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De todos los días en los que les ordenaban limpiar los establos, tenía que elegir el día más caluroso de todo el año, el olor a estiércol inundaba sus fosas nasales que ni el pañuelo que tenía amarrado le ayudaba a mitigar el olor, algunas moscas se estaban juntando debido a la peste que parecía cada vez más fuerte, el heno de los caballos se había adherido a sus botas por lo mismo, estaba cansada y sudaba como carne hirviendo en una olla.

— ¿Necesitas ayuda? — Preguntó Petra entrando por un momento. Kuchel negó con la cabeza limpiándose el sudor de la frente con la manga de su camisa.

— Ya estoy por terminar —Le respondió Kuchel haciendo una pequeña pausa, pero miró al suelo notando lo sucia que estaba su ropa, no entraría así a menos que quiera ganarse otro castigo —Oh, Pero podrías hacerme un favor.

La pelirroja asintió, prestando atención la petición de su compañera.

—¿Me buscas algo de ropa para tomar un baño? —pidió casi con súplica.

―Por supuesto.

— Gracias, mi ropa esta donde siempre.

— ¿Amontonada en la silla? —Bromeó.

―No, ahora está perfectamente doblada donde debe estar –contestó Kuchel con irritación mientras seguía recogiendo estiércol.

―Creo que puedo imaginarme la razón –dijo Petra riendo.

Y una muy buena, una que tiene que ver con el intenso dolor de costillas que tiene desde hace unos días cuando el capitán le dio una patada como regaño por ser tan desordenada con su ropa, maldito amargado maniático del orden.

Petra se rio por las caras que estaba haciendo Kuchel mientras murmuraba maldiciones contra el capitán.

Petra se rio por las caras que estaba haciendo Kuchel mientras murmuraba maldiciones contra el capitán

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— ¡Frío! –exclamó en un pequeño grito cuando entró al río.

Puede que haya sido el día más caluroso del año, pero su cuerpo estaba todavía más caliente a causa de todo el esfuerzo hecho al realizar sus labores y el cambio brusco de la temperatura fue un choque.

Su cuerpo lentamente comenzó a acostumbrase al frío del agua, se sumergió completamente comenzando a lavarse, restregando sus brazos y las piernas para quitarse el sudor y las manchas de lodo, estaba un poco más relajada.

Se sumergió por completo en el agua para lavar su cabello, salió a la superficie para escurrir su cabello, mirando con algo de asco por el color gris que estaba saliendo del exceso de agua de su cabello y el olor a estiércol y caballos se le hacía asqueroso, lavó su cabello con aguas perfumadas con extracto de naranja o de limón, era algo que solo vendían en la muralla interior. Apenas y había podido ahorrar para comprar una botella, pero le gustaría poder ahorrar más y comprar uno de esos jabones perfumados con aroma a flores, sería increíble oler a flores en lugar de cítricos.

Escuchó pasos acercarse así que hundió nuevamente su cuerpo para ocultarlo, pero se relajó al escuchar la risa de Petra.

— Aquí tienes — Dijo con una sonrisa apenas llegó poniendo su ropa en la orilla del río — Debes estar muy cansada.

Lo Que Ordene El Capitán || Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora