Capítulo 22

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Prudence acompañó a Georgie al camarote, para colocar el ramo de gardenias en el jarrón; estaba todavía tan emocionada, que le temblaban las manos, razón de más por la que Prudence le aconsejó relajarse en la tranquilidad de su habitación, al menos por unos minutos. Georgie no había podido hablar con James; Burns y otros conocidos de él le disputaron su atención, y la propia joven, a su vez, reciprocaba el afecto que le manifestaban muchos de los pasajeros que escucharon su concierto.

—¡Todavía no puedo creer lo que ha sucedido! —comentó Prudence mientras arreglaba las flores en el jarrón—. Ha sido tan emocionante pero también tan inesperado que me siento aturdida. Imagino que tú estés mucho peor…

Georgie se sentó en el diván, tratando de hallar las palabras que aún no llegaban a sus labios.

—Estoy muy nerviosa pero feliz, experimento una mezcla de sentimientos que no puedo describir, pero que me turban profundamente. Para mí también fue muy inesperado, jamás creí que James haría algo así, pero fue el mejor momento de toda mi vida —añadió con una sonrisa.

Prudence dejó lo que hacía y se sentó a su lado, comprensiva.

—Lo imagino. De ahora en lo adelante serás muy conocida. El Imperator es el barco más grande de su tiempo y tú has compuesto una pieza para él. Los diarios hablarán de ti, tu composición se hará pública y muchos podrán adquirirla. Sin duda, esta noche ha sido el comienzo de algo muy relevante, que te elevará hasta las cumbres que tú misma decidas alcanzar.

Georgie se intranquilizó más al escucharle. No le comentó nada que ya no supiera, pero el futuro estaba lleno de ilusiones y de perspectivas para ella.

—Y en todo esto —prosiguió Prudence—, ha estado la mano del vizconde. Tiene que admirarte mucho para hacer algo así.

Las mejillas de Georgie ardían.

—A fin de cuentas —continuó—, si no te valorara, jamás lo hubiese hecho. El Imperator es demasiado importante para él para arriesgarse por una composición que no valiera la pena. ¡Se hubiese expuesto y hecho el ridículo! El vizconde es ante todo un hombre pragmático, aunque en este caso ha actuado también movido por su corazón. Una pieza femenina puede representar un riesgo para una compañía como esta, porque lamentablemente se nos juzga con más dureza que a un hombre y se nos considera, en general, menos capaces en cualquier ámbito de la vida, incluyendo al arte. No obstante, James y la Cunard han confiando en ti, y el éxito ha sido apabullante. No dudes que pronto nuestros diarios se hagan eco de lo sucedido esta noche, y que el delirio del vizconde, se convierta en su más grande triunfo.

Esta última observación de Prudence fue muy acertada. Georgie no había tenido tiempo de reparar en esto. Tanto James como Burns habían apostado por su talento sin conocer la acogida que tendría su composición. ¡Todavía faltaba pasar por el difícil trance de las noticias, pero esperaba que la prensa le sonriera!

—Lo único que no comprendí, Georgie, es cómo el vizconde poseía ese concierto tuyo —le preguntó—. ¿Es verdad que tú se lo diste?

La aludida asintió.

—Se lo obsequié justo antes de que partiese de Essex. A él le encantó cuando lo escuchó, tanto que me hizo tocarlo en varias ocasiones, durante su convalecencia. Yo no le había dado título aún, pero él me comentó que le recordaba el mar… Fue así que, antes de entregárselo, le nombré Emperador del Mar, en honor a su barco. ¡Jamás imaginé que mi partitura trascendería tanto!

Prudence se quedó complacida, en silencio, percatándose de cuán unidos estaban Georgie y James, incluso más de lo que la propia joven quería admitir.

La melodía del mar ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora