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Pensé que la manada me observaría con mala cara luego de sobrepasar su territorio, pero esta era una situación crítica.

—Carlisle no tardará en llegar, lo juro.—calmo con mis palabras al padre de Jacob, quien estaba contrariado.

Parecía angustiado por la severa situación de su hijo, y al mismo tiempo su trato conmigo era ambiguo.

Parecía contento de conocerme y que esté ayudando a su hijo a no sufrir, pero nuestra diferencia de naturalezas no parecía agradarle demasiado.

—Esperen, debo...—el cuerpo de uno de los muchachos de la manada me impide el paso hacia dentro del cálido hogar, mientras ingresaban a Jacob a lo que suponía que era su habitación.

—No te permitiré pasar de aquí.—sus severas palabras me generaban rabia.

—Tu...¿Tu quien te crees que eres?¿Como te llamas?—empujo su cuerpo unos centímetros para atrás.

—No te interesa como me llamo.—me habla como si de una serpiente echando veneno se tratara.

—¡Paul, cálmate!—la chica llamada Leah exclama.

Los chirridos de unas llantas sobre la calle nos detienen de la discusión.

Carlisle estaba ya entrando al hogar como la velocidad de la luz.

Él había podido pasar sin problemas, y a mi aún me retenían en la entrada.

—¡Estoy lejos de el!¡Mi don no funciona tan bien así!—grito en la cara del chico llamado Paul.

Sam asoma su cuerpo desde adentro de la casa para observarnos.

—Ivonne, deja de gritar. Jacob no está tranquilo oyéndote así.

—¡Es tu culpa! Si me dejarás entrar...—mis palabras se detuvieron apenas el alfa y Paul compartían una mirada. Sin previo aviso los brazos del hombre lobo y uno más de la manada me empujaban hacia atrás, ubicándome en un costado de la entrada, cerca de Leah y el padre de Jacob.

Mientras más me alejaba más difícil era evitar que Jacob sintiera su cuerpo. Carlisle comenzaba a reubicar sus huesos, en ese momento comenzaron a oírse ciertos quejidos, a veces incluso gritos de dolor.

Mis ojos se cierran, la rabia estaba completamente apoderándose de mi. Mi mitad sufría sólo porque el resto no me quiere cerca de él.

Como si yo pudiera causarle más dolor que alivio.

—¿Está...?—Bella llega corriendo hasta nuestro lugar, luego de parquear su gran camioneta naranja.

Su pregunta fue interrumpida por un grito desgarrador de Jacob.

—Ha sido así por un rato.—informa un chico de la manada, Quil.—Le están rompiendo sus huesos para acomodarlos bien...

—¿Porqué tuvo que meterse? Yo lo hubiera desecho.—se queja Leah.

—Leah. Ya basta.—le responde de mala manera Paul, mientras quejidos se oían salir de la habitación de mi mitad.

—¿Que pasó con tu don, Ivy? Pensé que lo ayudaría...—intenta descifrar Bella.

—Cállate. Es lo que he estando intentando hacer, pero no me dejan acercarme a él.—respondo severa, no estaba pasando por mi mejor momento.

𝐖𝐈𝐂𝐊𝐄𝐃 𝐆𝐀𝐌𝐄𝐒-j. black, e. cullen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora