CAPÍTULO CUATRO

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―Escuchar conversaciones de adultos no está para nada bien.

Nyx miró a su prima por el rabillo del ojo derecho. Estaban escondidos detrás de una puerta oculta en la oficina de su padre. Los adultos se habían encerrado allí después del postre para hablar de algo serio y que, aparentemente, explicaba la presencia de Lucien durante la cena.

―Es por eso que estamos haciéndolo.

Dhara sonrió.

―Tienes razón ―dijo en voz baja, volviendo a mirar por la rendija de la puerta―. Oh, somos terribles.

―¿Crees que se darán cuenta de que estamos aquí?

―¿Eres tonto? Por supuesto que se han dado cuenta, pero todavía no ha venido nadie a echarnos así que estamos bien.

Nyx asintió y regresó a la observación.

―Si Koschei ha reclamado a Vassa, eso quiere decir que se la ha llevado a su castillo ―dijo Cassian. Desde la posición en donde estaban los niños, únicamente podían verlo sentado de espaldas, con las enormes alas bien apretadas.

―Así es ―respondió Lucien, parado junto a la chimenea. Alrededor del círculo íntimo se veía bastante acorralado, como aquel conejo que Nyx y Dhara habían intentado cazar en su visita al campamento ilirio―. Jurian todavía permanece en la casa que compartíamos, pero quiere prepararse para ir a buscarla.

―Y que lo maten, seguramente ―comentó Mor, dando un sorbo a su copa de vino. Los niños solo alcanzaban a ver su perfil izquierdo, con los largos mechones de pelo rubio cubriendo su hermoso rostro.

―Me sigue sorprendiendo la estupidez de los humanos ―agregó Amren, que permanecía en el lado opuesto a Lucien. Distraídamente su mano izquierda jugaba con la decoración sobre la chimenea―. Pero nosotros no tenemos nada que ver si él quiere internarse en el castillo de Koschei.

―¿No harán nada? ―preguntó Lucien.

Dhara vio a su madre, que estaba sentada junto a Cassian, acariciarse la barriga con aire ausente antes de responder.

―¿Por qué deberíamos de hacerlo? Ya hemos ayudado a Vassa a huir durante todos estos años. Meternos en una disputa con alguien como Koschei no nos sería conveniente.

―¿Feyre? ―suplicó Lucien.

La alta señora suspiró.

―Lo siento, pero creo que Brina tiene razón. Hemos hecho todo lo posible para que él no la alcanzara, pero ahora que lo ha hecho...

―¿De verdad la van a dejar ahí?

―Tenemos que pensar en nuestra corte, Lucien ―dijo Rhysand, poniendo esa cara que Nyx solo le había visto durante las reuniones más importantes―.  ¿Qué bien nos traería luchar por una reina humana? Vassa nos ayudó durante la guerra y le hemos pagado por eso.

―¡No se trata de pagar! ¡Se trata de ayudar!

―Niño, no seas estúpido ―rezongó Amren―. El castillo de Koschei queda muy lejos de nuestras tierras, llegar hasta ahí supondría un riesgo innecesario. ¿Y todo por una humana? Por mucho que ella pueda haber hecho por nosotros, estaríamos poniendo en peligro nuestra paz.

―Eso es cierto ―prosiguió Mor―. Koschei ha pasado los últimos seis años en paz. No ha vuelto a intentar aliarse con ninguna reina humana ni mucho menos buscar los Tesoros. Provocarlo sería una ridiculez.

Lucien miró a cada uno de los presentes en la oficina, incluso le pareció a Nyx que posaba aquellos ojos dispares en la rendija tras el tapiz. Cuando hubo memorizado sus rostros, se irguió en toda su altura y se marchó dando pisotones.

―Iré a hablar con él ―dijo Feyre, suspirando.

―Dudo que alguien como él entre en razón ―masculló Brina―, pero no podemos arriesgarnos a otro enfrentamiento ―bajó la mirada hacia su barriga. Dhara la imaginó haciendo esa mueca rara que hacía con la boca cuando algo le molestaba.

―Si quiere acompañar a Jurian, puede hacerlo ―dijo Cassian, levantándose―. Sería una misión suicida, aunque el tipo tiene pinta de que le gustan ese tipo de cosas.

―¡Cas! ―chilló Mor.

Rhysand rió desde su asiento.

―¿Qué? ¿Acaso dije una mentira? Solo alguien como él se arriesgaría a ir, o ya sea de paso, a venir a cenar con Elain tan cerca.

―Feyre lo ha invitado ―murmuró Brina, girando la cabeza en dirección a su esposo. Los niños se percataron entonces de que el shadowsinger había permanecido en la oficina todo ese rato, oculto tras un muro de sombras y sin decir una palabra.

―¿Saben que? ―dijo Rhysand, moviendo una mano. Una botella de líquido marrón voló hasta la mesita frente a él, junto a un vaso―. Merezco un trago de esto después de esta reunión.

―Y yo merezco otra porción de postre ―Brina se levantó casi de un salto, lo que le pareció sorprendente a Dhara, considerando lo grande de su estómago―. Quizá Nuala me haya guardado un poco.

El resto del círculo pareció seguirla, a excepción de Rhysand y Azriel. Ambos hermanos se sentaron uno junto al otro; el primero haciendo flotar otro vaso para el segundo, mientras éste disipaba las sombras que lo rodeaban.

―Estoy seguro de que han disfrutado de la conversación, pero va siendo hora de que se vayan a la cama, niños ―dijo Rhysand, inclinándose hacia atrás en su sillón y dando un largo sorbo a su bebida.

―Si fuera ustedes me apresuraría antes de sus madres empiecen a buscarlos ―agregó el shadowsinger, tomando de su vaso también.

Nyx y Dhara cerraron la puerta juntos y se marcharon corriendo por el pasillo secreto.

―¿Por qué crees que nos han dejado escuchar todo? ―preguntó el mayor una vez que salieron.

La niña se encogió de hombros.

―Quizá no les importó.

El niño no pareció muy convencido con esa explicación, pero debía de apurarse antes de que sus padres fueran a leerle su cuento de la noche.

―Encontraré la respuesta en otro momento ―dijo muy solemne.

Tal vez lo hubiera hecho, de no ser porque al día siguiente tendría otras preocupaciones más importantes que esa. Con el paso del tiempo, Nyx se olvidaría de preguntar porque los habían dejado escuchar esa noche, o en las noches que le siguieron a esa.

Una corte de espadas y coronas ― AzrielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora