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Naruto me lleva de regreso a su amigo Gaara, el hombre encantador que ahora sostiene a un niño pequeño

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Naruto me lleva de regreso a su amigo Gaara, el hombre encantador que ahora sostiene a un niño pequeño. Una mujer de piel pálida y un salvaje cabello castaño corto se apoya contra él. Ella parece un hada con su vestido colorido.

"Gaara me dijo que teníamos una invitada con nosotros", me dice, sonriendo.

Mi estómago se aprieta. ¿Qué pensaría ella de mí si supiera la verdad? Hay tanta gente aquí, se siente como que si al menos alguien podría reconocerme. Probablemente debería ser golpeada por un rayo por entrar en una iglesia, excepto que solía créer en Dios hace mucho tiempo. Mi padrastro era un hombre religioso. Él donaba mucho dinero. El sacerdote lo llamó un amigo cercano. Así que que no creo que sea tan malo que esté aquí.

"Hola", digo, sintiéndome tímida. "Soy Hinata".

"Matsuri. O solo Suri". El niño se retuerce y lo toma en brazos con un suave jalón. "Querido, tenemos compañía. ¿No puedes comportarte frente a señorita? Claro, tu puedes por qué eres un caballerito, si señor" me sonríe. Está interacción hace que sea fácil para mí calmarme. Nadie va a reconóceme.

"Lo siento. ¿Puedo hacer algo para ayudar?" Pero Gaara ya sacó algún juguete nuevo de la chaqueta de su traje, el niño lo agarra y lo chupa con avidez. "Que lindo."

Suri se ríe. "Creo que nos llevaremos bien". ella mira Naruto. "Ya puedes irte." De inmediato ella le da toda su atención a su hijo.

Naruto no se va de inmediato. Se gira hacia mí, una arruga entre sus cejas doradas. "¿Estás segura de que estarás bien?"

Él es hermoso. Es como mirar a una estatua de Antínoo, hecha de carne y hueso. El hecho de que también sea amable e inteligente… ¿cómo lo dejó ir Sakura? El destino siempre está haciendo sus trucos.

"¿Qué harás si digo que no?" murmuro. "Insistir para que este a tu lado en el altar?"

Me da una sonrisa lenta. "Tal vez lo haga. No crees que al sacerdote le importe, ¿verdad?"

"Para nada," digo, sintiéndome sin aliento por disfruta esta conversación tan natural. "Estoy segura de que me dejaría repartir la ostia también."

"Así que te criaron como católica", murmura para sí mismo, y me doy cuenta de que he dejado caer mis defensas, ¿o solo fue un coqueteó? No, no quiero que él vea a través de mi.

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