Ni siquiera podría llamar beso a ese fugaz roce que apenas duró un segundo. Tampoco sé si terminó a causa del empujón que le di o él se apartó por su propia voluntad, porque al contemplar su pálido rostro y la leve vibración de sus manos pensé que estabas punto de desmayarse. Fruncí las cejas indignada, sin lograr procesar del todo lo que acababa de pasar.
—¿Cómo te atreves, idiota? —le reclamé con el pulso acelerado, sentía el corazón en la garganta. Pensé que diría algo, se lo exigí, pero se quedó pasmado. Su intención quedaba en puros torpes balbuceos—. ¿Nadie te enseñó a pedir las cosas? —lo encaré.
Él chico cerró su ojo con fuerza, negando sin parar, como si se estuviera reprendiendo por dentro. Quiso acercarse, no sé con qué propósito, pero con un rápido ademán lo frené advirtiéndole que guardara su distancia si quería conservar los dientes. Jamás cometía el mismo error dos veces.
—Lo siento, lo siento —soltó al fin con tanto pesar que cualquier ingenuo se lo hubiera comprado. Yo no. Eso no fue un accidente—. No sé en qué estaba pensando... Bien, claramente no estaba pensando... —se dijo a sí mismo. Alcé una ceja ante su enredada explicación. Carraspeó al notar mi confusión—. Yo no quise... No debí... En verdad lo lamento mucho.
—Claro que vas a lamentarlo —murmuré entre dientes, señalándolo porque nadie cruzaba mi línea y decidía sobre mí. Estuve a punto de ponerle al tanto de su próximo castigo, pero maldije a mis adentros. No se me ocurrió nada. Seguía bloqueada—. Tú, atrevido de... —comencé al percibir esperaba mi respuesta. Plan que no llegaba. Imaginación, ¿dónde demonios estás cuando te necesito?
—¿Pasa algo malo?
Por primera vez agradecí la oportuna intervención de Camila que me regaló una excusa. No respondí, porque no sabía ni cómo resumirlo, preferí volver a centrarme en él para acabar de tajo con mi lío.
—Escúchame bien, tienes prohibido acercarte a menos de un metro de mí o te romperé la cara—remarqué dando un paso adelante. Él, en cambio, retrocedió asustado, asintiendo tantas veces le fue posible—. Y te aseguro que es mi es lo que menos te dolerá, no te van a quedar ganas de andar jugando al galán —destaqué para que se lo grabara bien en su cabeza—. ¿Quedó claro? —insistí harta de su tonto comportamiento.
—Mensaje recibido —respondió sin pensarlo, alzando las manos en señal de rendición.
Resoplé molesta dando por terminado el tema. Ni siquiera necesité empujarlo, él mismo dio un paso atrás atemorizado, abriéndonos camino a mí y a una curiosa Camila que le echó un último vistazo antes de alcanzarme a toda prisa. Yo estaba como alma que llevaba el diablo, no podía creer que un idiota fuera capaz de salirse con la suya a costa mía, que alguien se atreviera a besarme sin que yo lo quisiera. Maldito hijo de...
—¿Qué fue lo que pasó? —me interrogó Camila sin entender nada, ansiosa de detalles.
Pero no se los daría, no permitiría se deleitara con mis problemas.
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Todos quieren ser Jena Cuervo
Dla nastolatkówLa vida de Jena era perfecta. Líder de las porristas, con un novio de revista y el comité estudiantil concediendo sus caprichos, nadie podía resistirse a su encanto. Sin embargo, su cuento de hadas comienza a desboronarse al descubrir a su novio sie...