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—Esto te pasa por indisciplinada — gruñó el capitán.

Estaba acorralada, su cuerpo pequeño y fornido le impedía irse. Esa camisa blanca pegada a su pecho, junto a los arneses del uniforme lo hacían ver increíblemente atractivo. Su cabellera negra y pulcra es de lo más hermoso que tiene, su rostro no se queda atrás, solo que es arruinado por el mal humor. Eso sin mencionar del carácter y forma de cocinar ahí la dejamos.

—Han pasado dos años, ¿y aún no comprendes? — preguntó con cierto brillo en la mirada.

—Me gustan sus castigos Heichō —Fue sincera, siempre lo había sido en todo lo que respecta él, elevó sus manos con la intención de posarlas sobre sus hombros, pero él las apartó de un manotazo.

Le dio la vuelta dejándola boca abajo sobre el escritorio, sintiéndolo acomodarse mejor detrás para comenzar a frotarse contra sus glúteos haciéndola jadear ansiando más, pero siempre era lo mismo.

—No me toques mocosa sucia — escupió de mala gana — No tarda en llegar Erwin, y tú con tus niñerías... la próxima vez será un castigo serio.

Eso se traducía mejor en ser golpeada, hacerla limpiar en exceso el lugar más asqueroso del cuartel hasta que quede como a él le gusta o dormir en los establos con los caballos, como hace una semana.

Las piernas le temblaban ante la deliciosa sensación, inconscientemente ella misma se hacía para atrás solo para seguir sintiéndolo.

"Me gustaría sentirlo, aunque sea una vez dentro de mí"

—Me gusta, Heichō —soltó en un tono indecente haciendo que Levi la atrajera más hacía él.

Su rostro no podía verlo, pero había hecho esto tanto en estos dos últimos años, que podía imaginarlo.

Se separó de forma brusca, y se sentó en la silla de su escritorio.

—Yo haré el resto — bajo su bragueta — Ayuda a la cuatro ojos, que te busca desde hace rato.

Se fue incorporando, se levantó y pudo ver como fruncía el entrecejo mientras chasqueaba la lengua como de costumbre. Era natural que se moleste, había crecido en los dos años y el nada, obviamente.

—Estúpidos mocosos, lo único que hacen es crecer en tamaño, pero en cerebro siguen igual de idiotas — se quejó ignorándole.

Salió del lugar con cuidado sin ser vista en lo que estaba quejándose, para que no se enojara de verdad.

—¿Castigo? — preguntó la castaña de gafas, vio a Kuchel asentir y negó con la cabeza — Empiezo a creer que eres masoquista

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—¿Castigo? — preguntó la castaña de gafas, vio a Kuchel asentir y negó con la cabeza — Empiezo a creer que eres masoquista.

—No es así, Hange -san —se defendió Kuchel — Solo que el Heichō es difícil de tratar, se molesta por todo y aún me ve feo de vez en cuando.

—Tal vez te pareces a alguien que odia —comenta.

—¿Alguien que quebró su escoba? -preguntó en broma

Lo Que Ordene El Capitán || Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora