Annya Velazco es una chica mexicana que decide irse a estudiar a Canadá para formar su vida profesional y conocer el país, parece darse por vencida en el amor hasta que en su último semestre recibe una serie de cartas que la hacen recuperar la fe.
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Este capítulo está dedicado a andiec0rdova. Lo prometido es deuda aunque lo haya hecho tarde jaja <3
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Estaba de lo más tranquila el fin de semana, no parecía que tenía que entregarle una presentación de un capítulo entero al peor profesor de la escuela al inicio de la siguiente semana. Mi mente solo estaba preocupada por el outfit que llevaría a la fiesta el sábado en la noche.
—¿Todo listo para la mejor fiesta del año? —preguntó Maw, animada. Hizo su entrada llamativa, posando frente a mí.
—Solo me falta poco.
Era una fiesta informal, además de que era al aire libre decidí ponerme pantalón de mezclilla, suéter tejido cuello alto y botas. Mi cabello normalmente es algo rizado así que decidí alaciarlo para, ya sabes, verme un poco diferente.
Mawar es el claro ejemplo de «antes muerta que sencilla», ella se puso un vestido corto de color negro, aunque traía medias largas apuesto que no le cubrían demasiado del frío en las piernas, así que por encima se puso una chamarra de pana que combinaba con todo lo demás y no podían faltar, unas botas similares a las mías, y puedo decir que amo las botas en cualquiera de sus estilos, sobre todo en color negro.
—Ya me quiero ir, ¿podrías apresurarte?
—Oh, ¿la señorita «no me importa llegar tarde a la escuela» no quiere llegar tarde a la fiesta? —me burlé—. No lo sé, suena irónico.
—Soy una de las organizadoras, se verá mal si llegó tarde.
—Ya está, Maw —dije, al terminar de delinearme los ojos, frente al espejo—. Solo tenías que ser paciente, ¿es mucho pedir?
—Ay, ya. Vámonos, agarra tus cosas.
Llevé una bolsa con lo necesario para pasar las próximas cinco horas fuera de casa. Nunca se sabe lo que pueda pasar...
Como era una fiesta de foráneos, estaba en un lugar cerca del área de la TBU. A pesar de eso, no solo iban estudiantes de nuestra escuela si no, de otras escuelas, pero la regla seguía siendo que solo extranjeros podían entrar. El lugar como tal se trataba de una casa que rentamos entre todos (porque si, nada es gratis) así, los que gusten se podían quedar a dormir ahí pues la entregaban al siguiente día.
Caminamos unas cuantas calles a la luz de la luna, que prácticamente acababa de salir, hasta encontrarnos con la dichosa casa.
—Buenas noches, chicas. ¿Traen su pasaporte? —Le enseñamos nuestro pasaporte, el mío mexicano y el de ella indonésico.
Sí, se tomaban muy en serio lo de ser extranjeros. Una vez descubrieron a un canadiense que se coló a la fiesta y lo sacaron a golpes. Yo no estaba de acuerdo con eso, pero al parecer yo no era nadie para opinar.
—Pueden pasar, recuerden, es al fondo.
—Gracias.
Seguimos las indicaciones del encargado aunque ya sabíamos el recorrido, siempre era la misma casa —a excepción de un año que la rentaron antes—. Como acababa de comenzar no había mucha gente, así que decidimos entrar.
