Capítulo III : ''Cinco espadas, Una corona''

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La fortaleza de un reino siempre se alzara ante los males existentes en su mundo, procurando la protección de su poblado y de su rey, la vida de un árbol siempre se evaluaba con el crecimiento arduo de su tronco mientras sus ramas reciben los brillos de los rayos de sol en sus hojas verdes, un monarca debía ser la representación de su emblema puro e digno de su linaje. Su imagen debía ser impecable, mostrar la más grata educación para formar las alianzas incondicionales y lo más primordial era desarrollar un sentido nato de valentía para proteger aquellos que eran indefensos. La mañana daba en el gran ventanal de la habitación condecorada de mueblería fina, las cortinas blancas que llegaban hasta el piso marmoleado se mantenían cerradas, mientras que aquel joven erizo primogénito aún permanecía en su alcoba, debajo de sus sábanas de telas suaves a color rojo. Su jornada iniciaba a partir de que el sol apareciera en su vista, pero en incontables ocasiones el heredero no saludaba sus mañanas por la pereza que llegaba a sentir, la puerta del dormitorio fue tocada suavemente llamando a su presencia por su sirvienta, quien llevaba en manos unos pergaminos enrollados para su alteza. Sin embargo no pudo recibir respuesta de su autoridad, nuevamente esta le insistió tocando el marfil de la puerta con delicadeza pero no consiguió respuesta nuevamente. la chica suspiro bajando la vista ligeramente y se retiró de la entrada de la alcoba.

- ¿Se habrá ido?.....- Se cuestionaba a sí mismo en su mente mientras asomaba poco a poco su cabeza por fuera de las sabanas.

Este solo pudo escuchar el calzado de tacón retirarse hacia el pasillo del palacio y en cuanto el silencio se presentó el joven azulado dio un gran bostezo con cansancio elevando la sabanas hacia el otro lado de su lecho, estiró sus brazos ligeramente para luego levantarse e ir hacia el ventanal de su habitación. Miro un poco el reflejo de los rayos del sol que entraban por la tela iluminada blanca y tiró de estas para alumbrar la alcoba que se conservaba siempre ordenada y limpia, a el joven no le molestaba despertar en las mañanas pero su jornada le impedía tener un poco de aprecio a lo que le acontece dentro de su futuro reino, una sonrisa ligera se marcó en sus labios para luego abrir el gran ventanal de su balcón entrando en este recargando sus codos, observando el gran jardín que tenía de vista, le agradaba sentir la brisa por las mañanas en sus púas, le reconfortaba en sus fuerzas que la naturaleza le acompañaba en sus días. En ese trance de relajación el erizo abandonó el balcón dirigiéndose al armario para colocarse su vestimenta adecuada, aquel uniforme que portaba con orgullo de tonos blancos siberia le ajustaba a su silueta portando el emblema de su territorio y su casa en el antebrazo con una banda de color azul celeste, el bordado del sello de sus raíces era un león de melena esbelta postrado en lo alto de una roca. Se observó en el espejo con seriedad ajustando el cuello de su uniforme con ambas manos, la temporada que se avecino definiría muchos aspectos de su presente del que disfrutaba y necesitaba de la mayor sabiduría para tomar las decisiones correctas. Tras estar preparándose el joven tomó el vaina de su espada para colocarla en su cintura y guardar la tizona que era de su pertenencia, la puerta sonó nuevamente pero en esa ocasión una voz masculina le llamó tras la puerta.

-Adelante.- Mencionó el erizo en voz alta mientras ajustaba las mangas a sus muñecas con atención.

-Buen día, su alteza.- Comentó el camaleón violeta quien abría la puerta de su superior, entró a la alcoba y cerró la puerta detrás suyo, dando una reverencia.

-No es necesaria la formalidad,Espio.-Dijo el erizo quien terminando de preparar su uniforme, dio frente a su compañero.

-Es parte del código, no me pida que lo olvide.- Le menciono con una sonrisa ligera para luego tomar asiento en el tocador blanco del azulejo.

- Este día quiero que mantengamos todo en orden, ¿Los arreglos para la ceremonia, están listos? .- Dijo mientras observaba nuevamente su ventanal abierto, con la vista hacia el jardín.

𝐋𝐚 𝐃𝐚𝐦𝐚 𝐝𝐞 𝐙𝐢𝐫𝐜𝐨𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora