If I Had Never Left You [Volkacio]

Capítulo 4: Podrías quedarte

Playlist: The Archer // Taylor Swift

Está harto. No lleva ni un día despierto y ya necesita salir del hospital con urgencia. En cuanto Horacio se marchó de la habitación, miles de doctores entraron a realizarle pruebas, demasiadas. Revisiones que ya le estaban dando dolor de cabeza solamente para confirmarle lo que ya sabía: todo estaba perfecto excepto la movilidad. Lleva toda la mañana estrujando esas pequeñas pelotas (tanto las de espuma como las de goma), con las manos para recuperar fuerza. Ha hecho ejercicios con los brazos, como si estuviera haciendo el típico calentamiento del colegio en clase de educación física con sus estiramientos complementarios. En el caso de las piernas, es la enfermera que acudió la noche de antes cuando apretó el botón, la que acompañaba a Volkov con los ejercicios. Pero sigue sin moverse de allí, de esa maldita cama que parecía una prolongación de su cuerpo. Se siente atado a ella. Necesita salir de esas cuatro paredes blancas y azules cuanto antes. Nunca ha sido una persona claustrofóbica pero si continúa ahí encerrado no le cabe duda que empezaría a serlo.

Sigue aplastando las pelotas con las manos mientras mira por la ventana, una bastante grande que ocupa casi toda la pared paralela a la puerta de entrada en horizontal. La bandeja de la comida yace en una de las mesas al lado de la camilla. Ha tardado más de lo normal en comer, pues esta vez no ha tenido la ayuda de Horacio. Pero mirando el lado positivo, ha sido capaz de hacerlo solo, con mucho esfuerzo, pero lo ha hecho. Observa a la ciudadanía pasear por las calles, sin que nadie los detenga. Libres, sin ataduras. Por un momento siente envidia por ellos, solo un segundo. En seguida se dice que está siendo demasiado dramático, pero una persona que está acostumbrado al ajetreo de la policía no puede quedarse tanto tiempo sin hacer nada antes de que le de una embolia, no literalmente hablando. La puerta de la habitación se abre de golpe asustando a Volkov que casi se le sale la pelota disparada de las manos.

-¡Ha llegado el caballero de armadura para salvarle de su torre, príncipe Volkov! -El peligris voltea la cabeza y se encuentra con Greco quien tiene una mano colocada en su pecho. Volkov le fulmina con la mirada. No es ningún príncipe atrapado en ninguna torre-. Perdón, te mentí. No soy tu Horacio pero he venido a sacarte de aquí.

-No empiece con sus tonterías, Rodríguez.

El apellido de la mano de usted, eso solo significa que le ha molestado de verdad. Greco sonríe para sus adentros, lo considerará como victora solo porque Volkov ha rodado los ojos y ha apartado la mirada de él cuando mencionó a Horacio.

-Vengo a darte una vuelta por el hospi, macho. Te he traído una silla de ruedas y todo -dice Greco haciéndose el ofendido. Volkov vuelve a mirarlo, esta vez con cara de desagrado.

-No pienso subirme a esa mierda -alega-. No me va ayudar en nada. Tengo que andar, no reducir mi movilidad al mínimo.

-Sabía que dirías eso. -Empuja la silla de ruedas que acaba varada en algún lugar de la habitación-. Así que también traje esto otro.

De detrás de la puerta, como si hubieran estado apoyadas en la pared del pasillo, Greco saca un par de muletas. Volkov suelta las pelotas y estira los brazos hacia su amigo, una petición silenciosa para que se las pase. Greco se las tiende con una sonrisa y le ayuda a ponerse de pie. Un dolor punzante atraviesa la rodilla derecha de Volkov. Su rostro intenta mostrarse impasible, no quiere añadir nada más a la lista interminable de problemas médicos.

Había notado ese dolor esa mañana, cuando realizó ejercicios de rehabilitación con la enfermera. Ella le preguntó si sentía alguna molestia pero él solamente negó.

-¿A dónde vamos? -pregunta Volkov siguiendo a Greco por el pasillo. Agradece llevar las muletas, puede dejar caer su peso en la pierna izquierda y no forzar la derecha.