Capítulo II: ''Libertad en el corazón''

100 7 0
                                    


La época de la primavera tocaba a las puertas de las tierras de Mobius y a la espera de un nuevo amanecer, los vientos soplaban con fuerza entre los campos bastos de plantas, flores y vida plena en los alrededores. El cielo se encontraba despejado con un sol brillante que iluminaba las cumbres más altas en compañía de las copas de los árboles que resguardan sus ramas en sus hojas, en esa temporada, las siembras estaban más que provechosas con los frutos frescos y con las cosechas eran el mejor manjar para el apetito. El ambiente dentro del bosque se escuchaba tranquilo con el dulce aroma diario que provenía de la pradera cercana a la villa del lago, su pórtico conservaba un jardín pequeño donde se cultivaban margaritas, petunias, tulipanes y demás. En ese pequeño vergel una conejita de pelaje color crema y vestido anaranjado de telas sencillas, se colocó de cuclillas llevando una canasta consigo donde comenzó a poner algunas flores. Paciente fue colocando por par siendo selectiva, solo tomaba las que se encontraban con su capullo abierto y que en su color se conservarán frescas, una vez terminando su labor la coneja tomó el aldaba de la puerta tirando de ella para entrar a su hogar donde le esperaba su madre quien se encontraba al final del pasillo preparando los aperitivos del madrugar.

- ¡Mamá! ya traje las flores que pediste! - Hablo fuerte la pequeña buscando con la mirada a su madre mientras sostenía su canasta de flores.

- Estoy en la cocina, Cream, por favor déjalas en la mesa y ve a levantar a los dormilones, por favor. Ya amaneció y necesito que consigan el trigo nuevo en las cosechas del campo.- Comentó la madre mientras sacaban el pan del horno de piedra, preparaba un desayuno completo para los residentes en la villa dado que su rutina era larga. 

- ¡Bien! voy por ellos, ¿no necesitas algo más, Mamá? - Mencionó la conejita mientras pasaba a la cocina dejando dicha canasta en la mesa y dirigió su mirar a su madre.

-No, de momento, anda que la comida va a enfriarse.- Contestó la señora de orejas largas mientras cortaba el pan en rodajas con su cuchillo.

Esta se despidió con una pequeña sonrisa y salió de la cocina a paso rápido, camino por el pasillo, subió por las escaleras principales de madera en la sala principal llegando al segundo piso del sitio. Miro de lado a lado el carrejo solo para ver si no había palomas, ya que normalmente dejaban la ventana de ese piso abierta por las temporadas de calor y dichas aves aprovechaban para entrar a la casa, refugiándose en las patas de los muebles. Por suerte ese día la coneja no tendría que asustar a ninguna parvada de aves, caminó por el corredor sin preocupación y tocó suavemente la primera puerta que encontró a la vista.

-!Knuckles¡ Despierta, ya salió el sol ¡.- Con tono alto la coneja habló detrás de aquella puerta de madera desgastada, siendo insistente está nuevamente alzó su voz pero con un poco de fuerza sin separarse del cercano picaporte. 

-!Si no te levantas, me voy a comer tu pan con mermelada¡.- Comentó con una risita mientras pasó de largo a la otra puerta que se encontraba al fondo del pasillo, de la misma forma tocó suavemente y espero respuesta de la joven pero solo obtuvo un silencio.

-!Amy¡ ¡Arriba! !El desayuno está listo¡.- La coneja le hablo mientras tocaba la puerta un poco fuerte, hizo el intento nuevamente de hacerla despertar, pero la eriza adormilada le contestó ligeramente desorientada.

- Enseguida salgo, Cream !No te comas mi pan¡ -Contestó la rosácea un poco ronca mientras tallaba sus ojos con cansancio, realmente la joven quería estar más tiempo en su lecho pero sin más se levantó de su cama con inacción pero no olvido doblar sus sábanas como tal, abrió el ventanal de su habitación recargando sus antebrazos en el margen mientras el viento le resoplaba con una brisa ligera en sus cortas púas.

𝐋𝐚 𝐃𝐚𝐦𝐚 𝐝𝐞 𝐙𝐢𝐫𝐜𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora