DOCE

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—Llámame loco pero he notado cambios en Sana— la castaña dejó su regla en el escritorio, acariciando su mejilla interior con su lengua. Apretó la mandíbula.

—Hablando de Sana no me desconcentrarás, ni me ocultarás que me moviste el borrador de su lado izquierdo a su lado derecho, Yuta, ya te he dicho que no limpies nada de mi escritorio, para mi sólo saca algunas copias.

El chico suspiró, cansado, asintiendo, viendo a la otra alfa acomodar el borrador de la forma en la que está siempre. Siempre.

Algo rutinario. Algo que siempre lleva orden, limpieza, y una Tzuyu alterada porque alguien ha entrado de repente en su monótona vida. Yuta comenzó a engrapar de forma cuidadosa las hojas que anteriormente les había sacado copia y vio cómo la castaña veía su agenda, tomándose su tiempo.

El semblante que era serio se comenzó a ablandar, y con sus dedos acarició de manera cuidadosa, con sumo cuidado y hasta cariño, una hoja. Lo vio.

—Lo está haciendo para bien, no sabes lo feliz que me pone verla sonreír más seguido, lo feliz que me pone ver que ya no se cubre cuando pasa un accidente, que ella está más a salvo— y finalizó con una pequeña sonrisa que apareció en su rostro, viendo la agenda.

La cerró de forma cuidadosa y la guardó en su bolsillo de su chaqueta. Se apartó un poco el fleco y volvió a ver al otro, sonriendo.

—Gracias por la fiesta, regresó alegre, tararea una que otra canción y baila mientras cocina, creo que deberíamos poner música más seguido—entonces, sonríe al mismo tiempo que la otra, pero Yuta sonríe más fuerte al notar que fue una sonrisa involuntaria, una que salió de la nada por sólo pensar en ella.

Sigue en su trabajo de engrapar 3 hojas para el trabajo de mañana, y aprovecha para engrapar tarea suya, con permiso de la otra.

—¿Cómo es ella dando clase?

La pregunta que saca al japonés de su burbuja mientras tomaba de su jugo, y se para, viendo a la pelinegra con las hojas que hace unas horas engrapó. Él rascó su nuca, carraspeando, pensando.

—¿Por qué de repente la duda?

—Es sólo que es maestra de historia, ellos tienen diferentes formas de dar las clases, unos sólo leen, otros hasta presentan obras de teatro para apasionar a los jóvenes, y quiero saber el suyo, por fi, dime—una personalidad más abierta, menos cerrada, que hasta ve a los ojos a todos y les habla de una forma amable.

Él era un impedimento para el sol que era Sana. Yuta apoyó su cabeza en su mano y pensó severamente, recordando.

—Dibuja, todo el pizarrón está lleno de información que se complementa con dibujos, usa a personas de ejemplos y muchas veces ella misma es la del ejemplo, es una clase con movimiento, presencia, siempre hay alguien hablando y participando, y creo que es agotador, pero satisfactorio para ella.

Las veces que llegaba a casa quejándose de su cuello y espalda, que su voz se va un poco, pero que llega dándole una sonrisa y hablando de su maravilloso día, aunque algunas veces quejándose de algunos alumnos, Sana se apoyó igual que Yuta, mordiendo su dedo.

—Sería lindo tener un profesor de historia así, mis profesores de historias, 2 eran calvos y todos sólo nos ponían a leer, era repetitivo—el castaño aprieta la nariz de la otra, haciéndola quejarse, pero luego la vio ladear su cabeza—¿Sabes qué más le gusta?

El otro relame sus labios, y habla, sacando su celular.

—Mariposas—fotos donde hay dibujos en el salón de mariposas, realistas, y una en un frasco, reposando. Sana lo toma y lo ve de cerca, sonriendo ella las dibuja, las ve.

—Ella parece apreciar la belleza y la vida.

Fue lo más acertado que dijo, pero Sana sólo lo notó por las mariposas.

Tzuyu veía a Sana, era lo cierto, pero no sólo la veía.

La apreciaba.

Su sonrisa que se cuela de poco a poco al verla de forma silenciosa, sus ojos que querían capturar cada movimiento gentil y tierno, cuidadoso, lindo. Se cautiva de sólo verlo que se lamenta no poder capturarlo con algo más que sus ojos.

Sintió la presencia de la alfa y volteó a verla, sonriendo, acercándose a saludarla con un beso en la mejilla y toma su mano para acercarla al horno para que viera lo que estaba cocinando, y volteó a verla, esperando un cumplido.

Sonrió grande al ver los ojos sorprendidos de su alfa al ver la pizza en el horno, y la vio, acariciando su mano, sonriendo.

—¡Pizza desde cero! Yo hice desde la masa, salí a comprar pepperoni y los pimientos—salió ella, sola. La sonrisa sorprendida se convirtió en una orgullosa y por primera vez, fuera de la cama, la abrazó, enterrando su nariz entre su cuello y hombro, suspirando.

Acarició su espalda, su cabeza, y la apretó en brazos, haciendo a la otra reír mientras se aferraba de la misma forma a ella, acariciando su mejilla con su nariz, abrazándola por la nuca. Una sonrisa más grande salió de ella, chillando emocionada, escuchó a su alfa hablar.

—No sabes lo feliz que me pone el saber eso, fue más que salir a recoger el correo, fue más que ir a la escuela y volver, Sana, saliste sola, tomaste un colectivo y compraste lo que necesitabas, ha sido... un gran avance, el más grande, y me pone contenta, feliz— de misma forma que ella, acarició su hombro, justo su marca, con su nariz, haciendo que su corazón se acelere un poco.

Un poco que latió fuerte, hasta que comenzó a hacerlo rápido, una reacción que sentía pocas veces, y antes, cuando sentía la presencia de su tío. Pero ahora no había peligro, era su alfa abrazándola, acariciándola, y de ahí, comenzó a comprender un poco.

Mordió su dedo de nuevo al teclear en su celular por qué sentía eso, pero estaba segura que no era taquicardia. Sólo suspiró, apagando el horno y sacando la pizza, llamando a su alfa que estaba revisando unas cosas en la mesa, y cuando volteó, y la vio sonreír con esos lentes, Sana volteó de inmediato al volver a sentir eso.

Sólo comió, ganándose unos cumplidos por la comida, y consecuente, ganándose un latido más fuerte en su pecho.

El sentir la mirada atenta de Tzu, sus labios elevados en una pequeña sonrisa y saber que la estaba escuchando contar su día tampoco ayudó. Sana llevó un mechón de su cabello detrás de su oreja, riendo, sintiendo sus mejillas calentarse.

No sabía bien qué era, tenía una leves pista, pero no le molestaba. Puede ser que le gustaba.

𝐖𝐡𝐞𝐧 𝐓𝐡𝐢𝐬 𝐑𝐚𝐢𝐧𝐬 𝐒𝐭𝐨𝐩𝐬 - 𝐒𝐚𝐭𝐳𝐮 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora