—Sé que no hemos visto el motivo aún, pero les dije que era opcional esto, recuerden que el 5 de Junio de 1950, Corea del Norte atacó a Corea del sur, ¿Alguien pue-
—Prof Chou... alguien vino a verla... —la castaña volteó a ver al joven pelinegro, que rió nervioso, apoyándose en el marco de la puerta aprovechando que casi topaba. Rascó su nuca— dijo que se llama Minatozaki Sa-
—Oh, ¿Dónde está?—y el semblante que dejó de ser uno furioso se transformó a uno suave, dejando a YuKhei confundido mientras la veía pasar de él después de decirle que cuide un rato su clase.
Un ceño fruncido que se presentaba cuando algo interrumpía en su rutina, en su propia monotonía, pero que por alguna razón, jamás se presento en la ruptura de esa monotonía. Tzuyu alzó un poco el paso, pareciendo casi correr para ir rápido a lo que sea que quisiera su omega en ese instante.
La castaña sonrió al verla, y sonrió más fuerte al ver a su omega sonreír junto a ella. Se acercó, recibiendo un beso en la mejilla como saludo.
—¿Qué haces aquí, Sana?—pregunta, haciendo a la pequeña pelinegra alzar una bolsa que tenía un té negro y un sándwich en ella. Ladeó su cabeza.
—Olvidaste tu almuerzo en casa, apenas tuve clase libre vine para traerlo— dulce y linda omega.
Tzuyu lo aceptó, viéndolo, pero volteó a ver a la otra.
—No era necesario, Sanashine, pero de todos modos muchas gracias, es tan atento de tu parte.
Atento. Era lo menos que merecía Tzuyu después de ser todos esos meses la persona más atenta, linda, suave, gentil, amable.
Sana se acercó de nuevo a besar en la mejilla a su alfa y se despidió, caminando a paso rápido viendo su reloj, viendo a un Yuta que la esperaba en la puerta. Habló divertido apenas se acercó a su paso, señalándola.
—Estás roja.
—¿Qué pasó, Chae Won?
—Que está rojita como cereza, profe, y salió feliz y volvió contentísima, aparte tiene labial en la mejilla, alguien la besó y le trajo su almuerzo— la profesora rió, dejando la bolsa en su escritorio sin importarle si la puso centímetros correctos, pero sonrió, asintiendo.
—Eres muy analista, y sí, mi omega vino a dejarme el almuerzo que he olvidado en casa y saben que no es de mi olvidar cosas, pero aquí estamos— aunque no duró mucho. En cuanto se dio cuenta quitó la bolsa y buscó un espacio en su mismo escritorio, quitando su regla. Suspiró, acercándose a ver su mariposa en el jarrón— ¿Qué les parece si tenemos lo restante de la clase libre?
—¡Sí!
—¿De verdad tuviste una clase libre hoy? ¿Cómo arreglarás eso después con tu cronograma?—la alfa alzó sus brazos, tomando del té negro y movió su pie, pero sonrió.
—Mis chicos tuvieron tres horas de matemáticas y 1 de física seguidas, merecían un descanso.
¿Un cambio? Tzuyu no supo que responder a su propia pregunta mental, sólo acarició su lata, viéndola. Un cambió que no la alteró, pero si afectó su rutina, de una buena manera.
Era mil veces mejor llegar a casa y ver a una omega feliz cantando, bailando mientras cocina algo y de su cuello cuelga un mandil que abrochó en dos vueltas, donde su risa, la música, y sus pasos llenan de color su casa que no tenía nada de color más que su suéter salmón. Se sentía llena de energía, se despertaba queriendo ser mejor cada día, para su omega, pero también para ella.
Sonrió inconsciente. Sana se percibía a si misma como la lluvia, una persona que sólo derrocha agua de sus ojos y que le quita el color a las cosas, pero en realidad era un sol. Un sol que dejó de ser cubierto por las nubes y comenzó a brillar por si solo, que comenzó a sobresalir.
A ser libre, brillante. Tzuyu se apoyó en la barrita, sonriendo, viendo a la omega bailar alegre una canción setentera y apenas notó su presencia, volteó, con las manos invitándola a bailar.
La alfa sólo negó con su mano, pero esa mano fue jalada.
Un paso suave, una mirada atenta. unos ojos en proceso de sanación. Tzuyu se acercó y sólo se paró, viendo a la omega bailar de forma animada con sus manos, envolverse a si misma con ellas, y ahí la más alta agarró ritmo.
Comenzó a moverse de una forma suave, aunque la música era movida, alegre.
Tzuyu sonrió grande al verla reír, al verla cerrar sus ojos, ver sus dientes, ver sus mejillas ocultar sus ojos, su nariz arrugarse. Ser una persona de 23 años, una estudiante de modas y mercadotecnia.
Ni supo cuándo terminó la canción, pero aprovechó su mano en el hombro de la omega para bajarla a su cintura y apretarla, acariciando en esa zona de forma suave. Vio sus ojos, su nariz, y sus labios que seguían en una sonrisa.
Sonrió igual.
Pero de todos modos se acercó a besar su mejilla, sintiendo el corazón de la omega en su pecho latir de una forma agresiva y fuerte, y después, sus mejillas teñidas de moras. No se dio cuenta que la omega tenía su mano en su rostro, viéndola.
—Hola, Tzu, ¿Cómo te fue en el trabajo? ¿Te gustó tu almuerzo?¿Estuvo rico?
—No había probado sándwiches tan deliciosos hasta que probé los tuyos—comentario que hizo a Sana reír y apretar su mejilla, ocasionando que la viera.
—Tienes un hoyuelo en esta mejilla—sonrió más fuerte, sintiendo un dedo apretar esa hendidura. Habló, sin darse cuenta que seguía tocando a su menor, todavía abrazada por la cintura.
Sólo vio su rostro, viéndolo sonreír.
—¿Y cómo te fue a ti?
—Oh, Dios, no te dije pero una amiga mía trabaja en una boutique y está aplicando para una empresa pequeña, me está ayudando a buscar una pero me encontró lugar en la suya...
Su rostro de sorpresa y orgullo hizo las mejillas teñirse ahora, de cereza, y se acercó más a Tzuyu. Acarició su hombro con su nariz—y bueno, soy una persona feliz, ¿Qué más puedo pedir?
—Yo tengo una amiga que tiene una empresa pequeña, ¿Quieres preguntar y aplicar?—apenas la alfa quitó su mano de su cintura la omega la agarró y la posó de nuevo en su cintura, acercándose más.
No contestó racional, no pensó, pero dijo lo que quería, por primera vez.
—Por favor, hay que quedarnos así un rato más.
Ahora, la lluvia que resonaba afuera se rebajó a un simple chispeo hasta ser nulo, pero no importó nada porque su alfa la estaba abrazando.
Porque su alfa estaba con ella.
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𝐖𝐡𝐞𝐧 𝐓𝐡𝐢𝐬 𝐑𝐚𝐢𝐧𝐬 𝐒𝐭𝐨𝐩𝐬 - 𝐒𝐚𝐭𝐳𝐮
Fanfiction𝑺𝒂𝒕𝒛𝒖 - "Para escapar de su casa llena de abusos, Sana no encuentra otra opción más que casarse con una alfa que acababa de conocer, dejándose marcar. Ahora, esa marca que sólo era un ardor punzante, poco a poco se convertía en un calor abrazad...