the prettiest flowers bloom at night. [TeruMob]

Capítulo 7.

Despertar esa mañana fue tan complicado como la primera noche que tuvo que dormir completamente solo.

Pero era curioso. Increíble, incluso. 

La primera vez que pudo sentir la soledad de una manera que solo él podía sentirla sufrió muchísimo. Su cuerpo se sentía pesado a toda hora del día, incluso cuando dormía, y a veces pensaba que alguien le estaba obligando a usar botas de hierro para hacerlo aún más pesado. Cada músculo de su cuerpo se tensaba ante el vivo recuerdo de lo sucedido, haciéndole vibrar aunque estuviera recostado. Y junto a ello todos los síntomas típicos de un caso de severa abstinencia, con la diferencia de que la desesperante sensación de necesidad se acumulaba por sí sola en su vientre en todo momento y a toda hora, invadiendo su cerebro para llenarlo de pensamientos que siempre desembocaban en el culpable de todos aquellos males.

Su cuerpo le pedía a gritos la presencia del pelirrojo a su lado.

Y en ese momento... las sensaciones eran completamente distintas. Sentía como si su cuerpo estuviera flotando en medio del espacio exterior, pero con la capacidad de moverse por donde quisiera y volar hacia lo más profundo de aquel oscuro lugar, sin perderse ni sentirse solo. Sus sueños se habían vuelto color de rosa en tan solo un parpadeo, y aquella había sido la primera noche en muchísimo tiempo que durmió sintiéndose seguro.

Pero aquella desesperante sensación seguía allí.

Por lo que al final del día, despertar luego de la noche anterior, por muy bien que parecía sentirse, estaba al nivel de la primera noche que pasó lejos de su alfa.

Sentía como si alguien aplicara presión en sus párpados a propósito para evitar que abriera sus ojos, pero a la vez sin realmente obligarle a mantenerlos cerrados, pues podía y quería abrirlos en cualquier momento. Su cama se había vuelto extremadamente cómoda, como si de repente el colchón se hubiera convertido en una gigantesca nube capaz de sostener su peso; y sus sábanas aplicaban la presión suficiente como para que su cuerpo sintiera que no podría levantarse aunque lo deseara con todas sus fuerzas.

Y entre todas esas sensaciones, el aroma a frutilla invadió su pecho.

Sus ojos se abrieron de golpe y se vio obligado a sentarse en su cama ante aquel dulce y adictivo perfume que solía estar presente en todo momento hacía mucho tiempo, y que ahora había vuelto en medio de todo aquel caos, de todo ese mar de sensaciones que venían de la mano con aquella repentina aparición, que brilló en su mente tan pronto como sus manos lograron palpar la prenda ligeramente húmeda con la que había quedado completamente dormido, la misma que era el origen de aquella esencia. Su mirada se depositó sobre la prenda, admirándola por un par de segundos antes de dejar caer su cabeza sobre su almohada, y dejó que sus pensamientos divagaran hacia la noche anterior mientras admiraba al techo.

Frente a él, Suzuki Shou le miraba con aquel par de ojos azules, tan penetrantes pero a la vez tan profundos que le hacían perderse entre la sensación de que sería devorado por ellos, y que podían leer todas y cada una de las cosas que sucedían en el interior de su mente. 

Frente a él, aquel par de ojos volvía a hacer de las suyas con la poca cordura que alguna vez pensó que le quedaba.

Ninguno de los dos se atrevió a decir palabra alguna ni moverse, pues para ambos el tiempo se había detenido. Ritsu podía jurar que en algún momento de todos esos años había redactado una carta repleta de insultos y quejas para ese preciso momento, pues llegó a pensar que el enojo y el dolor jamás desaparecerían. Nunca estuvo realmente seguro de si eso era lo correcto, pero mucho tiempo había pasado, y acabó convenciéndose de que, pasara lo que pasara, fuera como fuere, tendría la confianza suficiente como para decirle de frente y mirándole a los ojos todas aquellas cosas que sabía tenía el derecho de reclamarle.