"Mira cariño, en el paseo marítimo organizan mañana una feria, ¿vamos con los niños?"
Charlie atrapaba la mano de su padre mirando a su alrededor.
Las luces de los puestos, el ruido de las atracciones y el olor de la sal marina llenaban el ambiente.
Cientos de personas, desde niños hasta adultos, se agolpaban en aquel lugar para celebrar el verano. Un mar de cuerpos que reían y se reunían dando vida al puerto.
Este sería el final de su viaje, del regalo por su séptimo cumpleaños.
Al día siguiente volverían a casa y todo sería como siempre.
Era la primera vez que Charlie tomaba un avión, también era la primera vez que veía otra ciudad y comía platos típicos de otro país.
A pesar del miedo inicial, estaba entusiasmado con todas las nuevas experiencias que había vivido en estos días y deseó poder estar unos días más fuera de casa, aunque echara de menos a sus amigos.
Su estómago gruñó y soltó la mano de su padre, llevándoselas al estómago, deteniéndose.
Habían pasado algunas horas desde que pudo comer algo, sus padres le habían insistido que allí tendrían puestos de comida y que más tarde, al anochecer, comerían todos juntos.
Teniendo en cuenta que llevaban mucho tiempo allí y que el sol estaba por esconderse, debía de estar cerca la hora de cenar.
Charlie miró de nuevo a la multitud a su alrededor y trató de atrapar la mano de su padre de nuevo, pero no había nadie.
Comenzó a caminar, todavía confuso por la situación, tratando de encontrar a sus padres entre la gente, pero no hubo ningún tipo de suerte.
Entonces recordó las normas por si aquello pasaba.
Quédate quieto en un sitio donde podamos encontrarte.
No hables con desconocidos.
Si algún adulto quiere hacer algo malo, pide ayuda.
Ya había roto la primera norma alejándose del sitio donde se quedó solo, por lo que pensó que la mejor manera de corregir eso, era ir a algún sitio sin demasiada gente.
Se separó de la multitud, caminando hasta un pequeño parque cercano y se sentó en uno de los bancos de madera. Desde allí podía ver a todas aquellas personas, por lo que pensó que sus padres podrían verle también.
Debía esperar allí hasta que lo encontraran.
Tenía que ser valiente, pero eso no ocurrió.
Con el paso de los minutos, el miedo y la ansiedad inundaron su pecho e inevitablemente, comenzó a llorar.
No solo tenía miedo de que lo iban a regañar sin ninguna duda, sino de que nunca lo encontraran.
Por un segundo en su cabeza, aquella escena cobró todo el sentido del mundo, hacía mucho rato que se habían separado, incluso el sol se había ido del todo y se habían encendido todas las luces. Seguro, volverían a casa sin darse cuenta de que se había perdido y él se quedaría allí, solo.
- ¿Estás bien? - La voz de un chico llamó su atención, levantó la cabeza de entre sus manos y trató de quitarse las lágrimas de los ojos para poder ver. Una maraña de cabello rubio lo miraba directamente. - ¿Qué? - El chico le sostuvo la mirada durante un instante, no parecía mucho más mayor que él. - ¿Estás solo? - Charlie asintió, colocando ambas manos en su regazo y volvió a sollozar.
El desconocido lo miró en silencio durante unos segundos y se sentó a su lado. - Creo que tus papás te encontrarán pronto. - ¿Cómo lo sabes? - preguntó el moreno con inseguridad. - No lo sé, pero yo me quedaré contigo hasta que te encuentren. - Charlie lo miró de reojo y contuvo la respiración, limpiándose los mocos en el dorso de la mano. - Mi mamá no me deja hablar con desconocidos. - Respondió. - Soy Nick. - El chico estiró su mano, atrapando la de Charlie con fuerza y la sacudió, haciendo que el pequeño tirara de ella para soltarse. - No te he visto nunca por aquí. - Dijo sonriendo.- Vine de viaje con mis papás y mi hermana mayor. - Nick guardó silencio y se puso las manos detrás de la nuca. - Nunca he salido de Marsella, ¿cómo es allá fuera? - Charlie abrió los ojos. - Es bonito, allí están mis amigos y vamos todos los días al parque al salir del colegio y jugamos a cosas, aunque Isaac solo quiera leer en el césped. - Suena divertido, yo no tengo muchos amigos. - Nick apoyó su espalda en el respaldo de madera y se dejó hundir un poco en el banco. - No te creo. - Replicó Charlie. - Tengo una amiga, pero me da vergüenza estar con los otros niños. - Charlie apoyó sus manos sobre el banco, golpeando la madera. - ¿Y por qué te acercaste a mí? - Estabas llorando, y tenías miedo. Eso es diferente. - Charlie acercó su cara al chico, mirándolo desde una distancia prudencial. - Yo pienso que eres simpático, deberías tener más amigos. - Nick lo miró de reojo, sonrojándose por las palabras del chico. Aquello que parecía algo tan obvio, era muy difícil para él.
Charlie atrapó su mano y esta vez, fue el pequeño quien tiró de él. - Yo seré tu amigo a partir de ahora. - Pero no me conoces. - ¡Da igual! - Gritó. - ¡Aunque vuelva a casa, seremos amigos! - La cara de Charlie se llenó de una sonrisa que Nick no pudo evitar mirar. - Entonces, si somos amigos, te ayudaré a encontrar a tus papás. - Es más seguro si no me muevo de aquí. - ¿Qué edad tienes? - 7 años. - Yo tengo 8, así que yo mando aquí. - Nick hinchó el pecho orgulloso por aquello. - Y he dicho que te ayudaré a encontrar a tus papás, así que tienes que hacerme caso.
Charlie meditó un instante sobre aquello y asintió. Si sus padres no iban a ir a por él, él los encontraría primero.
Nick se puso de pie, tendiendo su mano, y sin miedo esta vez, Charlie la atrapó con fuerza para no perder entre la multitud a su nuevo amigo.
Iba a ser tan valiente como Nick, y encontraría a sus papás, sin importar qué.
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Café para uno || HEARTSTOPPER AU
FanficNicholas Nelson hace poco que se mudó para asistir a la prestigiosa escuela deportiva St. James, para perseguir su sueño de ser jugador profesional de Rugby. En la ciudad solo conoce a Imogen, su amiga de toda la vida, y algunas chicas que se relac...