the prettiest flowers bloom at night. [TeruMob]

Capítulo 4.

—Shou-kun está de vuelta, Ritsu-kun.

Esas palabras, aquellas que creyó jamás escucharía, o que al menos intentaba asegurarse a sí mismo que no existía probabilidad alguna de que alguien las diría, habían sido pronunciadas con tanta calma, tanta amabilidad, que al mencionado debería haberle irritado por tan solo dignarse a desafiar las probabilidades y la confianza que él mismo había creado en el interior de su cabeza.

Pero solo hizo que su piel se erizara de pies a cabeza, sintiéndose extremadamente vulnerable casi al instante.

—¿Estás bien?

Y realmente quería contestar con la verdad, aceptar que aquella pieza de información que recibió como si de un balde de agua fría chocando contra su piel caliente se tratara le había tomado completamente por sorpresa, pero su pobre cerebro solamente podía mentir, sacudiendo ligeramente su cabeza para reordenar sus emociones, mirando directamente al mayor.

—Sí, estoy bien, Serizawa-san —mencionó Ritsu, dibujando una pequeña sonrisa en sus labios, que desentonó con el resto de las reacciones que se continuaban entre sí tanto en sus expresiones como en su rostro, y ante aquella respuesta el mayor borró ligeramente la sonrisa con la que había recibido al menor de los Kageyama en la cocina para contarle lo que solo él tenía que saber antes que cualquier otra persona—. No te preocupes.

—¿Estás seguro? —el tono del dueño de aquella casa cambió repentinamente a uno un poco más grave, dejando salir el lado preocupado y protector que fue cultivando con los años, y que a Ritsu siempre le sorprendía al escuchar. A veces, no podía evitar compararlo con la primera versión del mayor que conoció—. No sonaste muy convencido...

—Lo estoy, no te preocupes.

Los ojos del más alto aprovecharon el silencio luego de aquella respuesta para clavarse en los del menor, quien simplemente apoyó un poco más su cuerpo sobre el mesón, y poco a poco fue cortando el contacto visual hasta que Serizawa solo podía verlo de perfil, incapaz de leer más allá de la piel de Ritsu.

Al final, no tuvo otro remedio más que mirar a otro lado, el vapor del agua hirviendo indicándole a ambos que el té estaba listo para ser preparado, y que esa conversación se había terminado ahí. Y ambos estaban equivocados, o al menos no estaban dispuestos a quedarse con esas palabras sin profundidad alguna. Serizawa sabía que algo había despertado en Ritsu, porque era prácticamente imposible que no reaccionara ante aquella noticia, y se sintió aún más frustrado cuando notó que el menor no demostró ni una sola señal de romperse frente a él mientras los demás hablaban, optando por dejar ir a los hermanos sin agregar nada más, confiando en que quizás el menor de los Kageyama sabría qué hacer cuando sucediera.

Y la realidad era que Ritsu estaba completamente en blanco.

Ni siquiera había escuchado un tercio de la charla que su hermano había tenido con Serizawa y Reigen, y durante el resto del viaje de vuelta hacia su casa se pasó gran parte del trayecto pensando en qué había dicho o hecho para despedirse de la familia al salir de aquella casa, porque lo único que estaba en su mente eran aquellas palabras.

"Él está de vuelta, Ritsu-kun."

El shock de todas las contradicciones que aquella afirmación traían consigo solo lograban confundir más y más al pelinegro, quien apenas y podía mantener la calma mientras todos los recuerdos de su pasado hacían acto de presencia en su mente, rompiendo con las duras cadenas con las que los habían encerrado con la fuerza suficiente como para que los restos del metal retumbaran contra las paredes del interior de la cabeza de su portador, y poco a poco comenzaron a causar estragos a través del resto de su cuerpo, concentrándose automáticamente en su cuello. Antes de llegar a su respectiva estación, todos los sentidos de Ritsu se encendieron por completo, obligándole a abrir sus ojos y llevar bruscamente una de sus manos hacia su nuca, cubriendo aquella parte que con tanto esfuerzo se había encargado de esconder, que ahora parecía arder con una intensidad que ni él podía soportar.