Su vida siempre había sido... Extraña.
"Eres especial," le repetían de vez en cuando. "Eres especial porque eres único en un mundo donde todos son iguales, pero también eres igual a todos en un mundo donde todos son únicos".
Y él, curiosamente, lo había entendido a la primera, como si hubiera nacido para escuchar aquellas palabras y entenderlas, hacerlas parte de su filosofía de vida tan pronto como su cerebro logró procesarlas.
Pero a veces no podía evitar pensarlo. Su vida era extraña, lo mirara por donde lo mirara. Había nacido con poderes psíquicos que le dieron más de un dolor de cabeza, y tuvo que pasar mucho tiempo en conjunto con ellos para finalmente poder comprenderlos mejor y aceptar la dura realidad de vivir como si fuera una especie de arma nuclear capaz de acabar con todo lo que le rodeaba con tan solo un parpadeo. Fue duro, especialmente teniendo en cuenta que apenas y tenía catorce años cuando todo había sucedido, pero había algo de lo que estaba seguro, y eso era que no habría podido avanzar de no ser por sus amigos y familiares, que le apoyaron en todo momento, no importaba el problema.
Ritsu, su maestro, Suzuki, Serizawa-san, sus amigos del club de fisicoculturismo y el de telepatía, sus padres y, por supuesto, Hanazawa-kun. Todos y cada uno de ellos tuvieron un papel importante a lo largo del desarrollo de su inestable adolescencia, en la que tuvo que descubrirse a sí mismo para poder avanzar, dañando a unos e imposibilitando a otros por el bien de todo lo que él consideraba preciado para su vida. Todos y cada uno de ellos habían aportado un pequeño granito de arena para formar a Shigeo en todo sentido, y eso era algo de lo que siempre estaría agradecido.
Pero aún sentía que algo faltaba, como si una pieza importante de un rompecabezas estuviera escondida en alguna parte demasiado profunda de su mente, un recóndito espacio al que todavía no tenía acceso.
Todas las noches, justo antes de caer dormido, hacía un repaso de su vida, en un intento por buscar aquella pieza.
El día que Shigeo entendió que aquel futuro del que la mayoría de sus maestros hablaban era algo que él podía construir con sus propias manos y no caería del cielo cual ángel con la verdad, fue el día en el que miles de puertas se abrieron frente a él, y, gracias al hecho de que su maestro estuvo ahí para guiarle por el camino que debía tomar, se embarcó en la travesía de entrar por cada una de ellas, siendo la última en la que más cómodo se había sentido. O quizás era una de las primeras, ni siquiera él podía saberlo; pero estaba agradecido por su decisión, y todos los días despertaba pensando en cuan feliz le hacía el haberla tomado.
Así, Shigeo comenzó a abrir puertas, cerrando unas por detrás.
Fue sorprendente para todos los que querían y apreciaban al de cabello negro el saber que el chico había decidido qué estudiar en la universidad a la edad de dieciséis años, salvo para el club de fisicoculturismo, quienes aplaudieron y felicitaron a su compañero por haber encontrado su camino y, de hecho, haberle ayudado a encontrarlo de alguna manera u otra, porque Shigeo había decidido que quería ser fisioterapeuta. Pero aún así, todos se mostraron felices por el chico, quien por primera vez sintió que había elegido el camino correcto, y que iba a transitar por él costara lo que costara.
Por ello, la primera puerta que cerró fue la del club de fisicoculturismo, aunque le gustaba pensar que había dejado la ventana abierta, porque sus amigos de allí eran algo que simplemente no podría dejar de frecuentar.
En ese momento, Shigeo aprendió que una buena decisión abre más puertas de las que él creía, y ni siquiera se imaginó que aquella metáfora se convertiría en algo más tangible de lo que jamás iba a imaginar cuando una tarde de verano, en donde Ritsu había decidido salir con un par de amigos de la preparatoria y sus padres -que recientemente habían descubierto las maravillas de saber que sus hijos podían cuidarse solos por completo- estaban en un viaje por el sur del país, alguien tocó el timbre. Shigeo, por supuesto, tensó todo su cuerpo. No era como si no fuera el psíquico más fuerte del mundo y no podía defenderse de cualquier peligro que acechaba, pero tampoco era que pensaba demasiado en el tema, y se había acostumbrado a llevar una vida lo suficientemente "normal" como para ponerse ansioso al escuchar el timbre sonar. Y tanto sus instintos como su personalidad fallaron cuando el timbre volvió a sonar, haciendo vibrar los tímpanos del pelinegro.
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the prettiest flowers bloom at night. [TeruMob]
أدب الهواة[OMEGAVERSE AU] ⚠️CANON DIVERGENCE⚠️ Su vida siempre había sido... Extraña. Y a él siempre le había gustado eso, porque en el fondo le hacía sentir especial. "Eres especial," le repetían de vez en cuando. "Eres especial porque eres único en un mundo...