epílogo : marchitar

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las piernas le flaqueaban por correr tanto y sin parar por aquellas calles pero ignoró el dolor por que en su cabeza había algo aún más alarmante por lo que preocuparse: mingi

el pelirrojo lo había llamado hace unos minutos atrás para "despedirse" de él. bien, una que otra vez mingi le llegó a decir que deseaba terminar con todo e hizo que vallase a visitarlo para hablarle y cuidarle, pero notó que de lo que va del mes él había sido más recurrente con esos comentarios.

sumado a eso la voz de mingi a través de la línea sonaba rasposa, más de lo usual. se escuchaba cansado.

llegó a la residencia y se tomó un segundo para respirar agitado y luego dar cinco toques en la puerta, desesperado. al no recibir respuestas tocó de nuevo, y aún nada.

decidido abrió la puerta él mismo y examinó el lugar con la mirada, no había nadie. eso por una parte le facilitaba el entrar y el no tener que darle la cara a los padres poco estables del chico, pero por otro le aterraba el que no haya nadie más que mingi probablemente encerrado en su cuarto haciendo quién sabe qué para atentar contra su vida.

un escalofrío recorrió la espalda de yunho al pensar en lo último y se apresuró a buscar la habitación de su amigo, tenía que apurarse.

pasó por todo el desorden del hogar -si así se le podía llamar- y cuando reconoció la puerta agarró el picaporte pero justo antes de abrir se dió cuenta de algo, una canción podía escucharse desde adentro. un pequeño rayo de esperanza apareció para el castaño. había una posibilidad de que tal vez el de rojo sólo estuviese escuchando música otra vez a todo volumen, pues eso hacía a veces cuando se encontraba deprimido.

entró y lo que vió más el tremendo olor a cigarrillo hicieron que casi vomitase.

ya era sabido que el castaño era sensible, más a la sangre, así que desvió su mirada rápidamente de los brazos maltratados del pelirrojo.

— mierda... mingi, levántate. — lo movió por los hombros, pero no respondió. ni siquiera daba indicios de estar consciente.

lo llamó varias veces pero mingi no hacía nada más que estar con la cara pegada al mueble, con todos sus cabellos rojizos revueltos, la piel con cortes y pequeñas quemaduras. a yunho le causó impresión, ¿hasta se había usado como cenicero?

se sintió demasiado ansioso, tenía que pedir ayuda. buscó en el bolsillo trasero de su pantalón y no había nada, que desgracia, había olvidado su celular en casa por salir tan rápido. maldiciendo ahora trató de buscar el celular de mingi, el cual se encontraba tirado en el piso, cerca de los pies de el mismo. visualizó eso y algo más, algo que llamó su atención.

vió varias hojas escritas de tamaño mediano. se agachó para con una mano agarrar algunas y con la otra el móvil y al tenerlas notó que la gran mayoría tenían ligeras manchas de sangre y suciedad.

-— ¿cartas?

las vió de pasada y lo que más le dió intriga fue un nombre que salía resaltado al reverso de todas: wooyoung.

¿wooyoung? ¿aquel chico del que su amigo tanto le hablaba? yunho nunca lo había conocido en persona pero como lo describía mingi parecía ser alguien muy preciado para él. sus dudas se pronunciaron mucho más sobre el estado del pelirrojo, ¿qué sucedió para que terminara así de mal?

iba a marcar el número para emergencias pero la curiosidad le ganó y agarró otra que seguía tirada, estaba más cerca de mingi y más manchada así que suponía que era de las más recientes. la leyó en su mente.

"mi linda lavanda, cada día sin tu presencia es más mierda que el anterior.

trato de encontrarle otro sentido a esto pero no puedo.

no aguanto.

quisiera asesinar al maldito homófobo de tu padre por llevarte lejos de mí, pero apenas tengo fuerzas para levantarme.

me estoy matando.

escribí estas cartas improvisadas para no olvidar, aunque probablemente esta sea la última.

estaré contigo de nuevo, sólo espérame."

yunho estaba maquinando muchas cosas a la vez, pero se concentró y releyó el contenido del papel las veces necesarias, las palabras "matar" y "olvidar" atrayendo más su atención.

teorizó y al analizar el escritorio de mingi llegó a una conclusión. dejó las cosas en la madera e hizo su mayor esfuerzo para no desmayarse mientras agarraba la muñeca de mingi y hacía que su mano se abriera y soltase algo. lo agarró y supo de inmediato de qué se trataba, una vez le habían ofrecido en una fiesta. buscó desesperado en los cajones de todos los muebles de la habitación hasta que entre la ropa desordenada de uno encontró las tabletas de pastillas, casi todas estando abiertas.

lo sabía, sobredosis de xanax.

el castaño miró el cuerpo de mingi y no pudo evitarlo, dejó salir unas cuántas lágrimas. el ambiente se sintió pesado y deprimente, con la melodía divertida de pigs de cypress hill de fondo, contrastando con lo que estaba presenciando.

yunho había sido testigo de cómo la bonita amapola se había marchitado por completo.

lavandaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora