seguí tocando.
no sabía cuándo había cerrado los ojos pero al oír una pisada, algo cerca de mi ubicación, los abrí y quedé fascinado.
te veías tan lindo estando nervioso.
me mirabas con esos ojos brillantes y tus cachetes rosados por la vergüenza.
de tan solo recordar tu expresión se me salen las lágri...
mierda, mojé todo otra vez.
en fin.
pediste perdón incontables veces por, según tus palabras, espiar e interrumpirme.
no me había dado cuenta pero era verdad, apenas te había visto me quedé inmóvil, dejando la pieza musical a la mitad.
sonreí.
no estaba enojado, al contrario, sentía cómo la migraña en mi cabeza se desvanecía.
por primera vez me sentía en paz.
deseando más de esa nueva sensación te dije que no molestabas y palmeé el suelo para invitarte a sentarte a mi lado.
aceptaste.