Capítulo 23

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Georgie amaneció con una amplia sonrisa en su rostro, que debía disimular un poco frente a su familia. Para sus hermanos, ella se había retirado temprano, e ignoraban aquel encuentro en el salón Majestic que fue clave para su felicidad. Luego de confesarle su amor a James, estuvo un tiempo más a su lado, incapaz de abandonar el refugio de su pecho o de dejar atrás los besos que compartían cada vez con mayores ansias. Sin embargo, en algún momento debieron separarse, ya que Georgie temía que los descubrieran. Él la acompañó hasta su camarote, y con un último beso fugaz, selló para siempre su destino a su lado.

A media mañana, James irrumpió en la suite de los Hay en busca de Georgiana. Ella le aguardaba, pero al verle no pudo evitar ruborizarse frente a Prudence, que los observaba con satisfacción. ¡Intuía que algo había sucedido entre ellos a raíz del concierto, pero no quería precipitarse al comentarlo antes de tiempo! Prudence le dio los buenos días a James y se rehusó al paseo que este proponía por una de las terrazas techadas de primera clase.

—¡Vayan ustedes! —exclamó—. Les espero para comer.

—Mi madre me ha pedido que les invite esta tarde a tomar el té en su suite, si les parece bien —comentó James, mirando a ambas damas—. Me gustaría que también su hermano y la duquesa puedan acompañarnos.

—Será un placer para mí acudir al té de los condes —respondió Prudence con amabilidad—, en cuanto a Gregory, lamento decir que salió bien temprano. Es probable que lo encuentre usted antes en alguna parte, deleitando a la señora Astor con su conversación…

James sonrió. Estaba al corriente de la atención nada conveniente que le dispensaba Gregory a Ava. Podía buscarse un buen disgusto con su marido por ello.

—Hasta luego, Prudence —se despidió Georgie de su hermana.

—¡Diviértanse!

James condujo a Georgie en silencio hasta la terraza, compartiendo miradas de complicidad, pero hasta que no se sintieron a salvo, no se atrevieron a hablar. Se ubicaron en un sitio privado, a cierta distancia se veían a otros pasajeros de primera clase que disfrutaban del sol de aquella mañana. El mar estaba tranquilo, y James además estaba complacido de saber que el Imperator surcaba el Atlántico a buena velocidad. Era probable que obtuviese la Banda Azul, aunque no quería precipitarse.

Georgie se recostó a la baranda, llevaba un sombrero de cinta azul, a tono con el vestido. Estaba tan hermosa y sonrojada que James no pudo evitar los deseos de darle un beso y se inclinó sobre ella para robarle uno, con tanta rapidez que la joven no opuso resistencia. Ella se rio después, por aquella libertad que se había tomado y le dio la mano con tanta alegría que, por un momento, James olvidó a la Georgie triste y marchita de unas semanas atrás.

—No imaginas lo feliz que estoy desde ayer —le dijo, llevándose la mano a los labios—, apenas he podido dormir…

Georgie volvió a sonreír.

—Yo tampoco —confesó—. He tenido que disimular frente a Prudence, porque es muy intuitiva y temo que algo haya advertido.

James le acarició por un instante la mejilla.

—Georgie, ayer no era momento quizás para hablar sobre esto, pero pienso que hoy pueda hacerte saber mis intenciones que, aunque las supongas, deben ser dichas como corresponde. Quiero casarme contigo —le expresó—, te amo y pienso que no existe nada que impida formalizar nuestro compromiso.

La mano que James todavía le sostenía comenzó a agitarse con cierta inquietud.

—¿Tienes alguna duda? —preguntó alarmado.

Ella le tranquilizó de inmediato, dando un paso hacia él y dándole un beso en la mejilla.

—También deseo casarme contigo, James —le aseguró—. Yo también te amo, no albergo ninguna duda al respecto y… —bajó la mirada con cierta pena— nada me ata ya a ningún otro compromiso. En cuanto supe la verdad le escribí a Brandon y deshice todo vínculo entre los dos.

La melodía del mar ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora