—Ya te dije que no me gusta ese amiguito tuyo—la omega tragó saliva, nerviosa, entrando a la casa en puntillas, queriendo ignorar al alfa que estaba en sala. Lo escuchó grunir—no me gusta que me ignores, Sana.
—Yuta sólo me trajo a casa, ya es noche, le preocupó que llegara a est-
—No se preocupa, sólo quiere que se la chupes un día de estos, todos los alfas son así —asintió, queriendo caminar a su cuarto, pero el cuerpo alto la detuvo—dime que nunca le harás caso a otro alfa, Sanake.
La mano grande, llena de aceite, sostuvo su rostro, y el rostro furioso con una que otra mancha de aceite la miró, esperando una respuesta. La menor sólo tragó saliva, asintiendo, pero el otro apretó su rostro, haciéndola quejar. La vio, gruñendo, levantando más la voz—dímelo, Sana.
—No le haré caso a otro alfa, Tío—trató de sonreír, pero el rostro serio del hombre le quitó la sonrisa. Siempre lograba hacerlo. Tragó saliva mientras sentía al alfa acercarse a ella y cerró sus ojos, pero sólo sintió cómo él у se acercaba a oler su cabello. Tembló, cerrando sus ojos. La voz fuerte habló.
—Dímelo como me gusta, Sanake.
Quiso negar, pero la mano que la tenía aferrada a él le impidió, por lo que no tuvo otra opción más que hablar, apretando sus ojos, y todavía, temblando. Intentó hablar lo más fuerte que pudo, y lo hizo. Gritó como nunca pensó que se atrevería gritarle a ese idiota alfa, a ese sujeto. Gritó con toda su fuerza, viéndolo.
—¡No quiero, quiero a Tzuyu! ¡Quiero a Tzuyu, necesito a Tzuyu! —comenzó a empujarlo y mientras lo hacía, sollozaba, lanzando pequeños manotazos que logró darle uno al hombre que la llamaba.
Pero la voz gruesa y fea se convertía en una suave, hasta que la golpeó de nuevo.
—¡Dios mío, un manotazo más y mañana no te daré té de manzanilla!—los ojitos llenos de lágrimas de la omega menor se abrieron, y apenas vio a la rubia, abrazó una almohada, intentando percibir un olor, pero se quejó, llorando.
—¡Tzuyu, necesito a Tzuyu! —la rubia alta la vio confundida, y le cedió una sudadera que estaba en la silla, haciendo a la menor abrazarla de una forma fuerte mientras olfateaba, pero volvió a llorar, abrazándose a si misma—¡Necesito a Tzuyu!
¿Qué era Tzuyu? Dahyun le intentó dar un oso tamaño gigante que le había regalado su novia hace meses pero la pelinegra negó, llorando, intentando abrazarse a si misma mientras se quejaba. Segundos antes de que la rubia se arrancara el cabello,Bunos toques a la puerta llamaron su atención, haciendo que gruñera.
—No sé quién se atreve a tocar a las 2 am... —y si había alguien, esa era Tzuyu, con gotas de sudor en su rostro y respiración agitada, recargándose en la pared, inhalando y exhalando.
A juzgar por su aspecto, su pijama, una sudadera y tenis mal amarrados, supo que se había levantado de la nada, agarrado lo primero que vio, y había venido corriendo hasta su casa, porque no había rastro de su carro.
El respiro pesado de la otra fue el que le dio espacio para hablar.
—Sa-Sana, ¿Dónde es-está? La se-se-sentí llamarme —no dijo otra palabra y se apartó, dándole entrada a la alfa que sólo entró de forma rápida a la casa, entrando al cuarto donde estaba su omega.
Y al llegar ese olor de feromonas más fuerte que una sudadera usada, Sana se lanzó a ella y la abrazó, rodeando sus brazos en su cuello y sus piernas en su cintura, llorando, comenzando a inhalar de forma exagerada el olor del cuello de su alfa, sollozando.
Trató de hablar, pero las caricias que la mayor le estaba proporcionando de una suave en su cabeza y en su espalda la calmaron, junto el olor, y se acurrucó en el hombro, sonando su nariz, calmada. Sólo hizo un mohín, tratando de no cerrar sus ojos.
La otra voz habló.
—Todo está bien, Sanake— ese apodo. Cerró sus ojos y negó, pero al no percibir el olor feo y fuerte del aceite, al no recibir ningún olor a sudor y mucho menos, ese horrible olor a ajo, se sintió segura. La abrazó más fuerte al sentir que se acostó, y eso fue un impulso para no dejarla ir. Volvió a sonar su nariz, y tragó saliva, para luego relamer sus labios.
Habló, viendo a su alfa.—Quiero agua, por favor...
La otra asiente, buscando algún vaso por los muebles pero entra su hermana que veía la escena preocupada, y le cede lo pedido por la omega. En cuestión de segundos se acaba todo lo que había en el vaso, y se toma una pastilla que ambas le ofrecieron, preocupada.
Se acurrucó más junto a la castaña, cerrando sus ojos para hablar.
—Soñé feo, Tzuyu...
Unas caricias en su cabello y un beso en su frente. No se acercó a oler su cabello ni pedirle cosas asquerosas, y Sana se aferró más a ella, abrazándola. Hizo otro puchero. Su alfa habló.
—Ahora yo estoy aquí, cuidaré de ti, si vuelve a pasar me aseguraré de despertarte, ¿Si? Por mientras Dahyun te dio una pastilla para que puedas dormir mejor, Sanake, pero de todas formas yo estaré aquí contigo—sintió un leve asentir, y vio a su hermana, pidiéndole que se fuera. Volvió a ver a su omega, riendo—ahora, ¿Puedo quitarme la sudadera y mis zapatos para dormir?
—Está bien...
—Entonces para eso debes soltarme un poco, —Sana un suspiro pesado de la otra, y la soltó. 6 segundos que pasaron de forma infernal, y apenas vio a la alfa quitarse los lentes y acostarse, abriendo los brazos, la omega saltó a ellos y se acurrucó en el hombro de la otra mientras abrazaba su cintura, intentando pegarse más a ella, y suspiró, inhalando luego.
Sólo se acercó más a ella, acercando su nariz a su cuello, y comenzó a cerrar sus ojos.
El negro que significaba un nuevo comienzo, ese negro que podía estar segura que nunca lo podría volver a ver apareció, y por primera vez, en meses, y semanas, pudo dormir sin ninguna pesadilla que la atormentara, pudo soñar alguna situación donde no hubiera lluvia espeluznante, sino, sol.
Tzuyu volvió a besar la frente de su omega y suspiró, llevando su mano apenas al hombro de Sana pero cuando sintió su corazón acelerado, la bajó, dejándola lejos de tocar el cuerpo de la omega.
Mientras su omega pudiera dormir bien, no le importó ese latir que resonaba fuerte en su pecho, y oídos.
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𝐖𝐡𝐞𝐧 𝐓𝐡𝐢𝐬 𝐑𝐚𝐢𝐧𝐬 𝐒𝐭𝐨𝐩𝐬 - 𝐒𝐚𝐭𝐳𝐮
Fanfiction𝑺𝒂𝒕𝒛𝒖 - "Para escapar de su casa llena de abusos, Sana no encuentra otra opción más que casarse con una alfa que acababa de conocer, dejándose marcar. Ahora, esa marca que sólo era un ardor punzante, poco a poco se convertía en un calor abrazad...