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Decir que estaba nerviosa era poco, pero a la vez es taba emocionada. Finalmente iba a entregarse al hombre que más quería, sentirlo frotarse contra ella, sus manos acariciando su cuerpo, todo se sentía tan irreal que parecía que estaba teniendo otro de esos sueños húmedos y se despertaría decepcionada nuevamente.

—¿Te haces o realmente eres estúpida? -le gruñó con molestia.

—Confío en usted -murmuró apenas debido al placer.

Al ver su cara sonrojada, sus ojos nublados por la excitación, eso lo irritó demasiado.

—No te atrevas a llorar, llora y en vez de romperte el himen voy a romperte las piernas.

Y eso rompió el encanto.

—¿Qué? — preguntó con confusión.

Esa mocosa a parte de estúpida era ingenua.

—Debiste hablar con la cuatro ojos primero — murmuró desviando la mirada, la chica era ignorante en el tema al parecer.

Con solo ver durante un minuto su cara de cordero confundido se le quitaron las ganas de hacerlo, el instinto fue suprimido por el peso de moralidad acerca de aprovecharse de una mocosa que no tenía idea de nada. Intentó apartarse, pero ella lo detuvo cosa que lo molestó, pero no fue capaz de darle un golpe para que lo dejara en paz.

—¿No lo va a hacer? -preguntó Kuchel casi necesitada.

—No -respondió enojado.

Pero a esas alturas, después de desear tantas veces que aquello pasara Kuchel no se iba a echar para atrás. Intentando provocarlo ella le dio un casto beso en los labios a su capitán y fue bajando lentamente aquellos besos a su cuello, acariciándolo para provocar una reacción.

El Soldado más fuerte de la humanidad no hacía nada más que reprimir sus deseos y disfrutar en silencio del intento de provocación. Kuchel fue bajando tortuosamente sus manos, acariciando cada centímetro del torso del capitán Levi, al tiempo que dejaba de besar su cuello y mordía el lóbulo de su oreja, a esas alturas no le importaba si la golpeaba después.

—Por favor, por favor se lo suplico... — suplica en susurro en su oído, su mano llega al pantalón, baja delicadamente los dedos por dentro en busca de algo.

Levi toma la mano intrusa en su pantalón y la guía hasta su erección. Toma su falo palpando cada centímetro, sintiendo los pliegues de sus venas, y mueve su mano hasta llegar a su glande sacando un gemido a su superior. Comienza a apretar entre su mano y mover de arriba abajo, masturbando a su capitán.

Levi no se puede deleitar más, al tener entre sus brazos y piernas a la mocosa con sus mejillas rosadas a más no poder, avergonzada de lo que hace y a la vez ansiosa.

Siente que solo él tiene el derecho de reclamarla, pero a la vez un peso enorme le impedía hacerlo.

Su mano acarició la mejilla de Kuchel lentamente y la bajo por su cuello hasta llegar a su seno derecho, lo apretó mordiendo su labio inferior al sentir que estaba apuntó de venirse.

—Detente — le ordenó a Kuchel.

La de ojos ambarinos paró. Levi continuó acariciando su cuerpo hasta que habló.

—Quítate la ropa.

La menor obedeció despojándose de su ropa lenta y dudosamente hasta que ya no hubo nada cubriéndola, avergonzada de estar expuesta resistiendo el instinto de cubrirse con los brazos por miedo a que se molestara. Levi hacia lo mismo, al finalizar Levi la observó y mordió su labor inferior.

—¿Por qué tenías que ser menor? — pregunta molesto empujándola para dejarla tendida en la cama. — No estaría tan preocupado ahora...

Lo último fue como un susurro, que Kuchel no supo si lo imaginó o realmente lo escuchó.

Lo Que Ordene El Capitán || Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora