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Darlene entró por el portal que emitía una fuerte luz roja. Por primera vez conocía aquel Otro Lado del que tanto se hablaba. Era por total tenebroso. En donde se suponía que debía encontrarse en Lago de Los Amantes estaba seco. Los árboles del bosque no tenían hojas y el suelo estaba lleno de esos tentáculos espantosos que Darlene había visto en los túneles de los demo-dogs. Se acordó de inmediato. Aquello era un enjambre. Una mente colmena. Si los tocaba, Vecna también lo sentiría.

De un momento a otro Nancy, Robin y Eddie cayeron por el portal también. La habían seguido una vez la muchacha desapareció en las profundidades de lago. Robin le tiró uno de los remos del bote y Darlene lo tomó con rapidez. Tenían que buscar a Steve.

No tuvieron que caminar mucho. Lo vieron a Harrington en el suelo, siendo atacado por una especie de murciélagos gigantes y el triple de horribles. Corrieron hacia el muchacho para poder salvarlo. Algunos le mordían por todo el cuerpo y otro lo ahogaba con su cola.

—¡Písalo, rápido, Robin!

Robin pisó la cabeza de aquel bicho, impidiéndole escapar y deseando que soltara a Steve.

—Lo tengo. ¡Mátalo! ¡Mierda!

Darlene golpeaba con el remo a los que mordían al muchacho. Algunos se largaban de allí, pero otros volvían por más.

—¡Nancy, cuidado atrás! —gritó Eddie al ver como unos de esos murciélagos volaba hacia Wheeler.

—¡Dios mío, Nancy!

El bicho se posó sobre su espalda y empezó a querer morderla y rasguñarla.

—Robin, ¡Quítamelo de encima!

—¡Suéltala!

De repente Darlene se vio sola con aquel que atacaba a Steve, pero no fue tan terrible. Los demás murciélagos se ocupaban de los otros y así Darlene se encargó espacialmente en ese maldito que seguía quitándole el aire a Steve. Tenía los nervios a flor de piel, veía como el rostro de Harrington se volvía morado. La desesperación hizo que su mente se nublara.

—¡Hijo de puta! ¡Vete al diablo! —gritó Darlene cuando le clavó el remo en el estómago al bicho. 

El murciélago chilló del dolor, olvidándose por un segundo que estaba queriendo asesinar a una persona. Ante el desconcierto, Steve lo mordió de la larga cola y, cuando este lo soltó, lo tomó nuevamente y lo estampó contra el suelo unas cuantas veces, lleno de furia. El bicho murió al instante y los demás habían sido asesinados también.

—¡Steve! —exclamó Blackwood al verlo vivo.

—Dios mío, Steve.

Nancy y Robin se acercaron a él preocupadas.

—¡Por el amor de Dios!

—¿Estás bien?

—Me arrancaron medio kilo de carne —murmuró al ver todo el torso y abdomen lleno de sangre—. Pero sin contar eso, sí, mejor que nunca.

—¿Estos murciélagos tendrán rabia? —preguntó Robin al ver a aquellos animales muertos.

—¿Qué? —le preguntó Steve.

—Es que la rabia es mi mayor temor. Deberíamos llevarte al médico pronto porque cuando aparecen los síntomas, ya estás muerto.

Escucharon unos chillidos aterradores desde el cielo. Cuando levantaron la vista una bandada de murciélagos venían volando a su encuentro.

Darlene | Steve HarringtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora