Hacía frío, mucho frío.
No sabía cuáles eran las tareas de una omega, pero Sana supuso que lo primero que debía hacer era la cena a su alfa. Con una mano alisó su pelo, la otra la llevó al libro de cocina que tenía frente a ella para hojearlo suavemente, tocar la tersa hoja que mostraba una receta para un buen sándwich monte cristo al horno.
Comenzó a batir, a calentar, y sólo escuchó un carraspeo venir de la entrada de la cocina, ahí estaba. A su lado, colgaba su saco en el perchero que estaba en la puerta. Sana ya no se asustaría tan fácil al verlo ahora sabiendo de dónde vino, algo que había dejado Tzuyu ahí de forma delicada, hasta con cuidado de no hacer algún ruido que la perturbara.
Chou Tzuyu era una alfa que había conocido en una fiesta de Año Nuevo, compañera de trabajo de un amigo, y hace unas semanas la había marcado por petición de ella. La mayor no se negó.
Hasta la había marcado con cuidado, no mordiendo, sólo enterrando sus dientes, preguntando si estaba bien, y la había cuidado hasta que dejara de arder tanto y que la fiebre se fuera de su cuerpo.
Sabía poco de Tzuyu, era profesora de Historia en el colegio privado que estaba a 14 minutos de su casa, tenía un buen sueldo, su olor era menta, y le gustaba observar mariposas, como el dibujarlas. Era una mujer calmada, con linda sonrisa, y voz suave que podía calmarla con el decir 'está bien', y ella, nunca usaba su voz de alfa. Era perfecta.
En la entrada de la cocina le cedió esa sonrisa calmada, tratando de transmitirle ese sentimiento. Sana sólo le devolvió la sonrisa, partiendo lo que tenía que partir. La voz la interrumpió, haciéndole dar un pequeño salto.
—Yo iba a hacer la cena, Sana—la pelinegra sólo negó mientras volteaba a verla, dejando el cuchillo en la barrita.
—Tzuyu, fuiste muy amable al dejarme quedarme aquí y marcarme, el seguir llevándome a la universidad, el darme una segunda oportunidad, esta es mi forma de agradecerte y no sentirme como un bulto en esta casa.
Escuchó un carraspeo, un suspiro, y después le sonrió, demostrándole que no podía hacer más ante los argumentos de la pelinegra. Esa misma asintió repetidas veces.
—¿Cómo te fue en el trabajo?
—Bien, los adolescentes no les importa la historia, eso es cosa de generación al parecer, porque recuerdo que a mis compañeros tampoco les gustaba la historia, aún así, a mi sí, y me gusta enseñar lo poco que sé.
—Yo creo que sabes todo, no sabes poco...
—Nadie sabe todo, todos sabemos poco, todo es una enseñanza de la que debemos aprender, nadie nace sabiendo ni muere sabiéndolo todo, ley de vida— Sana asintió—¿Y a ti cómo te fue? ¿Todo bien? ¿La uni fue buena?
—Sí, lo de la marca le llamó la atención a unos compañeros, Yuta se sorprendió al saber que fuiste tú —Tzuyu asintió repetidas veces mientras mordía su pulgar, hacía un mohín, y después se acercó a Sana, haciéndola voltear a verla.
Dos semanas llevaba en esa cama y sólo veía a la castaña en las comidas, fines de semana, y aún así, Tzuyu era demasiado reservada con ella, si era la palabra. Y lo agradecía.
Porque no se acercaba a abrazarla, no dormían juntas y el contacto físico sólo se limitaba a una palmada en el hombro al momento de irse a trabajar.
Por lo que no supo cómo reaccionar cuando la mayor llegó a ella y le tomó por el hombro, sonriendo sin dientes. Habló.
—¿No necesitas nada de la tienda?—negó— es sólo que iré, necesito comprar cigarros, ¿realmente no quieres nada? —la menor volvió a negar y la castaña sólo la vio, asintió, y se fue, tomando su saco del perchero y saliendo sin decir nada, en un silencioso acto que dejó a la estudiante sin el calor que estaba sintiendo.
La casa de Tzuyu tenía calefacción, sabía cómo prenderla, pero de todos modos tenía un frío y temblor que no la dejaba en paz, y supuso que fue la marca lo que la comenzó a hacer actuar así, de ese modo. De ese modo de necesitar a su alfa, de sentir su calor, y de saber, que Tzuyu no la había marcado.
Lo había hecho, de la forma física, la mordida, pero no había dejado su calor en ella, no estaba dejando su rastro, su olor, y aunque no le dolía, le molestaba, levemente. Sólo cerró sus ojos mientras suspiraba, llevando la cena al horno mientras esperaba con los brazos cruzados a que Tzuyu o que la comida saliera. La primera opción llegó primero, y Sana la vio.
—La cena sale en 4 minutos.
—Perfecto, mira, te traje un té, en la fiesta de Yuta dijiste que te gustaba demasiado esa bebida— y por eso era tan fácil vivir con Tzuyu.
Esa preocupación, el recordar cosas como esas la hacía una persona perfecta, era la alfa que no la obligaba a dormir con ella, la que volvía a dejar las cosas como estaban, y le sonrió, aceptando la bebida al mismo tiempo que le servía de la cena con cuidado en su plato.
La castaña la vio, sonriendo.
—Se ve rico.
—Es sólo un sándwich— asintió, avergonzada—pero gracias.
Sana sólo llevó su comida a su plato y la vio, sólo la vio, y sintió, que podía respirar en calma. Por primera vez.
No tenía que malpensar, se sentía cómoda con Tzuyu, pero hasta ese momento, después de dos semanas, dos grandes semanas donde no había recibido ningún grito, ningún abuso o ningún uso de la potente voz de alfa, se sintió a salvo, y eso, era sinónimo de lejos de su padre.
Mientras intentaba comer sintió una cálida lágrima recorrer su mejilla, luego otra, y al final comenzaron a caer más, más hasta robarle la respiración y que tenga que sollozar, después, ver a Tzuyu, y que esta salte de su asiento para abrazarla, verificar que esté bien, pero Sana estaba perfecta.
Libre, sana, bien. Lloró más fuerte mientras sujetaba a Tzuyu, la abrazaba por su cuello y se escondía en su pecho, sollozando mientras inhalaba ese olor a menta y no había ningún rastro de alcohol, aceite, tampoco hubo golpes ni reclamos por llorar.
Sólo la voz de la mayor, caricias en su cabeza, y aunque lo sabía, necesitó las palabras. "Todo está bien".
Y sin saber, que todo estaría mejor.
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𝐖𝐡𝐞𝐧 𝐓𝐡𝐢𝐬 𝐑𝐚𝐢𝐧𝐬 𝐒𝐭𝐨𝐩𝐬 - 𝐒𝐚𝐭𝐳𝐮
Fanfiction𝑺𝒂𝒕𝒛𝒖 - "Para escapar de su casa llena de abusos, Sana no encuentra otra opción más que casarse con una alfa que acababa de conocer, dejándose marcar. Ahora, esa marca que sólo era un ardor punzante, poco a poco se convertía en un calor abrazad...