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Después de que la supliera uno de sus compañeros, lo único que quería hacer era descansar por al menos unos minutos. Caminó por el campamento algo tambaleante, estaba tan cansada que se le escapó un bostezo.

Entró a lo que ella pensaba era su tienda, estaba vacía lo cual era realmente bueno para ella en esos momentos, se costó en su saco de dormir, el silencio y la soledad en la que se encontraba en la tienda la hicieron relajarse tanto que comenzó a caer un sueño profundo del que creía no poder despertar en mucho tiempo a pesar de estar en un territorio peligroso, pero lo que la sacó de esa cómoda situación fue un golpe en el estómago que la hizo levantarse abruptamente.

— ¡Oí, Mocosa!

Abrió los ojos lentamente debido a la fuerza que usó para cerrarlos debido al golpe que recibió, aunque también por efectos del sueño, abriendo un poco los ojos se encontró con la imagen borrosa de su capitán de pie viéndola mucho más enojado que otras veces.

— ¿Qué haces aquí? —Interrogó con enojo cuando vio que ella estaba más o menos despierta.

— ¡¿En mi tienda?! –contestó a manera de pregunta un poco indignada.

—No es tuya, mocosa despistada. —Hizo una mueca, similar a una cara de asco, pero esa era peor a la de un asco normal, cuando creía que no podría ser peor se sintió estúpida ya que cuando estaba enojado era obvio que podría ponerse peor.

Un poco más despierta aún adolorida por el golpe gateó a la entrada de la tienda para asomarse y se dio cuenta que efectivamente se metió en la tienda equivocada, pero emitió un gemido de cansancio cuando se dio cuenta de su error, al parecer estaba tan cansada que no se dio cuenta que se había metido en la tienda equivocada. Pero en su defensa realmente no era culpa suya ya que todas las malditas tiendas fueran iguales.

Mierda.

— Ay~ —Me quejó levemente al ver lo lejos que estaba, no lo estaba realmente, pero se sentía así, estaba totalmente exhausta — Déjeme aquí cinco minutos –pidió completamente desganada.

Se arrepintió al instante, tanto que hasta el sueño se le fue. Se le olvidó con quien estaba hablando, no era con Erwin quien amablemente le diría que no y le pediría pacientemente que se regresara a su tienda, ni con Hange quien lo más probable es que tuviera piedad de ella y se recortaría a su lado. Era con Levi.

—¡¿Acaso debo mostrarte cómo debes de comportarte de nuevo?!— Gritó enojado levantándola agarrándola fuerte de las solapas de su camisa — No estás aquí para jugar, o para dormir. Así te estés cayendo de sueño, debes estar alerta. Aun si tu cara termina con grandes manchas como las de un puto mapache.

Dejó caer la tela que tapaba la salida y visibilidad. Se asustó tanto por el grito que forcejeó un poco intentando escapar.

— Te castigaré de nuevo —Su rostro enfadado de verdad que le daban ganas de llorar, ahora si no se salvaría de la peor paliza de su vida, volvió a forcejear para poder salir de ahí.

— Perdón, Heichō, fue un error, saldré de su tienda enseguida –se disculpó con la esperanza de que por lo menos la soltara.

— No es ese el problema, y tampoco es mía, es la de Auruo. Ha llegado alardeando sobre que te has metido a su tienda intencionalmente, ya sabes lo molesto que es. — Soltó. — El problema es el descuido, pudiste entrar a un lugar peligroso o pudo aprovechar y hacerte algo...

No sabía si reír o sentirse indignada.

—Auruo es pura palabrería y nada de acción, Heichō.

Esto pareció irritarle más. Estaba firmando su sentencia de muerte si seguía fastidiándolo más.

Lo Que Ordene El Capitán || Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora